El frío invierno había llegado a Berlint y se sentía desde muy temprano en la mañana. Pero eso no impidió que Yor saliera de compras con Anya y Bond para disfrutar de las festividades de fin de año.
A pesar de las difíciles épocas invernales de su infancia, Yor siempre intentaba darle a Yuri una cena completa con todos los nutrientes necesarios, junto con algunos dulces típicos de la zona este de Nielsberg en Ostania, que llenaban su mente esos días.
Cuando Anya sugirió probar dulces que le gustaban a Yor cuando tenía su edad, ella no dudó en buscar por Berlint hasta encontrar una pequeña tienda cuyo dueño era del este. El hombre, ya mayor, recordaba mucho sobre su tierra natal. A medida que contaba su historia, Yor sentía que estaba a punto de llorar, así que agradeció en silencio que Anya le tomara de la mano y le dijera que quería ir a casa. De no ser así, se habría derrumbado.
En el camino de regreso, el sol ya se había ocultado, dejando un cielo teñido de tonos rosados que anunciaban el inicio de la noche. Ese día no había nevado, pero sí lo había hecho el día anterior, por lo que las calles aún estaban blancas. Eran muchos detalles, pero Yor los notaba mientras lentamente trataba de alejar los recuerdos de su infancia.
Habiéndose quedado sola para cuidar de Yuri, no tenía mucho tiempo para sí misma, pero siguió adelante, estación tras estación. Los inviernos eran los peores. Al principio, cuando empezó como asesina, salir de noche con su traje característico no era fácil. Sentía el frío y la soledad cada vez que lo hacía.
Era imposible olvidar que la guerra había comenzado en un invierno frío, dejándola sin padres y sin la vida normal que conocía. Pero en los últimos años, la sensación de frío había empezado a desaparecer, al igual que la soledad que sentía. Se había convertido en madre, llevando a su hija a hacer muñecos de nieve sin preocuparse de que ella se sintiera triste. También era una esposa que, a veces, intentaba esquiar con su esposo, aunque no supiera cómo detenerse.
Inesperadamente, su esposo se acercaba por la calle en el vehículo de la familia.
—¡Aquí están! —exclamó Loid con alegría—. ¡Qué suerte que las encontré!
Anya y Bond se voltearon y se alegraron al ver a Loid asomándose por la ventana del conductor. Tenía una sonrisa enorme que parecía que le iba a explotar la cara. Yor, por su parte, no podía dejar de mirarlo con los ojos bien abiertos, completamente sorprendida por su presencia.
—¡Loid! —dijo Yor cuando lo vio.
Loid les hizo señas con la mano y avanzó un poco más para estacionar mientras ellos lo esperaban ansiosos en la acera.
—Me enteré gracias a los Authen de que salieron de compras, así que decidí buscarlas. Por suerte, hoy no tenía tantos pacientes —explicó Loid con naturalidad al alcanzarlas—. ¿Y qué tal estuvo su paseo?
—Fue muy divertido —contestó Anya—. Estuvimos hablando con un señor que conocía de dónde venía mamá, pero se puso triste.
Loid notó de inmediato la tristeza en la voz de Anya y se volvió hacia su esposa, quien tenía una sonrisa triste en el rostro.
—No es fácil para la gente del este recordar el invierno —comenzó a decir—. Fue en esos tiempos cuando la nieve y el frío se llevaron a muchos.
Anya abrazó a su madre en silencio cuando sintió que se tensaba. Loid las observó, pensando que nunca habría imaginado que el invierno pudiera tener tanto significado para Yor. Habían ido de vacaciones a lugares nevados y también habían esquiado para celebrar los buenos exámenes de Anya. Pero sabía que su esposa era más fuerte que la mayoría y soportaba cosas en silencio. Incluso podría jurar que ella era más fuerte que él.
Fue ese pensamiento lo que lo impulsó a acercarse y, de repente, rozó su nariz con la de ella, haciendo que incluso los cabellos sobre sus frentes se tocaran. El contacto fue breve, pero suficiente para que Yor se alejara sorprendida y diera un paso hacia atrás. Sin embargo, Loid la sujetó por la cintura y la atrajo de nuevo hacia él.
Anya aplaudió emocionada y Bond ladró animado. La pareja se quedó quieta, pero Loid sonrió y volvió a tocar su nariz con la de Yor, haciéndola reír por las cosquillas.
De repente, su esposo se detuvo y la miró, con una chispa tierna en los ojos.
—¿Qué les parece si volvemos a casa? —sugirió Loid—. Me encantaría probar esos dulces con una bebida caliente para quitarnos este frío.
Ella asintió con entusiasmo. Quizás el invierno había estado atado a momentos difíciles, pero Yor creía que podía empezar a dejarlos atrás y asociarlo solo con momentos felices.
Nota de la autora: En la consigna original, el término era "beso esquimal", pero esto puede considerarse ofensivo, así que decidí cambiarlo por Kunik. Fue de eso: segundo aporte para esta dinámica. Este está inspirado en un arte navideño de la familia Forger.
¡Nos vemos mañana!
Ciao.
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Besos en 128 Park Avenue
Hayran KurguEntre secretos guardados y pasados vulnerables, cada beso en el matrimonio Forger contó con una historia única [Para el #Kisspril organizado por la página "Es de Fanfics"].