CAPÍTULO 4

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CAPÍTULO 4

"Cuando duele, solo duerme."

Tan pequeña es la frase y muy cierto su significado.  Cuando pierdes el sentido a todo incluso a la vida que más da. Nadie notará tu ausencia.

Cuando en verdad le importas a alguien, esa persona te hará ver una y otra vez en que te equivocaste o en que mejoraste e incluso sin esperarlo estará hay.
Yo era así, una niña problemática a mis trece años de edad y eso era una completa mentira porque no era así, ellos me llenaron de miedos y traumas. Era acosada regularmente por un grupo de chicas que me usaban como su juguete,  me obligaban hacer cosas que no quería. Rose, era aquella chica que me hacía la vida imposible y yo no podía hablar si o si debía callar por temor a que me lastimara aún más.

Un día Rose Bruky se atrevió a humillarme frente todo el maldito salón de clases cuando los profesores se habían retirado.

—Muy bien, ¡Damas y caballeros con ustedes la burrita mejor portada aquí con ustedes!— anuncio Esther, una chica de tez pálida y cabello rubio. Traía una regla en la mano derecha.

—¡Basta, me estas lastimando!— dije asustada forzandolos a soltarme pero por más que lo intentará no lo lograba. —Me duele.— deje escapar un par de sollozos cuando se me empezó a quebrar la voz.

Basta...

Paren, dejen de reírse.

¡Callense!

Mi mente me torturaba nuevamente.  Nadie podría ayudarme y tampoco los conocía, no podía pedir ayuda.

—Pero como todo animal tiene orejas por que tu no, ¡traigan su corona.!— mustio Rose. Divertida sonrió sin parar al igual que todo el grupo.

Bianca, una compañera que vestía el traje escolar junto a dos coletas alta traía una diadema con enormes orejas de burro. Rose las tomó y se acerco a mi mientras que mis compañeros me obligaban a arrodillarme y a doblegarme ante ella, con una sonrisa triunfante me puso esas orejas.

—A nuestra burrita no le gustan las matemáticas así que la ayudaremos a estudiar.—

Todo el salón empezó a hacer preguntas sobre operaciones matemáticas. Por ejemplo: ¿seis por ocho?, ¿nueve por cuatro?, ¿cincuenta y ocho entre treinta y dos?. Por cada pregunta que contestaba mal Esther se dedicaba a darme un golpe fuerte y concreto con la regla de madera.

—Por favor ya no, me duele.— decía entre gemidos lastimeros con cada golpe que recibía.

Rose no quiso detenerse en ningún momento, cuando lo hizo yo no podía moverme. Sentí como algo caliente recorría y manchaba mi blusa blanca de un color carmesí,  todo mundo se río de mí: era el hazme reír de todos.
Sin importar cuanto llorará mis lágrimas seguían saliendo aún cuando me quede sin voz.

Cuando todos se fueron un compañero se digno en mostrar un poco de compañerismo y se acerco a mi cuando me tocó sentí mucho dolor.

—Perdón, ¿Te lastime?— pregunto mientras me tomó de la mano. —Vamos, te llevo a casa.—

Asentí a lo que me dijo, para luego ayudarme a levantarme y quitarme esas orejas. Ambos caminamos a la salida de la escuela.

—Gracias—

Fue lo único que pude decir. Al llegar a casa no había nadie, y era lo mejor. 

—Espero que puedas mejorarte— menciono regalandome una sonrisa. —A partir de hoy, ya no te molestara nadie—

—Rose no me dejará en paz.—

—Ni Rose, ni nadie te volverá a lastimar. Yo seré quien te proteja, aún que no esté a tu lado me aseguraré de que tu estés bien.—

PRIMERO YO (La versión de Sakura) [En Curso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora