XII. MUJERIEGA

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Villanelle esa misma noche estaba en su cocina preparando una cena. Ya vestida con un pijama más reservado y los cabellos recogidos sin elegancia sobre su cabeza.

Se acomodó más sobre la barandilla de la mesada dándole la espalda - siento que debería ir más despacio... ¿qué piensas? - preguntó al teléfono.

Una risa escandalosa le respondió directo en su oreja. Vibrando sensible ante la rasposa y seca carcajada de Konstantin que sin necesidad de poner la llamada en voz alta se oía a la perfección por su volumen - tú... tú te disfrazaste... - y allí iba otra vez, mucho más frustrada con la nueva risa mucho más burlona que la anterior.

- Deja de reírte Konstantin - miró hacia el suelo ofendida, le irritaba ser molestada por quien tendría que ser el molestado, se sentía una pequeña de diez años.

- Entonces no me des motivos para hacerlo, VILLANELLE - otra carcajada más. Ignorando el característico aviso de enojo en la personalidad de su hija al llamarlo por su nombre.

- Uhhgg - se quejó enderezándose sobre su postura - eres tan molesto - puso la llamada en voz alta y comenzó a preparar su tarta de carne, siguiendo cada uno de los pasos anotados en el papel frente a sus ojos.

- Y tú eres una inteligente mujer que para conquistar a alguien te disfrazas de mimo... - la rubia se quedó muda enviando todo su temperamento al teléfono, deseando aventarlo en la cacerola hirviendo para no escucharlo más.

- Eso no es justo papá... - relajó derrotada sus hombros, comenzando a sentirse herida sinceramente - ¡sabes que fue mi mejor jugada! Tú no la viste, pero quedó pasmada de sólo verme.

- ¡OH SI! claro, y yo me llamo Niko... - rio a secas alegre. Sin saber que del otro lado su hija se había congelado deteniendo todos sus movimientos.

La mirada de esos iris avellana cayó en rebote a sus pies, instantáneamente sintiendo un dolor que atravesaba sus omóplatos, hombros y cuello. Apoyando las palmas de sus manos en el borde del material de la mesada para buscar apoyo y escondiendo su cabeza hacia el suelo. Odiaba ese nombre, lo detestaba. De todos los que podría elegir Konstantin para hacerle una broma porque había tenido que escoger justo ese.

- ... Sigues ahí? - cambio el tono de voz de su padre, ya que los segundos que se mantuvo callada sin mover un pelo podían dar a entender que simplemente había finalizado la llamada.

- Así es como llama - explicó bajito, aturdida por su propio timbre de voz de repente.

- ¿Quién? - hizo una pausa - ¿quién se llama así Villanelle? - preocupado indagó en terreno peligroso.

- Él... - inhalo profundamente por su nariz unos dos segundos, tratando de apaciguar sus celos fervientes - el esposo de Eve.

- Mierda - unos sonidos de un material estirándose le daban una idea de que pudo haberse puesto de pie - ¿qué sabes de él? ¿ella te habló sobre ese hombre?

- No hizo falta... - sonrió triste, capturando la visión de la morena en su mente - todo su rostro, su cuerpo, sus palabras, hasta sus expresiones, me lo transmiten - elevó sus ojos y pausada prosiguió con sus movimientos - es algo aterrador sabes...  verla es como ver de alguna manera la sombra de su esposo - metió la bandeja en el horno y cerró la puerta para que se horneara la tarta - todo el tiempo está envuelta en una especie de actitud rara que no logro descifrar... - tomó el teléfono y arrastrando sus pies se sentó en la mesa donde horas antes había estado con Eve - siempre está vigilante, cuidadosa, con todo.

Las palabras faltaron en respuesta del otro lado, pero la comodidad del silencio en la llamada la reconfortó. No esperaba un concejo ni tampoco una reprensión, así que la respiración pausada que provenía de su padre era suficiente para ella. Él estaba ahí escuchándola. Eso bastaba.

Mi Profesora De FrancésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora