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Hacía mucho frío, el clima a estas alturas del año era demasiado bajo para su gusto, dormir abrazado a Niki lo apaciguaba un poco, pero estar fuera de la cama era todo un reto debido a que al instante todo su cuerpo se congelaba.

Luego de la siesta, se levantaron a regañadientes a organizar una merienda calentita para los tres, cada uno envuelto en una manta y con una taza de té entre sus manos tomaron lugar en el hogar, allí se quejaron mucho al respecto del clima como si fuera que de esa forma algo cambiaría, también rieron cuando Maeumi casi le tira la taza a Jungwon al brincar a sus piernas y después de la cena, la mujer se regresó al baño a desechar todo lo que había comido. Les resultó raro, más a Jungwon porque ya no estaba considerando normal que vomitara tan seguido cuando estuvo tan complacida al llenar su estómago. Le sugirió ir al médico porque tal vez no era un simple dolor de estómago como ella le decía, sin embargo, se encargó de darle todas las excusas que se le ocurrieran para no ir.

A la mañana siguiente, resulta que se levantaron un poco más tarde de lo normal con el japonés, pasaron la mayor parte de la madrugada mirando películas en la laptop y escabulléndose en la cocina a buscar provisiones, por poco y prenden fuego la cocina por querer preparar palomitas con caramelo, les dolió mucho el estómago por aguantarse la risa porque les salió literalmente todo mal, y es como si durante las altas horas de la noche, por alguna razón, fuera más gracioso. Si estuviera Sunoo, hubiera sido mucho peor, de los tres no hacían una.

Por ende, eran pasadas las dos de la tarde y aún se encontraban en la cama, su madre los había levantado cientos de veces, pero más o menos por la séptima llamada se cansó de gritar o de ir hasta la habitación solo para ver que estaban más dormidos que la última vez que los fue a revisar.


—Niki... tu teléfono... —Jungwon adormilado le reclama, el sonido insoportable de una llamada lo había despertado de un maravilloso sueño. Se remueve en la cama dándole la espalda al aludido y también a la ligera claridad que muy apenas se filtraba por sus cortinas, odiaba la luz por las mañana. —Tonto... es muy molesto.

—Déjalo sonar, ya van a cortar.

El rubio siente el vacío a su lado al su amigo haberse alejado apenas unos muy minúsculos centímetros de él, mueve su cuerpo cual gusano buscando de nuevo el calor y su frente choca contra la espalda de Jungwon, su humanidad vibra ante un escalofrío y frena los impulsos de abrazarlo. No obstante, otra llamada entrante hace que el castaño se hartara y se irguiera en el colchón, tantea en su mesa de luz del otro lado de la cama el móvil del rubio, porque sí, Jungwon ocupaba el lado de la pared, y revisa el identificador.


—Es tu papá, atiende.

—No.

—Al menos para decirle que estás conmigo, así los dejas tranquilos de que estás en un lugar a salvo.

—Díselo tu.

—¿Y si me pregunta por ti?

—Invéntale que me morí o algo, así sienten culpa.

—¡Niki! —Jungwon le regaña al mismo tiempo que espabila su sueño fregando sus ojos, suelta un bostezo demasiado largo y aclara su voz antes de finalmente atender la llamada. —¿Hola?

¡Al fin nos atiendes, mocoso! ¿Tienes una idea acaso de cuán preocupado nos tienes con tu madre? Casi que llamamos a la policía para averiguar en dónde te habías metido. ¿Cómo vas a huir de esta forma en estas fechas? ¿Quieres matarnos de un susto?

—No soy Niki, señor Nishimura, soy Jungwon. —dice sintiéndose abatido por lo que había oído, de verdad se habían preocupado mucho por su hijo. Baja la mirada a su lado y allí yacía el rubio con los ojos cerrados, agarra el borde de la manta y vuelve a cubrirlo hasta la altura de su cuello ya que al levantarse lo destapó.

𝙬𝙖𝙫𝙚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora