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POV: Juanjo

No puedo respirar. Me ahogo con el nudo que se me ha formado en el pecho, en el cuello… en todo el cuerpo. Intento chillar para librarme de este bloqueo, pero me es imposible. No me sale la voz. He fallado. Y no solo como guardaespaldas. Le he fallado a Martin. Solo tenía que hacer una puta cosa: protegerlo. Y he fallado.

Todo mi cuerpo tiembla, bajo la fría lluvia y las lágrimas de frustración nublan mi visión. Oigo pasos que vienen hacia mi, pero estoy demasiado colapsado como para reaccionar. Oigo también una voz que me llama, una voz que me es familiar. Pero soy incapaz de procesar lo que me dice. Hasta que recibo la bofetada.

Las lágrimas desaparecen de mis ojos y toda mi atención se centra en el chico que tengo delante: Paul.

– ¡Joder, Juanjo, reacciona! – me zarandea por los hombros.

– He fallado. – digo, casi en un susurro y las lágrimas vuelven a amenazar en salir.

– ¡Y una mierda! ¡Eres Juan Jose Bona, uno de los seguratas más bien entrenados del país! Y vas a hacer hasta lo imposible para recuperar a mi amigo, ¡porque es tu puto trabajo! – dice, entre desesperado y cabreado – Siempre fanfarroneas de que ”has sido entrenado para esto”, ¿no? ¡Pues demuestralo, Joder! – y me suelta otra bofetada que me devuelve al presente.

Ya está. Mis sentimientos ahora mismo están totalmente anulados, cediendo el control total a mi parte racional.

– Voy a encontrarle.

******

Entro en la “Dirección General de La Guardia Civil”, ignorando a los agentes que custodian la entrada.

– ¡Que se detenga, le he dicho! – repite uno, acercándose a mí.

– Si me tocas un pelo ya puedes estar buscando curro como dependiente de tiendas, porque será el único sitio donde te van a coger. – digo, enseñando mi placa de alto cargo, que siempre llevo encima, porque uno nunca deja de ser militar.

– Lo siento, señor. – se disculpa, poniéndose tenso y recto como un palo.

– Llevame con la persona de más mando que tengáis aquí. – ordeno y él empieza a andar.

Entro en la oficina del sargento al mando sin siquiera pedir permiso.

– ¿Pero tu quien coño te crees que eres? – pregunta él, enfadado.

– Oficial General Juan Jose Bona Arregui. – digo, enseñándole mi placa y el se pone recto automáticamente – A no ser que venga el mismísimo Rey a decir lo contrario, tu y todos tus hombres estáis bajo mis órdenes.

– Siento como le he hablado, señor.

– Eso ahora mismo da igual. Quiero que rastreeis una matrícula. – digo, dándole un papel en el que he apuntado la matrícula de la furgoneta.

– Ahora mismo, señor. – dice, antes de coger el papel y salir del despacho.

Yo le sigo hasta una sala llena de ordenadores y agentes que están alerta de todo lo que pasa en las pantallas. El sargento al mando habla con uno de estos agentes y este empieza a teclear algo en su ordenador.

– En las últimas cinco horas, la furgoneta ha pasado por…

– Me da igual por donde haya pasado. Dime donde está ahora. – ordeno, con total seriedad.

– Aquí. – dice, señalando la pantalla.

– Quiero un coche. De la privada. – le digo al sargento al mando.

El guardaespaldasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora