¿A que sabe la libertad?

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Corrí despavorida a travez de los callejones abandonados; mis pasos agitados al ritmo de la huida improvisada que estaba llevando a cabo y mi desbocado corazón latiendo como loco.

Aunque ya no sentía la presencia del demonio sobre mi, mis piernas aún respondían a la señal de pánico enviada por mi cerebro y corrían sin pausa rumbo a algún lugar "fuera de peligro". Solo podía escuchar el traquetear de mis pasos y mi respiración agitada, sin mencionar que las amenazas pronunciadas por el demonio aún zumbaban en mi cabeza.

Luego de correr por varios minutos, finalmente los  infinitos callejones desembocaron en una calle muy amplia y transitada, llena de llamativos edificios.

Me detuve un instante en medio de la acera, apoyando mis manos sobre mis rodillas para recuperar el aliento, dejándome asombrar con la impresionante infraestructura de la metrópoli.

El cielo era tan rojo como siempre, y pese a que era de noche no había estrellas, sino un enorme pentagrama que juraría se veía desde cualquier parte de la ciudad. Los demonios transitaban amargados por la acera rumbo a quien sabe donde, sin siquiera mirarme, por suerte.

De pronto el miedo a que Alastor aún me estuviera persiguiendo se hizo presente y era aún más grande que el cansancio que sentía,  así que de inmediato reanude el paso e intente mimetizarme con la bulliciosa corriente de seres demoniacos que se desplazaban en ambas direcciones de la vereda. No sabia a donde iba, solo podía pensar en alejarme de esa horrible casa en la que había estado confinada durante 2 semanas, casa cuya fachada no conocía ya que en la huida no me había molestado en mirar atrás. Para ser sincera el miedo a regresar allí me impedía pensar con claridad.

Al ir tan de prisa, sin darme cuenta choque con alguien y caí al suelo.

- FÍJATE POR DONDE VAS PERRA. - Espetó la voz furiosa de un demonio de aspecto desagradable mientras encendía su cigarro y se alejaba de mi con desprecio.

- Lo... siento...- me disculpé. Estaba aturdida por la caída y mi cuerpo cansado por la carrera.

Me quedé tirada en el suelo, desorientada.

- Oye... ¿Estás bien?. - Preguntó la voz aguda y afeminada de un chico.

Alcé la vista en su dirección, encontrándome con un sujeto mucho más alto que yo de pie frente a mi. Llevaba una capucha negra que le cubría el cuerpo y la cara, dándole un aspecto misterioso e intimidante. Extendió su mano enguantada en látex rosado hacia mí para ayudarme a levantar.

Dude un poco pero finalmente la tomé y me puse de pie tambaleándome un poco. No recordaba la última vez que había corrido de esa manera en mi vida, mis piernas aún temblaban por el exceso de ejercicio y la cabeza me daba vueltas.

- Wow, con cuidado nena... muy bien. - dijo el sujeto soltando mi mano cuando hube recuperado el equilibrio.

- Gracias. - musíte tímidamente

- No hay de que preciosa- contestó.- ... ¿eres nueva por aquí cierto?.

- ¿Es tan obvio?. - pregunté en un suspiro.

- Si, un poco, pareces completamente perdida. - vaticinó. No podía ver su cara pero por su voz parecía que estaba sonriendo. - Quiero decir, todos aquí saben que la calle principal de la ciudad pentagrama es la más peligrosa de todas, sobre todo a esta hora de la noche, pues nunca sabes cuando te  toparas con traficantes, mafiosos o peor aún con un poderoso overlord.

Me encogí de hombros algo apenada. Era obvio que este sujeto sabía mucho de el infierno y yo aún tenía mucho por aprender si quería sobrevivir. 

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