Capítulo 5.- Destinos Entrelazados, parte II.

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ADVERTENCIA; CONTENIDO EXTREMADAMENTE GROTESCO, SE RECOMIENDA DISCREIÓN.
NO APTO PARA SENSIBLES NI MENORES DE EDAD.
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                                                                                 II
Cuentan los cantos y narran las leyendas que Tamar es una bruja que vive en Coil Beirbheine, y justo en lo profundo de las entrañas de los bosques colindantes a los senderos que daban con Bryn towel, un poco más al sur de Tricasses, más al este de Turoth, hallaréis su escondrijo donde ella espera a los que acuden a verla. Pero os advierto, joven caminante, que si verla es lo que realmente deseáis, será mejor que llevéis suficiente plata, pues su fuego nunca olvida y puede que os pida algo más preciado que el oro mismo. Es circunspecta, dicen macilento era su cuerpo y marchita su mirada, consumida en su tristeza y el precio de su ambición, amante de la soledad, no más que las canciones. A la luna gusta aullar como los lobos, canta como los ruiseñores y frente a las llamas danza cual brioso trovador. Id con cuidado, pues, aunque ágiles sean sus piernas y concupiscentes sus caderas, su lengua es bípeda. El fuego siempre exige un precio, ella lo pagó, y si os acercáis demasiado, vuestra alma también podría ser consumida por su abraso. Dicen que gusta pasearse por los bosques, entre pedregosos y oscuros senderos, cercanos a las desgastadas laderas de Coil Beirbheine, quizás podrías verla en dirección a las colinas del norte, o a orillas del Dain cantando a la nada, ya fuese sola o en compañía de alguno de los suyos.
Y allí estaba ella.
Entre la espesura de la nieve, de fruncido seño y pasos vacilantes, con una mano se apoyaba de su vara para equilibrarse, a su vez que con la otra había alzado el largo de sus desgastados vestidos, un viejo canasto colgaba de uno de sus brazos.
De muchos nombres le han llamado: la huesera, la gata negra o simplemente "la viuda de Erwin".
Era aún buena hora de la mañana en la que el alba sobre los cielos había alzado su presencia, y entre las copas asomaba la vista, disipando la bruma y traspasando a las sombras. Se había levantado más temprano que de costumbre, a causa del resonar tan prolongados lamentos que alertaron sus sentidos, irrumpiendo entre la calma de la noche, que no le permitió hallar descanso alguno.
Andaba pues, en lo profundo de las entrañas del bosque, y como todas las mañanas una de las tareas de la bruja consistía en la recolección de frutos, raíces o de animales, cazados o hallados muertos por distintos motivos, ya fuese para alimentarse o como ingredientes para la elaboración de alguno de sus brebajes. Con los huesos y las pieles decora el interior de su casa, llena de toda clase de criaturas del bosque que os podéis imaginar; ciervos, liebres, de vez en cuando zorros u osos.. y dicen que hasta de hombre, pero de las que más gusta es de los lobos, más si son blancos.
Y mientras continuaba su camino por los blancos parajes, fue cuando aún a la distancia pudo verle; Fuerte, rebuznaste..y bello. Oculto entre los troncos y arbustos, y por más larga que fuese su melena e imponente su figura, yacía tiritante, temeroso. Era el fervor en sus ojos, así como la angustia en su corazón.
No era algo fuera de lo ordinario encontrarse con viajeros que atravesasen el bosque, aunque le extrañaba encontrar un caballo solo y más en esa época del año.
Con cautela se acercaba, al tiempo que apartaba con suma lentitud la estorbosa maleza. No parecía ser salvaje, sino que parecía estar perdido, pues la improvisada montura indicaba que tenía dueño. Había cogido del canasto una de las hierbas que con anterioridad pudo recolectar, y sin embargo, cuanto más cerca estuvo, fue el crujir de las ramas y el titubeo de su voz lo que lo alertó, levantó la cabeza y su mirada a ella volvió; Y eran sus enmarañados cabellos los que fueron salpicados por el gélido rocío de la mañana, atrayendo consigo alguna rama u hoja enredada en sus greñas las que enmarcaban su demacrado rostro.
