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POV: Martin

Despierto antes de que suene la alarma y todo mi cuerpo tiembla ante los recuerdos del pasado, que me invaden al notar una erección pegada a mi espalda baja. Todo mi cuerpo se tensa, mis ojos me pican por las lágrimas reprimidas y mi mente empieza a prepararse para afrontar lo que va a pasar. Pero nunca pasa.

Los brazos que me estaban rodeando se desprenden de mi cuerpo y noto como la otra persona se mueve, girandose. Aun temblando, abro los ojos. Estoy en el hotel de Galicia. Todo mi ser se relaja al recordar que, quien está conmigo en la cama, es Juanjo, quien nunca me haría eso.

Doy media vuelta y esta vez soy yo, quien le abraza a él por la espalda.

– ¿Estás bien? – me pregunta, en un susurro.

– Ahora si. – contesto, también susurrando – ¿Y tú?

– Estoy asqueado conmigo mismo. Siento haberte hecho sentir mal. – contesta, y yo le abrazo con más fuerza, enternecido por sus palabras.

– No ha sido tu culpa, Juanjo. – digo, antes de dejar un corto beso en su nuca – Mi cerebro medio dormido me ha pasado una mala jugada.

– Eso no quita que yo haya sido el causante de esa mala jugada…

– Juanjo… Estoy totalmente seguro de que no era tu intención, despertarte así. Estoy bien, de verdad. No te martirices más, por favor.

Como respuesta, él da media vuelta y me abraza, escondiendome entre sus brazos, de forma protectora. Su corazón va a mil y noto su respiración irregular, como si se estuviese aguantando las ganas de llorar. ¿Tanto le afecta, el cómo pueda hacerme sentir? Aunque claro, es mi guardaespaldas. Su trabajo es hacer que me sienta seguro y protegido, no incomodo o en peligro.

– Tus brazos son mi espacio seguro. – verbalizo porque, aunque él ya lo sepa, se que necesita oírlo de forma directa – Tu eres mi espacio seguro. – le reafirmo y noto como todo su cuerpo se va relajando a mi alrededor.

Las alarmas suenan e inconscientemente, me escondo más entre los brazos de Juanjo, por el susto inicial del estridente sonido.

– ¡Buenos días! – exclama Pablo, con su emoción matutina, haciéndonos reír a Juanjo y a mi.

******

Tras los ensayos generales, los tres vamos al restaurante más cercano del teatro, para comer en condiciones, ya que tenemos tiempo. Hoy solo tenemos dos actuaciones por la tarde-noche, luego iremos de nuevo al hotel, ya que mañana volvemos a actuar aquí en Galicia, teniendo un total de seis actuaciones, con una pausa de una hora entre las tres primeras y las tres últimas. Y al acabar, nosotros pillaremos el primer AVE que vaya a Madrid. Algunos se quedarán una noche más, para hacer un poco de turismo y otros simplemente para dormir en una cama y no en el asiento de un tren de alta velocidad.

Al acabar las actuaciones de hoy, vamos directos al hotel, sin pararnos a leer las cartas en el camerino. Ya las leeremos junto a las de mañana, cuando volvamos a Madrid. Lo único que sé de las cartas de hoy, es que no hay ninguna amenaza. De no ser así, Juanjo me lo habría dicho.

– Creo que es la primera vez que estoy más cansado que Martin. – se queja Pablo, dejándose caer en la cama baja de su litera.

– Ya te he dicho yo, que tendrías que haber pedido un segundo plato. – le digo.

– Ya, ahora me arrepiento de esa decisión. – dice antes de abrir su móvil y levantarse de golpe y dirigirse a la puerta.

– ¿A dónde vas? – pregunta Juanjo que, como yo, está confundido.

El guardaespaldasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora