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POV: Juanjo

Despertamos en la misma posición en la que nos fuimos a dormir: Martin en medio de Paul y yo, este abrazándolo por detrás y yo por delante. El vasco se remueve un poco, apegándose más a mi, si es posible. El granaino deja de abrazarlo y sale de la cama, con cuidado de no despertar a Martin.

– Voy a preparar la comida. – me susurra y yo asiento con la cabeza, antes de que él salga de la habitación.

– Se que estas despierto, Martin. – le susurro, pero no como reproche, sino con el tono más “dulce” que soy capaz de usar recién levantado.

Como respuesta, él se abraza más a mi, pasando de esconder su cara de mi pecho al hueco de mi cuello.

– No quiero salir de la cama. – se queja él, rozando mi cuello con sus labios, provocándome un ligero escalofrío – Estoy muy agusto, asi.

– Y yo, hijo, y yo. Pero son las dos de la tarde. – digo, mirando el reloj digital que tiene en la mesita de noche – En dos horas Paul y tú tenéis ensayo y luego tenemos que coger un AVE, para las actuaciones que tenéis mañana en Galicia. – le recuerdo y me río, al él despertarse de golpe.

– ¡Las maletas! – exclama él, con miedo en su cara.

– Las preparamos ayer, antes de salir de fiesta. – le recuerdo, aun riendo.

– Ah, pues entonces podemos seguir durmiendo. – dice, tumbandose de nuevo, a mi lado, pero yo me levanto.

– De eso nada, que tenemos que comer. Sobre todo Paul y tu, que tenéis ensayo en dos horas. – le vuelvo a recordar.

– Está bien. – se queja, poniendo los ojos en blanco de forma exagerada, acto que me parece adorable y me hace sonreír de forma casi inconsciente.

Le dejo solo para que pueda vestirse con tranquilidad y yo voy a mi habitación, a hacer lo mismo. Al acabar, voy directo a la cocina, para ayudar a Paul a hacer la comida.

– Estoy haciendo tortilla de calabacín. – me contesta la pregunta que aún no he hecho.

– ¿Te puedo ayudar en algo?

– Pues… si vas batiendo esos huevos mientras yo corto el calabacín…

Dicho y hecho, me pongo a batir los huevos, que ya están en un cuenco metálico, fuera de sus cáscaras.

– ¿Cómo está Martin? – me pregunta el granaino.

– Pues… No se lo he preguntado, pero se le ve más animado que ayer. – contesto, echando los huevos batidos en la sartén, junto con el calabacín que ha cortado él.

– ¿Quién está más animado que ayer? – pregunta Martin, entrando a la cocina, aun frotandose los ojos, pero ya vestido.

– Pues tú. – dice Paul – ¿Cómo estás, mi niño?

– Mucho mejor. – contesta el vasco – Siento haberos jodido la fiesta.

– No pidas perdón por eso, Martin. – digo yo – Si nos hubiésemos quedado, ya te digo yo que no habrían tardado mucho en echarnos de allí, porque yo habría ido a rebentarle la cara.

– Por dos. – dice Paul – Además, ya eran las doce y media pasadas. Tampoco hubiésemos tardado mucho en irnos. – añade.

– Gracias, chicos. – dice él, con una sonrisa agradecida – ¿Qué? ¿Ayer ligaste? – le pregunta a su amigo, subiendo y bajando las cejas de forma pícara.

– Puede. – contesta Paul, con las mejillas rojas – Se llama Álvaro y nos compartimos los instas. Bueno, yo le di mi cuenta secundaria, para que no creyese que voy de chulo. Hemos quedado para vernos el lunes que viene, que ambos lo tenemos libre.

El guardaespaldasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora