7. Las consecuencias de Cupido.

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Capítulo 7: "Las consecuencias de Cupido".

Haerin no estaba demasiado segura si cuando saliera del baño las cosas seguirían como antes. Ahora que Bernice le advirtió del caos que Cupido iba a colocar en su vida por rechazar la idea de quitar el hechizo, no sabía con lo que se podría encontrar.

Quizás afuera todos estaban bailando Footloose u otra canción. Los musicales parecían no desaparecer.

Para su sorpresa, y una buena, todo seguía igual.

Desde los altavoces sonaba Remember Summer Days de Anri, una típica canción de City Pop que a Haerin le gustaba mucho. Además del R&B, ese género musical característico de Japón era su favorito.

Ignorando la cantidad de gente que bailaba y conversaba dentro de la pista, Haerin fue en busca de Danielle. Mientras estuviera sentada con ella, trataría de disfrutar y buscar a Hanni al mismo tiempo.

La porrista seguía en la barra y jugueteaba con una servilleta notoriamente aburrida.

Haerin sonrió con lastima, aún no podía quitarse de su cabeza todo lo que Bernice le dijo, pero se supone que Danielle no sabía nada de ello y no tenía que deprimirla a ella o decepcionarla. Por eso, finalmente, se acercó.

Tomó asiento a su lado con cuidado y Danielle volteó.

—¿Demoré mucho? —preguntó avergonzada.

—No, para nada —Danielle sonrió, su estado de ánimo cambió enseguida. —Te estaba esperando para pedirte la malteada. No quería hacerlo sin consultar tus gustos.

Tú, me gustas tú.

Ajeno a ese pensamiento, sonrió con encanto.

Danielle en serio era una chica preocupada y eso le fascinaba.

—Soy un poco básica para tomar malteadas —dijo.

—¿De fresa? —la señaló.

Haerin pudo sentir la flecha de Cupido atravesar su corazón con fuerza y justificar una vez más porque Danielle Marsh era la chica más bonita que pudo existir en el pueblo de Andong.

—Sí... —respondió en un hilo de aire —, sí, me gusta de fresa.

—No es algo básico. Creo que es el mejor sabor de malteada que existe —soltó una risa. —Supuse que te gustaban las fresas.

—¿D-De verdad?

—A las chicas bonitas siempre les gustan las fresas.

Danielle, por favor, no ves que me enamoro con facilidad.

Haerin sintió hasta sus orejas entibiarse y seguramente estaba igual de roja que un tomate.

No pudo reclamar nada o reaccionar siquiera, ya que Danielle levantó su mano y llamó la atención de uno de los camareros en el otro lado de la barra que, con una sonrisa llena de felicidad, se acercó.

—¿Qué desea ordenar, señorita? —consultó.

—Una malteada de fresa con dos pajillas.

—Enseguida —y se retiró.

Haerin frunció el ceño al primer momento porque... ¿Una malteada? ¿Acaso Danielle no planeaba beber algo?

—¿Por qué pediste una? —preguntó confundida.

Danielle giró y sintió como el brillo golpeó su rostro.

—¿No te parece justo compartir? Por eso pedí dos pajillas.

kang haerin y sus deseos mal hechos | daerinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora