XVII. CLICHÉ

281 14 1
                                    

La noche se sentía fría al salir con los pies arrastrándose fuera de su edificio. El clima triste, con brisas que helaban la punta de su nariz y el borde superior de sus orejas, golpeando sin pena sobre sus mejillas que todavía ardían por las lágrimas que había derramado.

La ventanilla de su auto permanecía entreabierta durante el viaje, con su vista puesta en las calles de la ciudad que parecían lucir imperturbables a sus problemas sentimentales. Su mano derecha al mando del volante, con los dedos medio y anular ejerciendo la mayor presión, y sobre su regazo, su teléfono con el sonido al máximo y la vibración encendida por si Eve se contactaba con ella. Un escalofrío recorrió su columna dorsal, cayendo en cuenta de que solo pensar en su nombre la afectaba, desglosando el maremoto de complejidades que eran esas tres inconfundibles letras en su vida, como si todos los procesos en los que trabajaban arduamente sus neuronas estuvieran siempre relacionados a la morena. Y lo peor, Villanelle sabía que no podía culparla a la mujer por provocarle taquicardias constantes, ya que ella misma se había permitido dejarse llevar a este punto sin camino de vuelta.

Una media sonrisa, triste, pero segura, brotaba de una de sus comisuras. Recordando la imagen clara de la escena antes de dejar a la mujer mayor sola en su departamento, repitiéndose sin pedirlo en su mente, y alegrando inevitablemente un poco de su humor:






MINUTOS ATRÁS:


- TOC TOC TOC - Villanelle golpeó fuerte con sus nudillos la puerta del baño.

- ¡Espera! - la morena se alarmó visiblemente a través de su voz aguda que sonaba con sorpresa, con algunos sonidos del agua moviéndose bruscamente que llegaban a los oídos de la rubia.

- No voy a entrar Eve... - aumentó el tono de su voz para que pudiera escucharla, pero con una suavidad presente - sólo quiero preguntarte algo - empujó la manija de la puerta hacia abajo desbloqueando la cerradura, manteniendo la puerta entre una fina línea abierta. Recibiendo una oleada de aromas en sus fosas nasales que casi que la invitaban a unirse a la mujer en el interior de la habitación, con la fragancia reconocible de Eve destacando en un conjunto homogéneo junto a las velas aromáticas.

- Ohh está bien Villanelle, entra, DIGO... em te-te escucho, te escucho - se mantuvo en silencio, y unos comentarios ilegibles a continuación hicieron pensar a la joven que seguro la mujer estaba maldiciendo para sí misma.

Una pequeña sonrisa burlona amenazó con formarse en sus labios - ¿Cuál es la contraseña de tu teléfono? - asomó entre la pequeña abertura de la puerta, la pantalla encendida, directo a la visión de la mujer.

El sonido del agua en movimiento sonó devuelta, pero esta vez mucho más fuerte - ¿Para qué quieres mi contraseña? - se oyeron varias gotas cayendo, y varias pisadas acercándose. Hasta que un golpe sonoro hizo vibrar el suelo bajo los pies de la rubia.

- ¿Qué pasó ahí dentro? - intentó abrir la puerta en un movimiento inconsciente.

- NO ENTRES - chilló ahogado.

Villanelle arrugó sus cejas y espero impaciente detrás de la puerta, sintiéndose una completa extraña en su propio departamento, obligándose a obedecer a su petición - Al menos dime que no te estás desangrando en el piso de mi baño Eve - sarcasmo absoluto - eres mucho más inteligente que eso.

- Puedes cerrar la boca... - expulsó un pesado gemido de dolor - maldición... - otro gemido grave, y Villanelle se acercaba más para escuchar del otro lado de la puerta - acabo de resbalarme contra tu estúpido, horrible, y exageradamente reluciente piso Villanelle.

Villanelle entrecerró sus ojos en desacuerdo con su elección de palabras - Es un azulejo importado Eve, muestra un poco de respeto - mencionó con sarcasmo de forma divertida, realizando al instante que seguro Eve estaba apretando su mandíbula irritada en respuesta. Así que, esforzándose, lo intentó de nuevo, esta vez ablandando más su tono, y pensando muy bien antes de hablar - ¿Necesitas que te ayude? - aclaró su garganta incómoda, dando paso a una seriedad ronca.

Mi Profesora De FrancésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora