Capítulo nueve.

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Tom Willians

Llegué a casa después de mi salida con Emily, pero el ambiente aún pesaba sobre mí. Había algo en sus palabras, en su forma de hablar... algo que no lograba creer por completo. Esa duda me inquietaba, y sentía que, aunque me lo negaba, quería saber más. Encendí mi computadora y comencé a buscar cualquier rastro de información sobre la muerte de Ryan en los noticieros locales.

Pasaron varios minutos antes de que encontrara lo que buscaba: un reportaje sobre el caso, emitido tres días después de lo que llamaron un "suicidio". En la pantalla apareció una reportera morena con un vestido color beige, de pie frente a la estación de policía. Me incliné hacia adelante, atento, mientras ella hablaba. Fue entonces cuando escuché el nombre de Emily salir de sus labios, y mi estómago se tensó. La reportera informó que Emily había ido a la estación de policía la noche anterior, confesando lo que había sucedido... o al menos eso decía el informe. Pero al día siguiente, en un giro inquietante, se había retractado, afirmando que había perdido la memoria y no recordaba nada de lo ocurrido.

Las palabras de la reportera quedaron flotando en mi mente cuando terminó el segmento con una pregunta punzante: "¿Qué es lo que oculta Emily?"

Mi corazón latía con fuerza. Algo no encajaba. ¿Quién estaba mintiendo? ¿La policía o ella? O, tal vez, ¿Emily ocultaba algo más profundo de lo que estaba dispuesta a admitir? La sospecha se convirtió en una especie de hambre, una necesidad de saber la verdad que no podía ignorar. Y esa pregunta seguía retumbando en mi cabeza, provocándome una extraña e inquietante fascinación.

1

El domingo ya había llegado, y mi fin de semana no había sido más productivo que estar frente a la PlayStation. Todo era rutina, algo cómodo, pero mi mente no dejaba de darle vueltas a lo que había pasado con Emily y el incómodo encuentro con los chicos del equipo de fútbol. La forma en que la miraban, como si ella fuera la culpable del suicidio de Ryan, me revolvía el estómago. 

Mientras intentaba despejarme, mi celular vibró en la mesa. Al ver la pantalla, una sonrisa traviesa se dibujó en mi rostro. Era la morena del otro día. Recordé lo cerca que estuvimos en los baños, y no pude evitar sentirme tentado por la continuación.

—Me imagino que me llamas para continuar con lo del otro día —dije con voz divertida al contestar.

—Lastimosamente, no —respondió ella, fría, sin un ápice de humor en su tono—. Solo quiero saber una cosa.

Fruncí el ceño. —¿Qué cosa?

—¿Eres amigo de la loca?

Su pregunta me tomó por sorpresa. —¿Quién?

—Emily —respondió como si fuera evidente, su nombre cayendo en la conversación como un ladrillo.

De inmediato, me quedé en silencio. ¿También ella la llamaba así? No sabía qué responder, pero el nudo en mi estómago me decía que la situación se complicaba.

—¿Y qué pasa con eso? —pregunté, intentando sonar indiferente.

—No puedo andar con alguien que sea amigo de la loca.

Sentí una oleada de irritación. No es que fuera cercano a Emily, pero la manera en que hablaban de ella me molestaba profundamente. 

—¿Y quién te ha dicho que quiero salir contigo? —le corté, la molestia quemando mi voz.

Terminé la llamada, lanzando el celular sobre la cama con un bufido. Me costaba creer que no vieran lo que yo veía. En toda la semana la habían acosado sin descanso, pero jamás les había devuelto el maltrato. ¿Así querían que creyera que ellos eran los buenos?

Recuerdos FragmentadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora