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Sujeto de transcripción de memoria: Gobernadora Tarva, de la República Venlil

Fecha [hora humana estandarizada]: 12 de Julio del 2136

Han habido tan solo dos casos conocidos en la galaxia de especies depredadoras que han logrado alcanzar la sintiencia.

Los arxurs fueron los primeros de ellos en ser descubiertos y, como anomalía, despertaron la curiosidad de la Federación. Según hipótesis anteriores sobre la inteligencia, su existencia era imposible. La sabiduría convencional afirmaba que sólo la cooperación conducía a un pensamiento superior, que a su vez conducía a la formación de sociedades tecnológicas. El instinto natural de agresión de un depredador debería haber limitado su evolución.

Pero resultó que había otro motivador para el progreso tecnológico; la guerra. Los arxurs disfrutaban matándose los unos a los otros y, al hacerlo, lograron abrirse paso hasta una era de la industrialización. Su guerra era tan mortífera que temíamos que se extinguieran antes de que pudiéramos estudiarlos.

La Federación vio su crueldad, pero en nuestra ingenuidad pensamos que podíamos cambiarlos. Si los eleváramos, no habría ninguna razón lógica para que persistan en sus formas destructivas. Así cometimos nuestro peor error: decidimos intervenir.

Fue por nuestra amabilidad que desatamos a los peores monstruos de la galaxia. Les dimos a esos maniáticos genocidas los medios para escapar de su planeta y, prácticamente, los invitamos a nuestras puertas. En su momento la Federación era un blanco fácil para ellos y se propusieron reclamar nuestros territorios como suyos. Incendiaron muchos mundos, esclavizaron a millones y secuestraron y criaron a nuestros hijos como si fueran manjares. Nuestras súplicas de clemencia cayeron en oídos sordos; después de todo, los depredadores no tenían ningún sentido de compasión al que apelar.

La Federación se unió para rechazarlos y comenzó la guerra incesante por nuestra supervivencia. A partir de ese momento, se acordó que no se podía permitir que ninguna especie depredadora pudiera alcanzar las estrellas. Los de su clase eran una amenaza demasiado grande para el universo civilizado.

Ahora, poco conocido por el público, los científicos descubrieron un segundo depredador sapiente hace unos siglos. Al igual que los arxurs, masacraron y cometieron atrocidades contra los suyos; era visible en sus transmisiones. La Federación votó a favor de exterminarlos, antes de que fuera demasiado tarde.

Pero mientras pasábamos décadas redactando planes de exterminio, se detectaron cientos de explosiones nucleares en toda la superficie del planeta. Nuestros estrategas concluyeron, con una sombría sensación de alivio, que se habían aniquilado a sí mismos. La especie fue olvidada y mencionada tan sólo como un asterisco del estatus del único depredador arxur.

Sin embargo, ahora mis asesores estaban investigando todos los registros de estos depredadores en Internet, ya que había una nave entrante a nuestro mundo, con un rastro subespacial que apuntaba al planeta nombrado por sus antiguos habitantes como Tierra.

—Gobernador Tarva —mi asesor militar, de nombre Kam, estaba cada vez más impaciente. Era obvio que quería ser autorizado para actuar—. Por favor, se lo ruego, debemos intentar abatirlos.

—¿Estás seguro de que no podemos evacuar el planeta? —pregunté yo.

Kam tan sólo suspiró.

—Ya sabe la respuesta a eso, señora. Estaban dentro del alcance orbital cuando los detectamos. Ya es demasiado tarde.

Hice una mueca. Cada retransmisión supraluminica estaba transmitiendo una señal de socorro planetaria, desde el momento en que identificamos la nave intrusa. Fue en vano, por supuesto: nuestros aliados de la Federación tardarían horas en llegar hasta nosotros. Para cuando lo hagan, nuestro mundo ya estaría reducido a escombros. Pero al menos alguien investigaría nuestra muerte y, con suerte, juntaría las piezas.

La Naturaleza de los DepredadoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora