Capítulo cinco.

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Emily Blaze

Había soportado una semana entera de burlas y maltratos por los pasillos del instituto. Cada mañana, al abrir los ojos, me invadía la misma pregunta: ¿realmente valía la pena seguir enfrentando ese infierno? Podría marcharme, desaparecer, cambiarme de instituto sin más. Pero algo me lo impedía, algo más fuerte que el miedo o el dolor: la justicia.

Ese viernes por la mañana comenzó siendo particularmente difícil. La elección del nuevo capitán del equipo de fútbol me traía malos recuerdos, haciendo que una mezcla de enojo y tristeza se apoderara de mí. Ver cómo todos seguían adelante con sus vidas, mientras la de Ryan se había detenido abruptamente, me dolía profundamente. Sus amigos me culpaban por su muerte, pero ellos habían continuado como si él nunca hubiera existido. En pocos meses, todos parecían haberse olvidado de él.

Me encontraba en el aula, desayunando en el escritorio de los profesores. Afortunadamente, todos estaban en la cancha conociendo al nuevo equipo, así que pude comer en paz, sin que me molestaran. Una sonrisa tonta apareció en mi rostro al recordar cómo Tom me ayudó a escapar de mi acoso diario y, además, se ofreció a recibir mis cartas en su casillero. Era un gesto que de verdad le agradecía.

—¿De verdad confías en él? —preguntó Flor, sentada frente a mí.

—¿Confiar en qué? —le respondí, tomando un sorbo de mi refresco.

—Que te ayudará así, porque sí. Es raro, Emily.

—Al fin alguien es amable conmigo. ¿Es mucho pedir tener otro amigo?

—Es demasiado raro. Además, se parece a Ryan. ¿No será su gemelo?

—Ryan no tenía un gemelo...

—¿Segura?

Su pregunta me dejó en silencio. Realmente no conocía tanto sobre Ryan como pensaba. Si...

Las palabras de Flor sembraron dudas en mi mente. ¿Por qué quería ayudarme Tom? ¿Qué ganaba con ello? ¿Qué pensaba hacer con mis cartas? ¿Se burlaría de mí? Reflexioné un rato y me di cuenta de que era una mala idea confiar en él. Nadie me ofrecía ayuda desinteresada en ese lugar; en este instituto, nadie quería ser amigo de Emily, la rara.

Me levanté de la silla de golpe; tenía que encontrar a Tom y decirle que no necesitaba su ayuda, que no confiaba en él.

Mientras caminaba hacia la cancha, donde sabía que estarían todos los chicos del instituto, el eco de los comentarios de Flor seguía resonando en mi cabeza. No estaba acostumbrada a que alguien fuera generoso conmigo, y esa desconfianza se había convertido en una coraza que me protegía.

—Nunca dejarás de ser ingenua... —dijo Flor con sarcasmo.

—No ayudas en nada, Flor —le respondí molesta mientras aceleraba el paso.

—Gracias a mí, te diste cuenta del error que cometiste.

Cuando llegué a la cancha, la algarabía era tal que me detuve un momento a observar. Recordé cuando solía estar en las gradas apoyando a Ryan, y sentí el impulso de llorar. Pero no podía darme ese lujo ahora. Tenía que concentrarme. Busqué con la mirada a Tom y lo encontré en el centro del campo, abrazando al director y al entrenador.

Después de los aplausos y las felicitaciones, Tom subió a un pequeño escenario improvisado. ¿Iba a hablar?

—Quiero agradecer al director por su insistencia —dijo Tom, su voz suave resonando con claridad a través de las grandes bocinas que dominaban la cancha—. Es un honor para mí ser nombrado como el nuevo capitán del equipo, y les aseguro que daremos todo para ser los número uno esta temporada.

Recuerdos FragmentadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora