V. DOLORES

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La morena se encontraba de espaldas de la puerta de su oficina. Ágiles manos en automático ordenando cada uno de los papeles apoyados sobre la mesa de madera frente a ella. Su mente tan perdida. Tan confusa. Sólo pensaba una, y otra vez, en el amargo recuerdo de como la joven le jugó una broma tan corriente, de cómo pudo reírse en su propia cara con desmedida malicia estando al borde de las lágrimas, de cómo sus ojos avellana la reflejaban a sí misma en sus iris perversos.

El sonido rechinante de la puerta la sacó de su cabeza, volteando para encontrar que su intimidad había sido revocada con una presencia no invitada. 

Villanelle parada frente a ella con una mirada cazadora alrededor de sus largas pestañas, unos labios regordetes hinchados, y la camisa desarreglada con uno, o dos botones desabotonados. Su respiración era dispareja, y sus mejillas estaban teñidas de un rojo carmín en los poros.

La mujer mayor apretó sus muslos como reacción al paisaje frente a sus ojos, el calor punzante que descendía por su vientre no estaba para nada justificado, no debía estar buscando consuelo en la fricción de sus caderas a causa de esta joven. Podía ser culpa de los hombros anchos y tonificados bajo la tela arrugada, o también por culpa de la marcada línea de su mandíbula, o definitivamente por culpa de la altura desmedida que la miraba manifestando una energía dominante. 

La voz grave de la rubia la asustó cortando sus erráticos pensamientos - no te veo muy sorprendida de verme aquí Eve - sus piernas extensas se marcaron bajo su pantalón acercándose hacia ella.

- No lo estoy - su voz luchó contra su propia respiración agitada. Con la obligación de inclinar su cuello centímetros por arriba de sus pestañas a medida que la joven tomaba el espacio entre sus cuerpos.

 - Estás asustada? - la rubia se acercó mucho más.

- N-no - el aire que salía de su garganta flaqueaba ante el aroma embriagante de su perfume, capturando cada una de las pequeñas pecas que jamás había visto en aquel cuello de cisne.

El latido punzante se hacía cada vez más insoportable entre sus piernas. Confirmar que la joven exhibía su deseo la mareaba, y Eve ya lo sabía. Ella lo sentía. Pero no podía permitirse hacer esto. No ahora.

Un paso le bastó a Villanelle para tomarla por la cintura a la mujer mayor. El abdomen de Eve sintiendo los costosos hilos que las separaban, el toque caliente que la sujetaba sin descanso contra la joven. Por instinto abrió las piernas, añorando y arrepintiéndose casi al instante por la presión que estas ejercían sobre su ropa interior. 

- Vas a darme todo lo que quiero - susurró la joven. Gracias al tono de su voz dos octavas más bajo, Eve entendió que estaba recibiendo una orden, la rubia no le estaba preguntando.

Con el dedo índice Villanelle comenzó a trazar una línea imaginaria en el pecho de Eve, quemando su piel desde el esternón viajando lento hacia abajo. Su mano adquirió más presión al pasar entre los pechos redondos y apretados de la morena, lo que le provocó que dejara de respirar visiblemente. La arrastró todavía más abajo depositando el contacto con la mano extendida sobre la unión entre su cadera y su pierna. Eve estaba desesperada, sabía que, si tal vez la rubia bajaba unos centímetros más se encontraría con la piel descubierta en su muslo, tal vez levantaría con dedos rápidos la tela de su vestido y tal vez la empujaría bruscamente levantándola encima el escritorio.

- ...Si - respondió ante la orden, soltando el último aire dentro de sus pulmones, al borde del colapso de sus piernas.

- Buena chica - comenzó a acercar sus labios a los de la morena.

Mi Profesora De FrancésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora