CAPITULO X

267 74 2
                                    

Kook

Mientras camino por el corto sendero de piedra hasta la puerta de Jin, el estómago me da un vuelco. No había estado tan nervioso por una cita desde... bueno, no sé cuándo. Ha pasado tanto tiempo.

De hecho, no he tenido una cita de verdad en más de seis meses. Salí algunas veces, claro. Pero no es ni remotamente lo mismo. Y aunque sí, por supuesto quiero ver al hombre dentro de esta casa extendido desnudo sobre su cama, también quiero conocerlo. Lo he hecho desde el momento en que comenzó a ventilar sus inseguridades en esa pequeña casa verde de alquiler en Plum Valley.

¿Sabes cuántos hombres se abren así? ¿Cuántos tienen la capacidad de ser vulnerables con un verdadero extraño? La lista es casi cero en mi experiencia.

Pero Jin lo hizo.

Por alguna razón, Jin confió en mí para escucharle cuando necesitaba desahogarse. Y sí, tal vez fue porque pensó que yo era una apuesta segura. Alguien a quien no volvería a ver después de la semana pasada. Pero la capacidad de ser desprevenido es una cualidad rara en un hombre.

Jin es un hombre raro, puedo decirlo. Sería un honor compartir su cama. Y un poco de espacio dentro de su cabeza ocupada, si me dejara.

Cuando llamo a la puerta con la gran aldaba dorada en forma de león, Jin tarda unos quince segundos en aparecer. Cuando lo hace, parece mucho más rígido de lo que esperaba. Tenso de la hostia. No del tipo de persona a la que acaban de besar en el trabajo.

—Hola —saludo, ofreciendo a Jin una amplia sonrisa.

—Hola —contesta, con una mano en la puerta pero sin hacer ademán de dejarme entrar.

Levanto la bolsa con la tarta que me ha pedido.

—He traído la mercancía.

Eso me hace soltar una carcajada nervioso, y él finalmente da un paso atrás.

—¿Cómo estás? —le pregunto, mirando rápidamente la entrada de su casa—. Sé que sólo han pasado unas horas, pero... Vaya. —Observo la imponente construcción de cojines y sábanas del salón de Jin con cierta confusión. La... ¿fortaleza?... mide unos tres metros de ancho, pero aún más sorprendente que la existencia de una fortaleza en la casa de Jin es la pequeña cabeza rubia que aparece de repente—. Oh, jjjo- arabe de azúcar.

Apenas consigo corregir mi desliz, y la pequeña humana rubia estrecha los ojos hacia mí antes de desaparecer. Dirijo mi mirada hacia Jin, pero él evita el contacto visual y parece avergonzado.

—Winnie —dice en voz baja—. ¿Podrías salir, por favor?

La rubia reaparece lentamente, sale del fuerte y camina hacia nosotros. Una perra naranja y blanco que debe de ser Tigger le sigue, deslizándose más allá de la sábana que denota la parte delantera del fuerte y trotando tras la pequeña humana.

—Eh, Jungkook —dice Jin, restregándose la nuca antes de exhalar un suspiro. Cuando la pequeña rubia se detiene a su lado, por fin me mira a los ojos—. Esta es Winnie, mi hija.

Oh, vaya.

—Puedes llamarme Winifred —dice ella primorosamente, sus pálidos ojos azules se cruzan con los míos. Se parece tanto a Jin, hasta en el pelo rubio pajizo y la forma en que tiene la mandíbula, como si estuviera forzando un poco de estoicismo en su exterior.

—Encantado de conocerte, Winifred —le digo, tendiéndole la mano—. Soy Kook.

—Te llamaré Jungkook —decide ella, aceptando mi apretón de manos. Su mano es menuda y cálida dentro de la mía, y algo dentro de mi pecho cruje. Una pequeña falla.

Una oportunidad para amar de nuevoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora