CAPÍTULO: N°23

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Los días previos a la graduación pasaron rápidamente, llenos de preparativos y emociones. Mi vida se había convertido en un torbellino de ensayos, decoraciones y listas interminables de cosas por hacer. Cada mañana, me despertaba con una mezcla de entusiasmo y ansiedad. Quería que todo fuera perfecto, no solo para mí, sino también para mis padres, que habían sido mi apoyo incondicional durante toda mi vida académica.

María, siempre a mi lado, me ayudaba con los detalles más pequeños, desde elegir el vestido perfecto hasta organizar el itinerario del día. Mi familia también estaba emocionada, y sus constantes palabras de aliento me recordaban la importancia de este momento. Sin embargo, a pesar de toda la felicidad que me rodeaba, no podía dejar de sentir una punzada de tristeza por la ausencia de Tomás.

La víspera de la graduación, me encontraba en mi habitación, intentando concentrarme en los últimos retoques del discurso que había preparado. La ansiedad comenzaba a instalarse, y aunque María trataba de mantenerme tranquila con su entusiasmo contagioso, no podía evitar sentirme abrumada.

Recordaba con cariño el reciente viaje a Madrid con María, donde asistimos a un evento crucial para mi carrera como nueva escritora publicada. Fue una experiencia increíblemente enriquecedora y motivadora. Además, el hecho de que mi libro saldrá en formato físico en toda España muy pronto me llenaba de orgullo y emoción.

Pero en ese momento, todo lo que deseaba era la presencia de Tomás. Sentía su ausencia con una intensidad que solo se acentuaba con la proximidad de la graduación. Sus palabras de aliento y su apoyo incondicional me hacían mucha falta. Mientras releía mi discurso, me permití un momento de vulnerabilidad, dejando que las emociones fluyeran. Sabía que, a pesar de la distancia, él estaría conmigo en espíritu, alentándome como siempre lo había hecho.

Finalmente, el día de la graduación estaba a la vuelta de la esquina. La emoción en el aire era palpable y todos en casa estaban en una carrera constante para asegurarse de que todo estuviera listo. Esa mañana, mientras me arreglaba, mi teléfono sonó. Era Tomás. Sentí una mezcla de alegría y nerviosismo al ver su nombre en la pantalla. Contesté con una sonrisa, esperando que él compartiera mi entusiasmo por este día tan importante.

"Hola, amor," dije con alegría, intentando ignorar el nudo en mi estómago. "¿Cómo estás? Mañana es el gran día."

"Hola, mi vida," respondió Tomás, su voz sonaba seria y algo tensa, lo que me hizo sentir un nudo en el estómago. "Estoy bien, solo un poco cansado por el trabajo. ¿Tú cómo vas con los preparativos?"

"Todo está yendo bien, aunque es un poco abrumador," contesté, intentando mantener un tono ligero. "María está aquí ayudándome con los últimos detalles. Estoy tan emocionada... pero también nerviosa."

Hubo un breve silencio al otro lado de la línea. Sentí que Tomás quería decirme algo más, algo importante, pero parecía dudar.

"Luna... necesito hablar contigo sobre algo," comenzó Tomás, su voz ahora cargada de una preocupación que me inquietó.

"¿Qué pasa, amor? ¿Todo está bien?" pregunté, tratando de mantener la calma, aunque un sentimiento de inquietud empezaba a apoderarse de mí.

"Amor, desgraciadamente no voy a poder hablar contigo estos últimos días porque voy a estar súper ocupado. Sé que tu graduación es mañana, pero no voy a poder estar presente, ni siquiera en videollamada o por mensajes de texto. Perdóname, por favor. Te lo compensaré luego," dijo Tomás, su voz reflejaba una mezcla de culpa y determinación.

¿Cómo es posible? Justo ahora que más lo necesito. ¿Por qué no puede estar aquí? Esto es tan importante para mí. Pero... ¿qué si realmente tiene algo importante que hacer? Tal vez estoy siendo egoísta. La decepción se apoderó de mí y el entusiasmo que sentía se desvaneció al instante.

DOS MUNDOS UN LATIDO A DISTANCIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora