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Bill nunca se había enamorado.
 
Obvio, sí, había sentido alguna atracción hacia Andreas, y a Georg lo quería cómo a pocas personas, y por supuesto que las personas con las que tenía sexo tenían que ser de su gusto. Pero no se había enamorado, la expresión la sentía profundamente radical.
 
El amor. Vaya sentimiento problemático, pensó mientras salía del salón.
 
Bill amaba muchas cosas. Amaba a su madre, amaba cantar y, aunque a veces lo negara, amaba a su complicado padre.
 
Y claro, amaba a Tom Trümpe.

Recordaba que tuvo mucho miedo de decirle a Tom sobre su sexualidad por miedo a alejarlo, pero no hizo falta ya que una tarde, mientras ellos jugaban a la guerra de agua con los demás, Gerad le preguntó a Bill si le gustaba alguna chica.
 
Él se sonrojó escandalosamente, pero, sin darle tiempo a entrar en pánico o inventar alguna excusa, Tom le arrojó un globo a Gerad y lo abrazó por la espalda, dijo:
 
― ¡A Bill no le gusta ninguna chica! Él es mío.
 
― Lo dices como si te molestara ―dijo Nick riéndose y recargando su arma.

― No me molesta porque a él no le interesan las niñas. Y aún si lo hiciera, ¡soy mucho más bonito que cualquiera de ellas!
 
Bill había sentido su cara estallar en rubor, escandalizado porque su mejor amigo supiera de su orientación sin habérselo dicho. Se asustó, pero la risa de Nick lo distrajo.
 
― Estás como Britney cuando Nick tuvo su primer novio ―dijo divertido.
 
― Oh, sí. "Ningún reproductor de testosterona va a quitarme a mi hermano" ―imitó Gustav, tratando de hacer una voz afeminada.
 
― Pues en este caso, ningún chico va a quitarme a mi mejor amigo. Bill es mío ―alardeó Tom antes de dejar un beso en la mejilla de Bill.
 
Entonces el menor supo que todo estaría bien. Que Tom lo amaba sin importar otra cosa que no fuera estar siempre juntos. Y eso estaba más que bien, porque Bill lo amaba cómo a nada y no tenía intenciones de irse de su lado.
 
Pero ahora... se sentía como si todo el inmenso amor que le tenía a Tom se volviera en su contra, gritándole en la cara lo has arruinado todo.

Él no debería haber aceptado la propuesta de Tom, el sexo era una cosa tan contraproducente de vez en cuando, que él tuvo que detenerse a pensar dos segundos antes de acceder, sólo por querer ayudar a su Tom con su novia de entrepierna defectuosa.
 
Él de verdad había sido tan bobo para creer que un gay podía tener relaciones con su amigo sin enamorarse. Iluso, era tan iluso. Un iluso con el corazón roto en la mano.

Viendo hacia el pasado, quizás nunca debió permitir que Tom fuera tan afectuoso con él, por donde lo viese no resultaba seguro. Pero Bill no había podido hacerlo; al principio no hubo ningún problema; Tom era empalagoso, pero su afecto desbordaba ese sentimiento de amistad que difícilmente te permitía verlo como algo más sin importar su físico. Así que Bill ilusamente -tontamente, estúpidamente- decidió dejarlo así, escudándose con que no sería el típico chico gay que se enamora de su muy simpático mejor amigo.
 
Noticia de último minuto: Él lo era.
 
Se limpió las lágrimas que comenzaban a bajar por su rostro mientras apuraba el paso. Aún estaba en la universidad y no quería...

― Billy ―Fantástico.
 
― ¿Estás bien?
 
Bill se aseguró de haberse quitado las lágrimas y, poniendo una inestable sonrisa en su rostro, se giró para encontrarse con la preocupada mirada de Gerad.
 
― Obvio, Gerad. ¿Por qué?
 
Gerad frunció los labios tanto, que su boca terminó pareciéndose a un triángulo. Viéndolo así Bill entendía por qué Tom siempre lo molestaba diciéndole lo tierno que era.
 
― Estás llorando. ―Observó inseguro.
 
Bill se mordió el labio inferior. Optó por hacer cualquier broma.

― Es que estoy en mis días. Cosas de gays, ya sabes.
 
Gerad no se rió―. Bill, hablo enserio. Te ves... no muy bien.
 
―No quiero hablar de eso, Gerad ―murmulló, sosteniendo la tira de su bolso con más fuerza―. Pero no es nada grave, sólo... sólo fue un problema con Tom.
 
―¿Un problema con Tom? ―Gerad jadeó, sorprendido―. ¿Y me dices que no fue nada grave? Joder, Bill. Desde que te conocemos nunca has peleado con Tom.
 
Bill se obligó a seguir sonriendo como si de verdad no fuera nada. Detestaba lo cierto que eso era; las discusiones entre Tom y él nunca pasaron a mayores, mucho menos hasta el punto en que Bill llorara en plena universidad.
 
― No fue una pelea, nada más un desacuerdo pequeño ―Gerad abrió la boca para cuestionarle algo, pero Bill fue más rápido―. No estoy llorando por eso. Aún me duele la pierna del otro día, y creo que me la molesté jugando fútbol en la cancha. Voy a ir al médico para chequearme.
 
Gerad siguió con esa mueca dudosa, pero terminó asintiendo y, tras decirle que cualquier cosa le enviara un mensaje, se fue hacia la sala de prácticas.

estrechez ᝰ.ᐟDonde viven las historias. Descúbrelo ahora