Y sin pensarlo éste corrió; comenzó una peculiar persecución; el caballo ágilmente se movía entre misteriosos terrenos, en dirección a caminos que la bruja conocía muy bien; sin embargo éste se detenía, ya fuese para tomar algo de aire o para verificar que la dama siguiese o no tras él, como si la esperase o quisiese que lo siguiera, y continuó así, para luego desviarse del sendero y deslizarse cuesta abajo entre la nieve.
Y mientras tanto, una jadeante y exasperada mujer yacía con los ojos puestos al suelo; se apoyaba en los árboles para tomar otra bocanada de aire, que por aquellos momentos se le habían hecho tan preciados; apretó con fuerza la vara que de equilibrio le brindaba; miró entonces al frente, viéndole perderse en la distancia, a penas y podía seguirle el paso. Se tomó varios minutos para alcanzarlo otra vez, así como cuidar de no tirar las hierbas que traía consigo, y a pesar de su cansancio, no dejaba de seguir al animal.
Fue así como lo vio descender por la bajada y frenar antes de caer por el fondo del barranco, y para sorpresa de la bruja éste no huyó más, sino que permaneció quieto a su espera, su cuello inclinaba, asomándose a lo que había bajo su cabeza. Y desde lo alto vislumbró lo que parecía ser un cadáver que al fondo yacía tendido, parcialmente sepultado bajo el manto del invierno. Su atención entonces se desvió de reojo a la bestia que a su lado se hallaba; dedujo de inmediato que tal vez podría tratarse de su amo. Entonces cuando ella lo recordó;
―Pero qué buen caballo... – susurró; torció los labios, en una amplia, y fugaz sonrisa, al tiempo que su mano deslizó sobre la cabeza del animal, entregándole de las mismas un trozo de raíz, primero cebo, ahora recompensa. No fue la desgarradora imagen lo que enturbió su alma; tampoco fue un despertar de piedad en su corazón, y sin embargo a él descendió, guiada por un malsano interés. Una bruja muchas veces requiere de toda clase de materiales, ingredientes fundamentales para todo tipo de conjuros o pociones necesarias. No había nada más provechoso que un cuerpo, pues era para ella una de las más valiosas fuentes de materia prima y más si el cadáver aún estaba fresco, un sinfín de posibilidades eran formuladas en su deformada psique; podía usar su lengua, su estómago o incluso su vejiga para crear veneno, extraer sangre; de sus cabellos y las uñas para los amarres, salar su corazón u ofrecer sus huesos como ofrenda a sus flamas.
Y conforme se acercaba, le era más claro distinguir. Temerosa se aferraba de las ramas y tiraba de la creciente hierba, apretaba con fuerza el palo que gran ayuda y equilibrio le brindaba, pues no deseaba correr la misma suerte que el hombre, que ensangrentado yacía tendido bajo sus pies — y errar por aquellas resbaladizas y afiladas rocas.
Apenas había tocado fondo, — se detuvo, y así permaneció por un par de minutos, guardando decoroso silencio, limitándose a observar el deplorable estado en el que ese cuerpo se encontraba.
Era un tipo grande, tal vez mucho más alto y corpulento de lo que ella a simple vista hubiese podido sospechar. De esta forma, se había ayudado con su vara, cuidadosa en cierto sentido, a la vez que con su pierna retiraba parte de la nieve que le cubría, y mientras su cuerpo descubría, con gran horror revelaba los golpes y el magullado rostro que ocultaba, y más que un simple zarpazo, le había arrancado parte del tejido dérmico, y expuesta su carne y fragmentos de la mandíbula.
Y fue el mutismo, así como la consternación en su mirar que por un momento su cuerpo invadió al apreciar más de cerca la profundidad de sus heridas, visibles bajo las rotas y desgastadas vestiduras, ya fuese por haberse atorado entre las ramas o por motivos diversos que ella ignoraba. Eran los hematomas, así como lo que ella creía como severas quemaduras que bajo su parcialmente expuesta cota eran expuestas, tal vez a causa del frío y el acero de la misma.
Su vista siguió con detalle hasta sus pantalones, posando los ojos a su entrepierna, una maliciosa risilla que por un instante fue el único sonido emitido de sus labios y una ceja levantó al observar su miembro expuesto. Una imagen turbia, grotesca y que sin embargo en ella despertaba tanta repulsión como admiración, pero sobre todo la prevaleciente intriga ¿Qué diablos estaba haciendo? ¿Cómo es que había acabado allí? Quizás alguna jauría de lobos lo había atacado o tal vez un oso cuando él orinaba o tal vez no. Un millar de especulaciones fueron trazadas en su mente, y ninguna tan convincente como la anterior.
―Pobre pendejo...- decía entre risas, al tiempo que negaba con la cabeza.
Aunque de todas las preguntas una era constante y la única que para ella pudo haber sido importante, era el cómo podía hacer para sacarlo de allí. Y mientras se planteaba el cómo hacer para mover el cuerpo, sólo para cerciorarse con su vara empezó a picarlo; primero en las piernas, aunque como esperaba, no obtuvo respuesta alguna. Procedió de este modo a patearlo con cierta ligereza por los costados, así como a estimular su estómago. Con una rama se dirigió sin el menor cuidado a su rostro, llevándola a su frente, el medio de los ojos y con la punta de esta presionaba al contacto con sus golpes. Y no fue hasta el rozar del contorno del más profundo de sus cortes, un ligero y casi inaudible bufido emitió. Mientras se preparaba para patearlo a la cara, la extrañada mujer fue testigo de lo que al principio creyó haber visto el fugaz gesto de irritación dibujarse en sus rasgos. Y, sin embargo, fue el sobresalto, así como el fiero rugido que en sus oídos retumbó, y los ojos del cazador fueron abiertos; era el ímpetu, como también la vesania resplandecientes en el fulgor de su mirar.
Apartó de un manotazo el palo sobre su rostro; atrapó su pierna, y para singular asombro de la bruja, muy a pesar de tremendas heridas, no había entorpecido sus reflejos, de ella tiraba para desequilibrarla, frustrando los intentos de la bruja que alejarse no pudo, y de no haber sido por su báculo, tal vez hubiese conseguido tirarla.
Más fue el palidecer de su rostro, como el contraer de sus pupilas y el titubeo de su voz, un prolongado escalofrío recorrió desde la coronilla a los pies, y en ese momento los recuerdos le invadieron y por un momento su ira le abandonó.
Y no hubo sonido en su garganta, pues afónica quedó y rota calló su lengua al contemplar la furtiva mirada de la mujer.
Un inentendible susurro escapó de los labios del cazador, y de la misma manera en que con sus fuerzas se aferraban a las botas de la dama, ellas al instante menguaron.
―¿Acaso estoy muerto? – inquirió por fin.
―No, pero pronto lo estaréis... - respondió la bruja que desde arriba le miraba―De eso yo me encargo – prosiguió, y a pesar de su sorpresa y del espanto que por un momento le invadió, recuperó de inmediato la compostura, a la vez que levantaba en alto su palo con ademán de golpearlo.
Y sin embargo él sonrió, y era el agua que sus párpados humedecía, ya fuese por resignación o por la agonía provocada a causa de sus heridas;
― ¿Y ahora seréis vos la que conduzca mi alma a los abismos? – entrecortada era su voz, aunque no parecía temerle, ni su corazón turbarse a la muerte misma ―Está bien, me lo merezco...-hizo una pausa; tomó un par de segundos para recuperar el aliento ―Nunca podría olvidaros. Deseáis tomar mi vida tanto como yo de volver a poseeros...- habló así a la encolerizada fémina, quien nuevamente recobró impulso con su pierna antes de hundirla, y esta vez acertó el golpe a su cara.
―¿Os burláis de mí? – Dio un segundo golpe, y por esos momentos no hubo sonido alguno que el crujido de su cráneo al ser impactado contra la madera.
―¡Brwsh damn! - La maldijo entre prolongados y constantes alaridos.― ¡Dim ond aros nes ei fod yn mynd â'ch dwylo arnoch chi! -Vociferaba ―¡Byddwch chi'n difaru! -remató entonces remató con una segunda embestida;
―¡Efectivamente, lo soy, pero vos sois peso muerto! – afirmó Tamar.
Y sin embargo fueron aquellas tétricas risas que irrumpieron entre los vientos del norte provenientes de la ronca garganta de Dark, antes del tercer golpe.
―¡Venga! -pedía, desafiante. La sangre nuevamente brotaba de su cuerpo, en parte le causaba cierta gracia su respuesta. ― ¡Podéis hacerlo más fuerte! – El dolor le era insoportable, y aunque flaqueantes fuesen sus fuerzas y nítida la claridad de su mirada, seguía siendo una clara muerta de que se sentía más vivo que nunca ―Como en los viejos tiempos ¿No? – prosiguió, había reducido su tono de voz ― ¿A vos no os recuerda a algo? – lentamente reabría los ojos, vislumbrando con nitidez a la asqueada mujer quien ya dado vuelta a la punta de su báculo con todas intenciones de usarlo como lanza;
―Me resultáis tan repugnante…
―Yo también os amo... – respondió ― Y supongo que sí os resulta repugnante, a pesar de haber peleado contra ese demonio, es creíble que me veas así ahora y sin haberos entregado su cabeza...- relataba el mercenario, quien se hallaba muy confundido y mareado; sus ojos lentamente cerraba y sus esfuerzos eran vanos.
―¿Un demonio? ¿Qué habéis dicho? - y el desasosiego la invadió, pero a pesar de sus objeciones, éstas fueron ignoradas por completo por el guerrero, quien daba su último aliento. Con desespero era testigo de cómo el fulgor de sus pupilas se extinguía.... Y por un instante ella dudó... Y grandes fueron sus crecientes angustias y misteriosos los designios de su ennegrecido corazón, ignorante de la veracidad de sus palabras, charlatanerías o por locura y sin embargo decidió traerlo consigo hasta sus aposentos, y en el lecho lo tendió, donde yació tres noches y días, en los cuales la bruja había aprovechado para evaluar de mejor forma la gravedad de sus heridas, y en verdad os digo que no eran pocas. Con paciencia removía la sangre que se había secado en su cuerpo, así como despojarle de algunas de las ramas y hojas que se le habían quedado pegadas en el camino. Y aunque al principio sus pronósticos no habían sido positivos, pues la muerte lo asechaba y poco aguardaba para reclamar su alma, ya fuese en forma de los helados vientos o la debilidad de su cuerpo menguase poco a poco el fulgor de su vida, sin embargo, él, Walter se mantuvo tan resistente como una bacteria.
Y allí estaba él; sumido en el letargo, confundido entre los constantes delirios y la incertidumbre, ahogado era en sus terrores. De vez en cuando solía abrir los ojos, consiente por momentos de su condición y luego volver a cerrarlos, moverse y muy rara vez hablar, ya fuese para pedir agua o balbucear. Quizás alguna queja o maldición a causa del dolor o por la fría sensación al tacto de las hierbas y pócimas que la bruja pasaba con regularidad sobre su lacerada piel, nada que ella considerase demasiado importante o digno de atención, le era usual escuchar ciertas quejas de las personas cuando ésta hacía su trabajo.
Aparente era la calma y el silencio abrumador, pero aun en el sigilo de las sombras eran ahora los recuerdos los que atormentaban su existir, reprimidos con los años que resurgían desde profundos rincones: Era el retorno de dolorosas imágenes, que por años le atormentaron en nocturnas visiones al mercenario, y que a los suyos mentía al hacerlas pasar por simples y recurrentes alucinaciones.
De entre las sombras fantasmales emergían vestigios reminiscentes de aquello que no quería recordar, pero a su vez a ellos se aferraba; se resistía a olvidar. Y era el retumbo de su voz aún claro en sus oídos, así como la fiereza y una pasión tan ardiente como el fuego y dulce como una flor reflejadas en el verde mar de su mirada, la melancolía y los anhelos negados en su corazón. Y al cerrar los ojos su imagen que por momentos parecía ser nítida en su memoria, mas no en la esencia de su ser, que se hacía presente al anochecer, y por más que su forma y modos cambiasen, no lo era el calor de su naturaleza, por más fría que fuese la noche. Y sin embargo era el dolor de aquellas viejas heridas aún sangrantes y que el tiempo no lograba curar. Con gran murria recordaba la bravura de sublimes sensaciones bajo el techo de cierta cabaña en lo profundo de coedwig ddu, tan sólo un poco más al norte de la desembocadura del Dother, en el desespero de tan prohibidos arrebatos que entre la clandestinidad de las sombras fueron concebidos;
Y sobre aquél pequeño e improvisado pedestal yacía ella, pálida y ausente, entre el polvo y las cenizas, una corona de flores había sido puesta sobre su embrollada cabellera.
Lo distintivos aromas a muérdago, pino e incienso, propagados por el fuego de las antorchas se entremezclaban con el azufre, la humedad y el serrín que dejaban los días de lluvia, en un intento desesperado por aminorar el pútrido hedor que bajo las sucias y desgastadas sábanas contenía, pues yacía varios días expuesta a la intemperie.
De rostro atribulado y pasos silenciosos con lentitud a ella se acercaba; con la yema de sus dedos pasaba sobre los bordes de la mesa, por encima de las flamas y su delicada piel. Su rostro entonces con ligereza inclinó, acercándose a su frente, para después culminar con un último beso en los labios.
Ante su lecho se postró y todos sus nombres la llamó; no obtuvo respuesta alguna, sólo el frío tacto de sus manos. Y fueron las lágrimas que incontenibles fluyeron desbordantes entre lamentos y prolongados sollozos;
―¿Por qué? – habló para sus adentros, a su vez que una de con fuerza entrelazaba sus dedos con los suyos, como si quisiera brindarle algo de su calor al inerte cadáver. ―No…- negaba con la cabeza, - No...- dura era la despedida, sin embargo se resistía a entregarla ―¡No!.. - se negaba a creerlo, se rehusaba a aceptarlo. ―¡No!...- se rehusaba a aceptarlo  ― Vos no...- imploraba desesperado, a la vez que su cabeza sobre el pedestal recargaba, pero por más palpable o visible ante sus ojos, ella no estaba allí. Y cuando por fin sus lágrimas lo ahogaron y sus lamentos se volvieron constantes, ella súbitamente despertó, y no hubo ruido alguno más que el eco de su entrecortada respiración; con lentitud su mano extendió; la posó así sobre la cabeza del cazador, que con suavidad acarició y de sus cabellos tiró, a su vez la mirada levantó, y sus terrores, sus glorias y desdichas por un instante al sumergirse en el oscuro foso de sus pupilas, y sin embargo había vestigios del brillo esmeralda que todavía le eran apreciables en el vacío; su lengua entonces fue muda y ya no halló palabra alguna para nombrarla. Un hormigueo recorrió su espalda. Sus fríos miembros sobre su piel deslizó y con delicadeza secó a su llanto, al tiempo que se reincorporaba, de la misma forma en que con sus manos hacía sutiles gestos a su acompañante— quien yacía postrado— para que este se levantase. Y por un segundo las palabras sobraron, mas fue sepulcral silencio que lo proclamó, entrelazará sus labios, fiero y desesperado, en el augurio del más triste adiós.
Temblorosos sus dedos, pero hábiles aún; con sutiles movimientos se deshizo de los nudos de aquellos sucios y desgastados vestidos, ennegrecidos que sin más dejó caer al suelo, revelando su cuerpo, que en otros tiempos pudo haber sido un deleite para la vista de cualquier hombre, ahora demacrado, lacerado; ya fuesen recientes, de guerra o batallas pasadas, carcomido por la desdicha, la pena y la enfermedad, y por la muerte que la había reclamado;
Eran los múltiples hematomas, así como los tintes violáceos, verdosos y hasta negros los que coloreaban su palidecida piel, producto de golpes, heridas o marcas de sanguijuelas. Dicen que blanco es el color de la muerte, pero, aunque rígidos fueren sus huesos y marchita la flor de su existencia, Walter la seguía encontrando hermosa. Con sumo detenimiento contemplaba cada detalle de su inexpresivo rostro, a su vez que la mano del hechicero era puesta bajo la barbilla de la dama, y su cabeza levantó para besarla. Él se alzaba por encima de ella, que, aunque gozase de buen tamaño, aún difería con el del mercenario.
Al tiempo en que la mujer tomaba su mano, con lentitud le guiaba hasta su pecho y aunque fría fuese la sensación de su cuerpo, no era algo que le molestase demasiado, pues aún conservaba cierta suavidad al tacto, algo raro a causa de su condición, pero aun así encontraba cierta terneza en los movimientos que sus manos hacían al bailar sobre su cuerpo.
La aspereza de sus manos, como también los hábiles y bruscos, pero amables movimientos los que la estrujaron en un fuerte abrazo. y sus miembros descendieron de la espalda hasta detenerse en sus caderas, tomando la oportunidad para empezar a apretar sus firmes, pero gélido posterior.
Y por su torso sus labios desde el cuello deslizaba, invadido por la abrumadora sensación de calor que su cuerpo erizó, por un instante se detuvo y sus pechos apretó, pellizcó, mordisqueó y succionó. Continuó así un húmedo rastro con su lengua sobre su piel podrida, hasta culminar en la zona más premiada para él; sus caderas, donde dio rienda suelta a sus más mórbidas tendencias, la atraían hacia sí y con sus estrujaba sus nalgas.
Nuevamente de ella se apartó, permitiéndole despojarse de aquella indumentaria que tan molesta y sofocante para él se había tornado; primero el abrigo, luego la cota. Ella le había ayudó a desprenderse de lo que restaba de sus ropas. Fue así como de la cintura la volvió a tomar; vehemente y precipitado contra el pedestal.
Rozó sus piernas entre la espesura de la bruma y las sombras, y era el fuego su único testigo, entre lágrimas, exasperados jadeos y guturales bramidos; lentamente su rostro al de la dama se acercó, y por un segundo de cerca examinó cada poro de ella, pues no deseaba olvidar ni un solo detalle de aquél cadavérico semblante. La acarició el rostro; recorrió con sus dedos la curva de las orejas, y no hubo más que el roce de su cálida lengua al contacto directo con sus globos oculares. Y frente a frente se miraron: El silencio de ellos se apoderó, y grandes fueron las penurias que por los ojos desbordaron del atribulado corazón de Walter. Era la bruma, así como la mezcolanza los que al contemplarla invadían el alma del cazador.
―Por favor, no os vayáis…- imploraba. Ella, por su parte, torció los labios en una sincera sonrisa. ― Os lo suplico, no me dejéis aquí... – sin embargo, la dama, sin dejar de sonreír le negó con la cabeza, alejó entonces la mano de su rostro, ahora ella le daba una señal de partida, sabiendo que no volverían a verse. Entonces resonó su entrecortada voz, en el desgarre de sus lamentos. Y para cuando Walter abrió los ojos, éste se encontraba solo y la nítida iluminación de las velas su única compañía en medio de una distinta habitación. Era el exaspero en su mirar, así como el sudor frío que resbalaba por su cuerpo que yacía tiritante sobre el lecho. Y no hubo más que el incesante dolor que no tardó en invadir su magullado cuerpo cuando intentó reincorporarse; sin duda el que más tormento le causaba era la aguda y prevaleciente sensación en la entrepierna conforme su espalda erguía y le dificultaba sentarse de manera apropiada. y no fue hasta el momento en que la manta que le cubría fue hecha a un lado que se dio cuenta de su condición, pues se hallaba desnudo y vulnerable, eran los sucios vendajes los que parcialmente cubrían su lacerada piel. Con gran esfuerzo intentó mantenerse en una posición que le aminorase un poco el dolor que le producía en esta área. Decidió tratar de levantarse:
De humedecidos párpados y enrojecido rostro, no por frío o pena, sino por ahínco, tambaleante se apoyó de los muebles; procuró siempre mantenerse pegado a las paredes para acercarse a la puerta, aferrándose a lo primero que encontrase.
Con sumo cuidado se movía a través del angosto pasillo, más su voluntad por un momento palideció al llegar a donde estaban las escaleras, y sin embargo empezó a descender con lentitud, manteniendo siempre la espalda encorvada y la mirada hacía el suelo, pues el techo era corto para ese espacio y temía volver a golpearse la cabeza.
Y conforme descendía, le era posible apreciar de mejor modo lo que había en el piso de abajo, así como los modestos muebles que éste tenía, dedujo que se trataba de la cocina o de la sala de estar al observar de mejor manera la gran cantidad de vasijas, tarros y distintos recipientes con lo que parecía ser una variedad de hierbas, extraños líquidos de distintos coles y embriagante olor.
Grande era su suplicio y vacilantes sus andares a través de la habitación; de vez en cuando no le era posible evitar un ligero gemido de dolor, más su vida era algo que le importaba muy poco, pues aún con semejantes heridas sólo una cosa estaba en su mente y acongojaba su corazón. Continuó su paso, revisando ya fuese con la vista o registrando él mismo cada espacio de la casa, buscó indicios de sus cosas, y mientas caminaba, éste solía tirar algunas cosas o empujar recipientes, que se rompían o derramaban su contenido. Así como su vista fue posada al humeante caldero que yacía hirviendo sobre la aún ardiente chimenea, mas su interés no era para su contenido, sino para la prenda de acero que yacía tendida sobre una de las sillas. Se inclinó con ligereza para recoger su viejo y desgastado abrigo, ahora inútil y rasgado, que alguien pudo haber aventado al suelo como si se tratase de un sucio trapo viejo. Y lo que tal vez en otro momento le hubiese llegado a enfadar, era opacado por la incertidumbre y la angustia ferviente. Con apuro y desespero proseguía la búsqueda de su espada; por ningún lado le fue posible hallarla. Estaba cansado, pero prosiguió, rebuscó y registró. Mas los ruidos constantes, así como el chirrido de la puerta que ese segundo interrumpió todo ruido y toda acción del guerrero, y los gélidos vientos del norte agudizaron sus sentidos.
―¿Buscabais esto? …– era aguda y áspera su voz,  y firmes sus palabras y que por un momento para Walter le fue similar al siseo de una serpiente lo que de inmediato le hizo volverse, mas al contemplar aquél palidecido, como altiva expresión de su demacrado rostro no halló respuesta alguna, sino que en silencio su lengua pareció romperse y un fuego sutil bajo su piel se extendió; un sudor frío le resbaló hacia abajo y un estremecimiento se apoderó entonces de todo su cuerpo. ―¿Es que acaso no notáis el estado en que os encontráis? Con tremendas heridas uno pensaría que podrían matar a cualquiera. Tenéis suerte de seguir caminando. ¿Y aún pensáis salir? – proseguía la bruja, quien se había limitado a observarle, esperando que éste dijese algo ―¡Vaya que sois necio! – reprochaba ella.
Y conforme Dark le veía lentamente acercarse, éste la escuchaba con atención, desprendiéndose poco a poco de la turbia y confusa primera impresión. Y lo que en un principio fue extrañeza, espanto y cierto entusiasmo, una mezcla de los más contradictorios sentimientos, que se desvanecieron al contemplar los cansados ojos negros, éstos se desvanecieron por la creciente decepción, pero no menguante impresión que al contemplar ese rostro le provocaba y su alma que de cierto modo conmovía, sin embargo trató de conservar aún cierta compostura.
―Esta noche no partiréis… – prosiguió ella―Aún hay algo que debéis hacer por mí, al menos por cortesía y si es que realmente tenéis algo de honor, por haberos salvado la vida. -hizo entonces una pausa― Antes vos me responderéis unas cuantas preguntas, y no veo que podáis marcharos tan lejos en ese estado, así que más os valdrá cooperar conmigo...





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Notas de Autor;
-Este capítulo ha sido un homenaje al libro "Mujeres que corren con los lobos" de Clarissa Pinkola Estés, ya que gran parte del misticismo utilizado en su obra y sus poemas fue un gran punto de inspiración y cierta referencia.
-También hago una referecia sutil a las películas de Nekromantik y Nekromantik2, considerada por muchos (y odiada por otros) como joyas del cine underground, de las pocas películas (por no decir la primera) en los que se aborda abiertamente el tema de la necrofilia.
-la practica de lamer ojos tiene un nombre, se le denomina "Cunolinguis" y es casi una referencia obligatoria en las obras de ero-guro (no es un ero-guro que se respeta si al menos no tiene una escena donde alguien le lama los ojos a alguien XD )
-Hice una sutil referencia a la franquicia de videojuegos de survival horror "SIlent Hill", ya que las palabras Bryn Towel, significan literalmente "Colian silenciosa" o "colina del sielncio" en la lengua gala.
Aclaraciones;
-Agradezco a todos por leer y pido nuevamente una disculpa por esta escena de necrofilia (que a decir verdad a mi me fue bastante difícil y resultó asqueroso escribirla en el libro sin experimentar nauseas y casi estar a punto de vomitar), hubo momentos en que no pude escribir más de un renglón de dicha escena sin reírme (pero era una risa de incomodidad, una risa nerviosa). Y como expliqué con anterioridad, las escenas sexuales SÍ Son relevantes en cierto modo para la trama, ya que son dotadas de cierta carga "psicológica" y emocional, como también aportan datos significativos para la trama. Las escenas de sexo en esta obra no fueron escritas para excitar al lector (de hecho el que se masturbe leyendo como acuchillan a una chica o violen un cadáver en descomposición, pienso y creo que es un enfermo que necesita en verdad ayuda).
-Confieso que la idea original para la escena de necrofilia iba a sería completamente diferente y la verdad iba a tener un toque mucho más "crepy" ya que se pensaba mostrar sin censura que dark en realidad si profanaba el cadáver, además de violarlo iba a mostrasele también llorando, pero una arranque de locura mucho más espeluznante de el, pues iba hasta imitar la voz de la chica fingiendo que aún seguía con vida (algo así como cuando un niño o niña juega con muñecos, imita su voz, les cambia la ropa y hasta habla con ellos o amigos imaginarios); "oh, Dark, eres tan guapo que me dejas tieza" "te amo tanto, bésame.. ignora el gusanito XD" "ay, sí.. me lo haces tan duro.." "aaaaah". Bastante macabro a decir verdad. Pero al final se decidió cambiar a algo más surrealista porque nos iba a ser jodidamente difícil lidiar con aspectos como el rigor mortis.
-Quiero agradecer a mi primo y Co-escritor Henry, también a mi amigo Lucas Miguel quienes, el primero me brindó mucha ayuda escribiendo esta escena en especial cuando yo no podía y el otro me aportó muchos tips y concejos que tomar en cuenta para esto y dedico a ustedes este capítulo.
-Doy una dedicatoria a mi amiga Sharon, aquí está la escena que tanto querías y esperabas XD.
Y las preguntas prevalecen; ¿Dónde está nuestro estúpido y sensual Rägvanald? ¿qué pasó con la loli? ¿Quién es esa misteriosa bruja y qué relevancia tendrá en esta historia? ¿Logrará Dark probar su inocencia y vengarse de Asmos? . Y hablando de Asmos..¿Lograrán salir alguna vez de closet este par de jotos XD?.. y la más importante de todas; ¿Cuánto le costará a Dark la cirugía de reconstrucción de pene? (porque imaginen ahora la fuerza con la que ASmos le pegó la otra vez, pobrecito.. pero sí se lo merece XD )
ESO AVERÍGUELO EN OTRO "EMOCIOANTE"  CAPÍTULO DE SU OBRA FAVORITA; SANGRE Y ACERO XD

-este capítulo está inspirado en el caso de Carl Tanzer. También tomé inspiración de Lenore, poema de Edgar Allan poe.

Sangre y Acero; furia, corazón y pasión (Editado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora