IX. BORRACHERA

242 13 0
                                    

- ¡¿Villanelle le mentiste?! - un grito le hizo alejar el teléfono de su oreja.

- ¡SIII!... - respondió devolviéndole el grito de igual manera - qué tiene de malo?

- ¿Qué tiene de malo?... Por el amor de dios, cuando pase el bendito mes, acaso pensaste en qué diablos vas a hacer? - vaya, sí que estaba molesto.

- Eso lo resolveré en el momento no te preocupes, es lo último en lo que pienso, seguro me desaparezca de su vista o algo así - colocó su teléfono entre el contacto de su hombro y oreja, ejerciendo presión para que no cayera sobre la ensalada que se estaba preparando.

- Villanelle...

- Sí? - su voz alegre.

- Ella trabaja en tu maldita universidad, como que vas a desaparecer de su vista, estas loca! - volvió a elevar el tono grave, con una leve agitación en su voz, dándole a entender a la rubia que la persona estaba caminando de un lado a otro, común en su comportamiento cuando se encontraba estresado.

- Bueno... eso es exactamente lo que ella dijo - rio sarcástica.

- Fuiste demasiado lejos esta vez.

- Tranquilo papá, voy a ser una buena chica, no es como que planeo romperle el corazón o algo así - se chupó los dedos limpiando los rastros de comida en su piel.

- No es eso - liberó un pesado suspiro al otro lado de la llamada Konstantin.

- Entonces qué es? - elevó su mirada y tomó finalmente el teléfono entre sus manos en una posición más cómoda.

- Tengo miedo de que esa mujer te rompa el corazón a ti.

Eso la descolocó. Paralizando cada uno de sus movimientos.

Desvió su mirada a un punto insignificante de su departamento, golpeada con la sinceridad de temor. Su ansiedad presionando en su pecho comenzó a alentarla a sobre pensar todo. No era la primera vez que Konstantin opinaba del tipo de mujeres con las que se relacionaba, porque después de todo, era quien velaba por la seguridad Villanelle, pero si era la primera vez en que el hombre se preocupaba por sus sentimientos, incluso antes de que pasara absolutamente nada con alguien.















El día arrancaba gris, con los reflejos a través de los cristales que le permitían a Villanelle ver el exterior. Las nubes abrazando cada espacio de azul brillante en el cielo, dando una visión casi melancólica, pero a la vez de una fresca mañana a pocas horas de haber salido el astro sol. La rubia desde la comodidad de su cama king buscaba débil ocultar sus parpados de la luz que ingresaba por las ventanas, iluminando toda su habitación a pesar del clima cubierto sin ningún intervalo de luz radiante.

Su cabeza se sentía pesada en la gravedad de su almohada, presionando los laterales de su cráneo en un dolor punzante que le dificultaba apenas a abrir sus ojos borrosos. No tenía idea de qué día era, qué hora era, ni mucho menos porqué la sensación amarga en el fondo de su garganta ardía contra su lengua. Parpadeando un poco más consciente se percata de un estorbo a su lado, sintiendo un hundimiento que tenía respiración propia y templada contra su cuello. Asustada abrió sus ojos de golpe y parándose como pudo se levantó de la cama, generando un dolor escalofriante en su cabeza, tan así que se abstuvo a entrecerrar sus ojos al ver al cuerpo que la acompañaba sin despertar. 

- !Ey! ¡Tú! ¡Despierta! - gritó sin vergüenza a la curvilínea dama que demasiado lento arrancaba a encender su cerebro - dios, levántate! - agarró una almohada y se la tiró a su rostro.

La mujer igual de somnolienta o incluso peor asesinó con la mirada a la rubia - ¿qué pasa contigo? ¡detente! - se tapó los ojos adolorida por la claridad de la mañana.

Mi Profesora De FrancésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora