Dentro de la casa, mientras exploraban las habitaciones polvorientas y los pasillos oscuros, descubrieron un antiguo juego de mesa cubierto de telarañas en una esquina olvidada. Era el juego de los espíritus, un artefacto misterioso que prometía abrir una ventana al más allá. Intrigados y emocionados, los amigos decidieron jugar, dejando de lado las advertencias susurradas por las sombras que acechaban en los rincones.
Sentados alrededor de la mesa destartalada, comenzaron el juego con un sentido de anticipación temblorosa. Las cartas, desgastadas por el tiempo, revelaban preguntas intrigantes y desafíos escalofriantes que invitaban a los jugadores a sumergirse en el mundo de lo desconocido. A medida que avanzaban por el juego, las velas parpadeaban con una luz fantasmal y el aire se volvía más espeso con una energía eléctrica, como si los espíritus del pasado se estuvieran reuniendo a su alrededor, ansiosos por comunicarse.
