4. "Maneras de ser"

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"Maneras de ser"

Porque no tengo más nadie
Que pelear más que conmigo
Porque eternos como el tiempo
Son las noches y el vacío

(Loca, Tan Bionica)

29 de Enero de 2024

Las mañanas de resaca no eran algo que Magalí disfrutara particularmente pero, desde hace un tiempo, se habían vuelto cosa habitual de cada fin de semana. El pasado sábado creyó que era una buena idea salir a algún lugar para explorar las maravillas de la nocturnidad porteña, con nada más que unos cuantos pesos y un labial vencido. Siempre que salía buscaba dejar de sentir todo eso que la ahogaba hasta el punto de desear dejar de respirar.

Esta ocasión no fue la excepción y no podía entender cómo esa era la única forma de vivir que encontró para sentirse más a gusto consigo misma, siempre al borde del precipicio. Salir sola le permitía además, alejarse de las miradas de preocupación de sus amigos y fingir, al menos por un rato, que sabía exactamente lo que estaba haciendo. Lamentablemente, esta no era más que otra de las mentiras que se decía a sí misma.

Todavía seguía amparándose en su mísera existencia cuando sintió que el otro lado de la cama se movía de golpe. Giró sobre su eje sólo para encontrar a un hombre que ya la miraba con una media sonrisa libidinosa mientras le acariciaba el borde de los muslos, ahí donde la remera que le había prestado no alcanzaba a cubrir.

A Magalí le dio asco ese tipo que no hizo más que tratarla como una muñeca de trapo, sometiéndola a sus propios gustos y manipulándola con piropos banales para hacerle creer que ella deseaba eso tanto como él. Aún así, entendía que en cualquiera de sus noches, él debía haber sido lo más "decente" que pudo encontrar. Intercambiaron breves comentarios sobre la performance de cama, como a ella le gustaba decir y, cuando él le propuso prepararle algo para desayunar, ella le dijo que sí sólo para empezar a buscar su ropa ni bien él salió de la habitación.

Tardó un par de minutos en encontrar sus zapatos y su cartera. No tenía plata ni batería en su celular así que tuvo que caminar varias cuadras ante de descubrir en qué barrio estaba. Afuera, el sol calaba hondo en su piel, dificultándole un poco la concentración cuando descubrió que tendría que hacer más de veinte cuadras para llegar a su departamento.

Sentía calor y náuseas, fruto de la cantidad de alcohol que había ingerido. Al mismo tiempo, la suciedad que cubría su cuerpo era un claro reflejo de lo mal que se sentía. Esas eran las consecuencias y el bajón anímico después del éxtasis que no hacía más que propagar su suplicio. Para colmo, también tenía hambre pero no de cualquier cosa sino de las medialunas de manteca que podía oler a la distancia.

Le tomó un par de horas en llegar hasta su casa, no por la distancia sino porque literalmente "arrastraba los pies" dado el sueño y sobre todo, el agotamiento emocional con el que cargaba. Ni bien entró puso a cargar el celular y se fue a bañar. El agua caliente la ayudaría a despertar y despejarse un poco. Esta era otra de esas madrugadas, puesto que apenas eran las seis de la mañana, donde le tocaba analizar los pedazos rotos de otro fin de semana sin control por su propia integridad.

Media hora después ya estaba tomando unos mates con burrito en la soledad de su "hogar". El sonido centellante del teléfono la puso alerta. Tenía mensajes del hombre en cuya cama había despertado y que ahora sabía, se llamaba Fernando. Algunas notificaciones de Instagram a las que nunca les daba bola como las promos de Avon y los cupones de descuento del supermercado.

Lo más relevante era un audio de Elena, donde en escuetos dos minutos ella le avisaba que venía a Buenos Aires con su beba para pasar unos días con ella:

Ganas de verte (Pablo Aimar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora