Entrada 2

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Sujeto de transcripción de memoria: Gobernadora Tarva, de la República Venlil

Fecha [hora humana estandarizada]: 12 de Julio del 2136

Un escalofrío recorrió mi espalda, y no fue sólo por el aire helado. La idea de estar tan cerca de un depredador me ponía la piel erizada, pero ya era demasiado tarde para dar marcha atrás. Lo único que pude hacer fue observar, con mudo horror, cómo la nave humana apagaba sus motores y desplegaba una rampa de aterrizaje. Los dos primates marcharon hacia suelo venlil y reprimí un gemido. Esto se sentía como una pesadilla de la que seguro me despertaré en cualquier momento.

Noah y Sara se maravillaron con su entorno, con los ojos muy abiertos y fascinados. Sus miradas se detuvieron en la intrincada mansión detrás de ellos y luego se desviaron hacia la silueta de la ciudad, en la distancia. La forma en que giraban la cabeza para mirar a todos lados era asombrosa. Los amenazadores ojos de un depredador no ofrecían esa visión periférica de la que las presas gozábamos, eso estaba claro.

No había manera de que aprecien la belleza de nuestra arquitectura, me dije. Un pensamiento siniestro se deslizó por mi mente: «¿Acaso sólo habían aterrizado para explorar un escenario de invasión?»

La vista de Noah se posó en nuestro enviado diplomático y caminó hacia nosotros, sin ninguna vacilación. Sólo habíamos tres personas presentes: Kam, mi asesor diplomático Cheln, y yo. Sabía que estábamos haciendo una actuación lamentable, pero había sido casi imposible persuadir a alguien más para que nos acompañara.

—Escuchen —les susurré a mis colegas—, necesitamos actuar con normalidad. Sin miedo ni emoción.

—No puedo creer que los hayas invitado aquí —comentó Kam, moviendo las orejas con disgusto.

—Estamos ganando tiempo para que llegue la Federación —le respondí.

—¿Pero cómo puedes siquiera mirarlos? ¿Quieres hablar con esas... cosas durante horas?

—Por supuesto que no. Pero la otra opción es otra guerra con los otros depredadores, y ve qué tan bien nos está yendo con los arxurs. Si existe una pequeña posibilidad de evitar el derramamiento de sangre, la aprovecharé. Felizmente.

—Debimos haber derribado esa nave del cielo mientras teníamos la oportunidad. Si esperas que reciba a estos humanos con los brazos abiertos, eso no sucederá.

—¡No debes hacerlos enfadar! —espeté—. ¿Está claro?

Kam resopló, y yo temí que esa fuera una respuesta en sí misma. Sin embargo, no hubo tiempo para persuadirlo, ya que los dos humanos se habían acercado al alcance del oído. Recé para que mi consejero entrara en razón y guardara sus pensamientos para él mismo. Necesitábamos dar lo mejor de nosotros si queríamos deshacernos de las bestias pacíficamente.

Mantener una apariencia de fuerza era importante, aunque sólo fuera para disuadir a los humanos de diezmar nuestro hogar. Tratar de irritarlos era una cosa distinta; era casi suicida. Los depredadores prosperan con la afirmación de dominio, por lo que dudaba que rechacen un desafío descarado.

—Gobernadora Tarva —saludó Noah y se detuvo a unos pasos de nuestro grupo, mostrando sus dientes—. Es un placer conocerla en persona.

Mi corazón latía con fuerza y ​​el miedo corría por mis venas en un cóctel espantoso. No había peor señal visual en la galaxia que hacer alarde de los colmillos. La amenaza que comunicaba se sentía mucho más tangible en persona que en videollamada. Me apoyé sobre mis pies, tratando de luchar contra el mareo.

Se escuchó un ruido sordo a mi lado y me di cuenta de que era Cheln golpeando el pavimento. El desmayo de mi asesor diplomático no tenía buena pinta, lo sabía. Incluso Kam tenía las orejas pegadas a la cabeza, olvidando sus fanfarronadas anteriores.

La Naturaleza de los DepredadoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora