Cerdos volando por Paris

23 1 0
                                    


Mason me lleva a su habitación y no es como la imaginé.

Pensé que tendría sabanas negras, paredes con posters de autos o algo así pero no, es una habitación de un tono gris casi blanco decorado con varias pinturas en blanco y negro. Parece un museo.

—Vaya —digo parpadeando tres veces—. Esto es genial.

Mason sonríe — ¿No crees que es un poco egocéntrico? ¿Qué tenga así mis pinturas?

Entonces son sus pinturas. —No sabía que eran tuyas, se ven tan profesionales.

Rasca su brazo. —Sí, yo las hice pensando en colocarlas de esta forma pero ahora me avergüenza un poco, pensarás que soy egocéntrico.

Adam tiene fotos de él en su pared, algunas de ellas, está sin camiseta.

—No, para nada —me acerco a una. Es una pintura de una casa en medio de pinos altos, al fondo se ve como un lago, todo en blanco y negro—. Tienes tanto talento.

—Gracias pero como dijo Miranda, es de familia —afirma, luciendo un poco nervioso.

Lo miro unos segundos y de nuevo a su pintura. — ¿Ustedes fueron a algún curso o algo? ¿Cómo es que aprendiste a pintar de esta manera?

Niega. —Mi abuelo paterno era pintor y siempre nos daba acuarelas, lápices, crayones y cualquier cosa para que nos sentáramos en el suelo y dejáramos que nuestras manos crearan lo que quisieran —se coloca detrás de mí—. Él solía decir que fuimos creados para crear.

Sonrío y giro mi rostro un poco, para verlo. —Es una frase hermosa, ¿Tu abuelo sigue vivo?

Asiente con una sonrisa. —Sí, solo que está en nuestra anterior ciudad —me explica—. Nos mudamos por algunos problemas pero Anabelle ya vivía aquí con su esposo.

Me muevo a la siguiente pintura, cerca de su armario. Esta es una palmera con el sol de fondo, la arena tiene demasiados detalles. —Increíble Mason, eres tan talentoso, no me cansaré de decirlo.

Mason sonríe colocándose al lado de la pintura —Gracias.

Lo miro y entrecierro mis ojos —Oye nunca me dijiste la condición, me estas enseñando tus pinturas gratuitamente, ¿O me cobrarás la entrada a este lugar?

Mason niega, riendo por lo bajo. —Estas no son, las verdaderas están en el ático —se encoje de hombros—. Creo que aún no puedo decirte la condición.

— ¿Por qué? —pregunto, acomodando mi cabello.

Él se mueve y camina hasta su cama, se sienta en el borde y recuesta sus manos en el colchón hacia atrás, para apoyarse. —Porque aún no es tiempo, ese día llegará.

Me acerco y hago una seña para saber si puedo sentarme, él afirma y lo hago.

Esta es la primera vez que estoy en una habitación de un chico que no sea de Adam o de alguno de los hermanos Brien. Aunque no me siento rara, ni alocadamente nerviosa como cuando estaba en la de Adam.

Aclaro mi garganta. — ¿Está bien que estemos aquí? Normalmente los adolescentes tienen prohibido tener chicas en sus habitaciones.

—Chicas en sus habitaciones —repite haciendo un gesto divertido—. Um, solo hay una chica aquí.

— ¿Dónde está? —veo hacia abajo—. ¿La escondiste ahí abajo? Mason, no es bueno dejar chicas debajo de tu cama.

Mason suelta una carcajada. —No le digas a mis padres.

—Ni siquiera los conozco —le digo reincorporándome—, pero cuando lo haga les contaré sobre como su hijo trae chicas para esconderlas, es todo un rebelde.

EL CHICO MENOS PROBABLEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora