five

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El jueves por la mañana Jungwon y su madre salieron de compras después del desayuno, hicieron la típica lista porque se dieron cuenta que faltaban más cosas de las que la mujer había mencionado y se le rompió el corazón al tener que dejar a Maeumi en la casa, pues no permiten perros en el supermercado y nunca lo ataría afuera o dejarlo esperando en el carro. Eso es muy cruel.

Él se hallaba manejando el carrito lleno y su madre tachaba la mercadería desde notas en su teléfono. Estaban pasando una linda mañana de madre e hijo, una que no tenían desde hacía mucho debido a que sus progenitores, en su momento, estaban más energéticos en discutir que en pasar tiempo con él. Y a la vez, es... extraño, su mamá se comportaba de una manera muy extraña, se había despertado radiante, amorosa y con potentes ganas de consentirlo en lo que sea. Consiguieron el cacao con éxito y era lo único que estaba dispuesto a pedir porque se considera un hijo simple, pero se empeñó en continuar malcriándolo ofreciéndole mucho más.

—Ma, no estoy viendo el alimento de Maeumi, ¿todavía no pasamos por el pasillo de mascotas?  —Jungwon le consulta moviendo algunas cosas en el carrito que por poco y se cae el maple de huevos. —Me gustaría llevarle premios también.

—Ya lo pasamos... está en el pasillo del fondo, hijo. ¿Quieres buscarlo tú? Yo por mientras haré la fila antes de que se siga llenando de gente.

Jungwon asiente mostrándole una sonrisa y se encamina hacia aquel rincón avisándole que no se tardaba. Era un mercado grande y se componía por decenas de góndolas decoradas con guirnaldas y un arbolito cada tres pasillos, podrías encontrar allí cosas de cualquier tipo, y particularmente estaba repleto de personas a causa de las fechas festivas próximas.

Después de un largo tramo con la canción que sonaba en el parlante tarareando en sus labios, dobla a su izquierda al visualizar el cartel "mascotas". Maeumi era muy distinto a él, del tipo exquisito, no le gustaba probar marcas de alimento diferentes ni tampoco se conformaba con las de baja calidad, era un can caro.

—No estaría viendo que esté tu comida... —murmura haciéndose de puntitas porque para el colmo colocan los paquetes en los estantes de hasta arriba, y no es que fuera tan bajo tampoco, pero esa altura lo superaba un poco. Retrocedió unos pasos para tener una visión más amplia y una sonrisa se pinta en sus labios al notar la última bolsa en el fondo. —Mierda... ¿Cómo haré?

Movió un poco sus hombros como si estuviera preparándose para una pelea legendaria y apoya su cuerpo en el estante estirando su brazo al máximo de su elasticidad, sentía el vacío en sus dedos y los movía con la esperanza de al menos rozar el objeto, pero no había caso. No fue hasta que vio como una mano más grande que la suya lo rebasa y asoma el paquete hasta que su tacto lo siente, sus latidos aumentaron sin razón aparente y pensar en voltear le ponía los vellos de punta.

—Muchas gracias... —Jungwon agradece presionando el alimento en su pecho dudando en si voltear. Sus pies giran indecisos sobre sí y chocan estrepitosamente con una presencia que le resultaba conocida. Habría sido demasiado dramático que se tratara de Jay, no podía imaginarse cuán de película se hubiera visto eso; sin embargo, este muchacho de lentes rectangulares lo hizo parpadear un par de veces al intentar recordar sus facciones.

—De nada. —aquel azabache lo sorprende por su tono grueso de voz y acomoda las gafas en el puente de su nariz. —Aunque no eran para ti.

Jungwon de pronto queda encerrado en una incógnita cuando el más alto le arrebata el paquete de sus manos y lo abandona. Estaba atónito, pero ello no le impidió seguirle el paso para reclamarle.

—¡Oye, eso es mío! —Yang le recrimina tratando de rebasarlo para detenerlo, aunque sus zancadas no estaban siendo muy bien calculadas, había mucha gente.

𝙬𝙖𝙫𝙚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora