14. "Que hable de vos"

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"Que hable de vos"

"Cuando te veo sonreír
Todo mi ser se ríe con vos
Y si te veo lagrimear
Me entra la desesperación"

(Rompecabezas de amor,
Las pastillas del abuelo)

–Perdón el desorden... No sabía que venías, ¿por qué no me dijiste?

–Sí... le pregunté a Elena, por cómo estaba todo y me dijo que estaba bien, que podía pasar cuando pueda. ¿No te molesta, no?

–¡No, no, cómo me va a molestar! Me sorprendió nomas. Encima estoy en pijama y con esta gorda que todavía no comió pero pasá nomás, ponete cómodo.

–¿Necesitás ayuda?, por la bebé digo.

–Mmm, dejé sus cosas en la cocina. ¿La podés tener un rato así las voy a buscar? Voy y vengo.

–Sí, sí, dámela. Hacé tranquila.

...

Una hora más tarde Magalí todavía tenía dando vueltas la imagen de Pablo dándole la mamadera a su sobrina. Una postal que la embriagó de una profunda ternura al ver lo paciente y dedicado que él era en su faceta de "papá". Le revolvió el estómago verlo así de concentrado y dedicado, cuidando a la pequeña Olivia con toda esa paz dedicada que tanto lo caracterizaba. A Olivia también parecía haberle gustado el calor de su compañía porque se quedó dormida en sus brazos ni bien hizo el "provechito".

Ahora, después de llevar a la bebé a su cuna, Magalí le ofreció a Pablo unos tímidos mates que tuvo que acompañar con un paquete de Pitusas a falta de algo más digno de ofrecer... La primera ronda pasó en un silencio sepulcral que ocultaba la tensión entre ambos. Pablo no quería presionarla para que ella hablara, tratando de evitar hacerla sentir que le debía algún tipo de explicación. Para Magalí, el no saber cómo abordar el tema se le juntó con la adrenalina de tenerlo ahí, en su casa, a escasos metros de distancia, sin saber cómo tratarlo después de todo lo que él estaría pensando sobre ella...

–Pablo yo... quiero pedirte perdón, de nuevo, por lo que pasó esa mañana. Yo... bueno, vos sabés que no me gustó que vieras eso de mí y de verdad, no era algo en lo que vos te tendrías que haber metido pero lo hiciste así que, también te agradezco por eso y por esto, que eh... que quieras seguir siendo mi amigo después de todo y...

–Ey hermosa, miráme, está bien, ¿sí? Ya te dije, no me tenés que explicar nada. Y... si estoy acá es porque sé que sos una buena persona y... sé que vale la pena conocerte y también sé que no me voy a arrepentir.

–De verdad quería salir con ustedes...

–Jajaja bueno, ya se va a dar. Tenemos todo el tiempo del mundo. Lo importante es que vos estés bien, ¿sí?– Sentir la calidez de la voz de aquel hombre cuyo acento cordobés la llevaba a imaginar mil y un escenarios de delirios era para Magalí como un bálsamo de calma. Ello sin contar el deleite de sus manos entrelazadas donde él acariciaba sus nudillos mientras la miraba con tanto cariño que sentía que podía derretirse ahí mismo.

Ella sabía que todo esto que estaba pasando entre ellos era tan incierto que la asustaba al punto de querer alejarse para evitar lastimarlo en el futuro. Sin embargo, él no la estaba ayudando en nada cuando la hacía sentir así de plena, en calma y tan llena de amor que era imposible imaginar transitar cualquier camino hacia algo mejor sin pensar en Pablo dentro de la ecuación.

No podía jugar con él después de que se mostrara tan abierto a acompañarla aun a pesar de saber todos los problemas que ella acarreaba. Así que se propuso mantener una postura de honestidad brutal con el segundo hombre en su vida, después de su papá, que estaba dispuesto a escucharla y entenderla aun si ni ella misma podía expresar con claridad todo lo que la atormentaba.

Ganas de verte (Pablo Aimar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora