Beso apasionado

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Yor estaba sentada en el sillón junto a la ventana, con una taza de chocolate, pantalones cortos y una chaqueta con capucha, cuando Loid entró por la puerta y anunció que había llegado

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Yor estaba sentada en el sillón junto a la ventana, con una taza de chocolate, pantalones cortos y una chaqueta con capucha, cuando Loid entró por la puerta y anunció que había llegado.

Loid dejó su maletín del hospital a un lado y comenzó a revolver su cabello, quitándose el cárdigan azul cuando notó que su esposa lo estaba mirando. Sus ojos se encontraron y él vio una sonrisa divertida que le dirigían. Fue como si supieran lo que iba a pasar.

—¿Puedo sentarme contigo? —dijo Loid cuando se acercó a donde estaba su esposa y, con una voz suave.

Ella asintió. Apenas se movió cuando Loid la levantó y la sentó en su regazo. El respaldo del sillón fue reemplazado por el pecho cálido de su esposo, cubierto por su camisa blanca, gracias a que el cárdigan actuaba como una manta.

Las manos de Loid siguieron su camino por la cintura de Yor, encontrando su lugar. Ella no se quejó, pero le pidió permiso para dejar su taza sobre la mesa antes de que terminara derramando algo. Se estiró, pero sintió que, apenas dejó la taza, su esposo la trajo de vuelta.

Loid tuvo la audacia de hacerle sentir sus pantalones a Yor, mostrándole que algo se había despertado. Se miraron con deseo y sin decir nada, él sostuvo y se inclinó hacia ella.

El primer contacto de sus labios fue lleno de pasión. Yor sintió cómo todo a su alrededor desaparecía, dejando solo espacio para el calor. Pero el acto se extendió, explorando un territorio desconocido. Habían mantenido ciertos límites, establecidos por su falta de experiencia. El objetivo era que ella se sintiera segura y cómoda, algo que habían logrado, evitando que la situación terminará con golpes.

Pero las manos de Loid deseando meterse debajo de su chaqueta, junto con la forma en que ella empezó a quitarle el cárdigan, dejaban claro que podrían ir más allá.

Finalmente, su esposo deslizó sus manos por su espalda y la acercó. Yor resopló al notar cómo los ojos azules que siempre la cautivaban estaban llenos de un aura salvaje.

Sus cuerpos se convirtieron en un abrazo apasionado, como si estuvieran intentando fundirse. Sus labios se encontraron en un beso que fue más intenso que antes; era un fuego desatado, dispuesto a consumir todo a su paso.

—¿Puedo...? —balbuceó Loid. Sus dedos estaban jugando con el borde inferior de la chaqueta y Yor pudo sentir como intentaba no avanzar sin su permiso.

La respuesta de Yor fue rápida: se alejó y se quitó la chaqueta, lanzándola al suelo. Lo que Loid vislumbró, o más bien lo que observó que le faltaba a su esposa, lo dejó sin palabras.

Loid supo que estaban por llevar las cosas a otro nivel, y si eso no fuera suficiente, Yor hizo una declaración que lo dejó sin palabras.

—¿Quieres continuar la bienvenida en otro lado?

Él respondió con otro beso más intenso, mientras se entregaban por completo al momento de camino a la habitación.

Él respondió con otro beso más intenso, mientras se entregaban por completo al momento de camino a la habitación

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Nota de la autora: ¿Les cuento algo? Escribí primero el tema de mañana y luego este. De manera sorpresiva, siento que estar bajo presión me generó mejores resultados hoy.

Ciao.

Besos en 128 Park AvenueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora