En medio de la desesperación, llegaron a la conclusión de que para detener la maldición de la mansión, debían hacer una ofrenda final. Reuniendo sus fuerzas, se aventuraron en las profundidades de la casa, enfrentándose a los espíritus en un intento desesperado por encontrar la paz tanto para ellos como para los espíritus atormentados.
Cada paso era una lucha, cada sombra una amenaza potencial, pero continuaron avanzando con valentía, sus corazones llenos de determinación. Finalmente, llegaron al corazón de la mansión, donde la oscuridad parecía más densa y opresiva. Con manos temblorosas, realizaron el ritual de ofrenda, invocando a los espíritus y ofreciendo lo único que tenían: su propia voluntad y determinación de enfrentar el mal que los rodeaba.