CAPÍTULO: N°5

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El suave resplandor del alba filtrándose por las cortinas de mi habitación me despertó suavemente de mi sueño. Con un suspiro, abrí los ojos, permitiendo que la luz del nuevo día iluminara mi mundo. Aunque el reloj marcaba apenas las 5 de la mañana, ya sentía la urgencia del tiempo, un eco persistente que resonaba en mi mente mientras me preparaba para enfrentar un día lleno de desafíos y posibilidades.

Deslizando las cobijas a un lado, me senté en el borde de la cama y activé el control de mi silla de ruedas eléctrica que descansaba a un lado. Con un suave zumbido, la silla cobró vida, lista para llevarme a través de las aventuras que el día tenía reservadas. La frescura matutina acariciaba mi piel, despertando mis sentidos y recordándome que cada nuevo amanecer traía consigo la promesa de un nuevo comienzo.

Con determinación, me transferí de la cama a la silla de ruedas y me dirigí hacia el armario, donde ya había preparado mi atuendo para el día. Un vaquero blanco y una blusa ligera se convirtieron en mi elección, combinados con unas zapatillas blancas que ofrecían comodidad y estilo a partes iguales. Mientras me vestía, mi reflejo en el espejo me devolvía la mirada, recordándome que la verdadera belleza reside en la fuerza interior, en la determinación de seguir adelante a pesar de los obstáculos que puedan presentarse en el camino.

Una vez lista, me dirigí hacia el escritorio, donde mi mundo académico esperaba pacientemente mi atención. Las notas y apuntes se extendían frente a mí, un mar de conocimiento por explorar y dominar antes de que llegara el día de los exámenes. Con un suspiro, me sumergí en el estudio, dejando que mi mente se enfocara en los conceptos y teorías que pronto serían puestos a prueba.

El tiempo pasaba rápido mientras repasaba mis lecciones, cada página volteada era un paso más hacia la preparación para los desafíos que se avecinaban. Mis manos corrían sobre el papel, capturando la esencia de cada tema con una precisión que solo la práctica y la dedicación pueden brindar. A pesar del silencio que reinaba en la habitación, podía sentir la energía pulsante de mi propia determinación, una fuerza interior que me impulsaba hacia adelante.

Sin embargo, mi concentración fue interrumpida por un suave golpeteo en la puerta. Al levantar la mirada, vi a mi padre asomándose con una sonrisa cálida en el rostro. "Buenos días, Luna. ¿Estás lista para desayunar?" su voz era un eco amable que rompía la quietud de la mañana.

Asentí con una sonrisa, dejando mis apuntes a un lado mientras permanecía sentada en mi silla de ruedas eléctrica. Con un suave movimiento, giré hacia la puerta y pulsé el botón de encendido para ponerme en marcha. La silla de ruedas se deslizó silenciosamente por la habitación mientras seguía a mi padre hacia la cocina, donde mi madre nos esperaba con un delicioso desayuno. La silla de ruedas me ofrecía independencia y libertad de movimiento, permitiéndome participar plenamente en las actividades diarias con mi familia sin limitaciones.

El aroma tentador del desayuno llenaba la cocina mientras nos sentábamos a la mesa. Mi madre había preparado un festín matutino: tortitas esponjosas, fruta fresca, jugo de naranja recién exprimido y café caliente. Agradecí el gesto con una sonrisa, sabiendo que el desayuno era una oportunidad para reunirnos como familia antes de enfrentar el ajetreo del día.

Entre bocados de tortitas y sorbos de café, mis padres iniciaron una charla cotidiana. "¿Cómo te sientes hoy, Luna?" preguntó mi madre con una mirada llena de preocupación y cariño.

"Todo está bien, mamá," respondí con una voz tranquila. "Solo un poco ocupada esta semana, ya sabes, con los exámenes que se acercan y las citas de rehabilitación."

Mis padres intercambiaron una mirada comprensiva. "Entendemos, cariño," dijo mi padre, colocando una mano reconfortante sobre la mía. "Sabemos que tienes mucho en tu plato en este momento."

DOS MUNDOS UN LATIDO A DISTANCIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora