Entrada 3

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Sujeto de transcripción de memoria: Gobernadora Tarva, de la República Venlil

Fecha [hora humana estandarizada]: 12 de Julio del 2136

El recorrido por la Mansión del Gobernante comenzó sin incidentes y mis nervios empezaban a calmarse. Los dos humanos nos seguían a Kam y a mí, haciendo preguntas relacionadas con todos los temas bajo nuestro sol: cultura, historia, política; no podían absorber información lo suficientemente rápido. Si alguna otra especie hubiera llegado a nuestra puerta con tanta curiosidad infantil, su entusiasmo hubiera sido alabado.

Demonios, si uno no miraba a los humanos, casi podría olvidar que eran depredadores.

Puse a mi cerebro en modo piloto automático, mientras conducía a nuestros "invitados" a la siguiente parada: mi oficina. Sin embargo, en el momento en que abrí la puerta, me di cuenta de que había cometido un terrible error. En el pánico de esta mañana, había dejado un televisor encendido, y en la pantalla, las noticias mostraban imágenes de refugios antiaéreos en todo el planeta. Los avisos gubernamentales se reproducen en bucle de fondo. Estaban hablando con bastante franqueza sobre la incursión de los humanos y la probabilidad de bajas masivas.

Quise apresurarme a apagarlo, pero ya era tarde. Los humanos se acercaron a la pantalla y miraron en silencio. No habían estado tan callados desde que empezamos el recorrido. Ver masas de gente, apiñadas y llorando, debió de haber despertado algo en ellos.

—Me preguntaba por qué había tan poco personal aquí. Tampoco ningún periodista —finalmente habló Noah—. Todos han sido evacuados, ¿no es así?

Miré hacia abajo.

— ... Sí.

—Pensaron que estábamos aquí para atacarlos. —Hubo un destello de algo en sus ojos marrones y se llevó una mano a la frente— Dios mío... Sara, ¿ves cómo nos miran? Creo que todavía creen eso.

—¿Es eso cierto, señora Tarva? —preguntó Sara—. ¿Cuál cree usted que es nuestro propósito?

El pánico revoloteaba en mi pecho. No había manera de brindar una respuesta convincente. Retrocedí unos pasos, mirando a los humanos con recelo. Negar la acusación sería descartar su inteligencia; se darían cuenta de cualquier engaño adicional. El silencio era una forma de confirmar sus sospechas, sin tener que expresar nuestro terror.

Kam, sin embargo, estaba ansioso por responder:

—Matarnos. Y pasarlo genial alargándolo.

—¡No! ¡No, no, eso no es PARA NADA cierto! —chilló Noah—. ¡No queremos hacerles daño! Miren, si quieren que nos vayamos, lo haremos.

—Nunca quisimos causar miedo ni perturbar sus vidas —apoyó Sara, levantando lentamente las manos—. Sólo queríamos conocer a otras personas... otras personas como nosotros...

—No hay otros "como ustedes" —gruñó Kam.

—¿Es cierto? —cuestionó la humana; señaló una imagen 3D en mi escritorio, con un brillo duro en sus ojos—. ¿Qué hay de ellos?

La fotografía en cuestión era mía, en una conferencia con docenas de líderes de la Federación. Era obvio para cualquier observador inteligente que esas diversas formas de vida no eran venlils. ¿Qué se suponía que debían pensar los humanos, al vernos cómodos con otros alienígenas? Debían preguntarse por qué les teníamos tanto temor. Me maldije por mi otro descuido tan descarado.

—Tienes razón —logré hablar, aunque mi voz era apenas más que un susurro—. No son de este mundo. Como ustedes.

—¿Cuántas especies inteligentes hay... que conozcan? —inquirió Noah, tras aclararse la garganta—. ¿Cómo se conocieron?

La Naturaleza de los DepredadoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora