CAPITULO XVII

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Jin

—¿Qué tal tu nuevo juguete? —me pregunta mi compañera de trabajo.

Miro a Deborah confundido.

—¿Perdón?

Ella ladea la cabeza, con una sonrisa descarada en la cara.

—Ese niño tuyo —dice, señalando con la cabeza el teléfono que tengo en la mano, donde hay una foto de Jungkook en la pantalla.

Resoplo, apagando el aparato antes de metérmelo en el bolsillo.

—No es un niño. Ni un juguete.

—¿En serio? —pregunta—. Porque parece que vendría con pilas.

Se me escapa una risita porque no se equivoca exactamente. Jungkook está lleno de energía.

—¿Cómo podrías saberlo? —le respondo—. Le conociste durante medio minuto.

Ella se encoge de hombros, tomando asiento a mi lado en nuestra pequeña sala de descanso en la consulta. Somos las dos únicas personas aquí en este momento. Deborah tiene su almuerzo con ella, pero yo estoy esperando a que llegue mi último paciente de la mañana para poder pasar por su cita e ir a reunirme con Jungkook. Probablemente podría haber estado poniéndome al día con algo de papeleo en lugar de estar aquí sentado contemplando al hombre, pero me envió una foto suya en su gloria uniformada, con el sombrero de vaquero en su sitio, y no pude resistirme a tomarme un momento para contemplarlo como es debido.

Deborah abre su recipiente de ensalada de pollo antes de responderme.

—No necesité más de medio minuto para darme cuenta de que el hombre tiene un vibrador incorporado. Maldita sea, Jin. Diría que es mona la forma en que te miró. Pero mona no lo cubre.

Ella escarba en su ensalada mientras mi cara se calienta. Si ella supiera lo sucio que es ese hombre de verdad.

Jungkook es mono, casi todo encanto juvenil y, sí, literalmente rebota al andar. Pero también es sexy, atento, infinitamente paciente, y las cosas que salen de su boca...

—He quedado con él para comer —le digo a Deborah, que, después de todos estos años, es mi amiga más íntima. Nunca me molesté en hacer amigos fuera del trabajo después de mudarme a esta ciudad con la pequeña Winnie. Estaba demasiado centrado en sobrevivir. En averiguar cómo hacer malabarismos con la repentina afluencia de responsabilidades en mi vida. Los amigos no eran una prioridad. Tampoco los novios.

Pero ahí está Deborah. Trabajamos juntos desde hace casi una década y me conoce mejor que la mayoría.

Ella mueve las cejas.

—Bien. Has quedado con él para comer. Estoy segura de que eso será lo único que se te meterá en la boca.

—Jesús, Deb —gimo, mirando a la puerta—. No dejes que Abbott te oiga decir cosas así. Al hombre le daría un infarto.

Ella agita su tenedor en el aire.

—Tú y yo sabemos que es demasiado testarudo como para dejar que algo como un pequeño problema de corazón lo derribe. Nos sobrevivirá a todos.

Me estremezco al pensarlo, pero no me extrañaría.

—¿Le gusta tu hija? —pregunta Deborah seriamente, redirigiendo la conversación de nuevo a Jungkook.

—¿Y cómo sabes que ya la conoce? —replico. Ella levanta una ceja.

—Por la forma en que le mirabas. Te gusta ese hombre, Jin. 

Sí, me gusta.

—Es bueno con ella —respondo, con una pequeña sonrisa dibujándose en mis labios.

Una oportunidad para amar de nuevoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora