9. Qué no haría por ti

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Maldijo por lo bajo al escuchar el portazo que dio al salir su hermano. No lo entendía, estaba enfadado con él. No le había pedido que le ayudara, por su culpa había salido a la luz algo que él no quería que nadie supiera, y menso aún sus padres.

Su madre no sabía como tratarle, acababa de descubrir que su hijo era gay y encima que le habían violado. Se moría de vergüenza cada vez que se quedaba a solas con ella. Con su padrastro era distinto, le dedicaba una sonrisa de ánimo y no le preguntaba. Su madre se moría por saber cómo, dónde y porqué.

Y su padre...era un caso aparte. No quería saber nada de él, su preocupación era falsa, solo para quedar bien delante de la madre de Ryan.

Pensar en él le hizo soltar un sollozo incontrolado. Si le tenía que volver a ver, no sabía que más le podía hacer...

Se dio la vuelta en la cama suspirando, cayendo en un profundo sueño del que fue despertado a la hora de la cena. Se sentía más "animado" y decidió bajar a la cocina, salir de la cama en la que levaba metido todo el largo día.

—¿Estás seguro?—preguntó Simone ayudándole a levantarse.

—Mamá, por favor que no estoy inválido—resopló Bill.

Se puso encima del pijama la amplia sudadera que usaba para estar por casa y bajó a la cocina mientras se recogía el pelo en una coleta baja. Su padrastro le sonrió nada más verlo, y en vez de pedirle que tomara asiento y siguiera descansando, le pidió que le ayudase a preparar la cena.

Bill le devolvió la sonrisa agradecido, era el único que le olvidaba a ayudar el pasado y seguir la vida desde donde la había dejado como si nada hubiera pasado.

Estaba cortando el pan cuando se dio cuenta de que no estaba su hermano. Resopló por lo bajo, estaría calmándose en algún lado. Habría salido a pasear a ver si así se le bajaban los humos. Mejor, así con un poco de suerte para cuando regresara a casa él ya estaba profundamente dormido en su cama.

Ayudó a su madre a poner la mesa, no pasando por alto el gesto preocupado que le recorría la cara. Estaría preguntándose el porque del enfado de Tom, tras el portazo que diera al salir de la habitación que ambos compartían, seguro que su madre había tenido unas cuantas palabritas con él.

Dejó ese tema a un lado, bastante tenía él con lo suyo. Se sentó a la mesa y su madre sirvió la cena. La tomaron en silencio, roto solo por los comentarios que hacía su padrastro de vez en cuando.

—Tu hermano se retrasa—dijo de repente Simone, mirando fijamente a su hijo pequeño—¿Os habéis peleado? ¿Sabes por que se ha ido tan enfadado?

—No—murmuró Bill sin alzar la mirada de su plato.

—Dijo que tenía un problema que resolver y salió de casa ignorando mis llamadas—comentó Simone.

—¿Un problema que resolver?—repitió Bill con miedo.

Vio asentir a su madre en silencio y maldijo por lo bajo a su hermano. ¿Es que no podía estarse por un momento quieto? Metió la mano en el bolsillo de su sudadera y sacó el móvil que se había guardado en el cuando se levantó de la cama. Marcó de memoria el número de Tom y esperó a que se lo cogiera mordiéndose nervioso los labios.

—¿Bill? ¿Qué pasa?—preguntó Simone, cada vez más asustada.

—Apagado o fuera de cobertura—repitió Bill las palabras de la operadora—Joder, Tom es un maldito cabezota.

Se guardó de nuevo el móvil en el bolsillo de la sudadera y se levantó de la mesa sin saber por donde empezar a buscarle, pero su madre le cogió con firmeza por el brazo y le hizo sentarse de nuevo.

Caprichos del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora