9. El arrebato del primer amor.

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Capítulo 9: "El arrebato del primer amor".

El caos que los deseos de Haerin desataron ese 26 de Abril de 1992, fue digno de una película de fantasía o bien de un escenario imaginario que un drogadicto en potencia podía comentar.

Si nadie le creía, entonces Haerin ya no podía hacer nada más al respecto.

—No sé qué sean esas pisadas —murmuró Haerin, mientras subía las escaleras al segundo piso donde estaba su salón. —Cupido me advirtió que cosas iban a pasar, pero no me dijo nada.

—Sigo sin entender cómo estás peleando contra Cupido —contestó Danielle. —¿Acaso esto venía en el guion?

—No, y solo lo estoy haciendo por ti.

¿Por mí?

—Sí —Haerin la miró —, por ti.

No supo la reacción de Danielle ante ese comentario porque continuó caminando, saltando los escalones para poder ver con amplitud lo que estaba sucediendo y por qué sonaban estruendos a lo lejos.

Haerin llegó al pasillo y se apoyó en el barandal, cuidando en todo momento de Danielle.

El cielo estaba rojizo, con nubes anaranjadas y rosadas; un atardecer digno de admirar y, quien pudiera, fotografiar. Y tal vez para Haerin sería romántico ver una escena natural así de hermosa, de no ser porque Danielle era una polilla a la cual tenía que proteger ante todo y porque sonaban cosas muy fuertes y extrañas a lo lejos, como si un tsunami o algo peor se acercase.

Aún no divisó nada, quizás eran sólo ruidos para asustar, pero de repente sintió algo a su lado.

Haerin volteó con su ceño fruncido.

—¿Qué pasa? —preguntó Danielle. —Levántame, no puedo ver bien.

—Es que yo tampoco veo nada... —murmuró.

Buscó de dónde vino eso y hasta que no miró al suelo, no lo descifró.

Se alejó un poco y entonces observó a una simple gomita de oso patear su zapato con sus pequeñas patas.

—¿Qué carajos? —susurró asustada.

—¿Qué pasó? ¡Quiero ver!

Haerin estiró cuidadosamente a Danielle y entonces miró la escena.

—¡Es un osito diminuto! —dijo emocionada. —¿Acaso esto lo hace Cupido?

—Sí, Cupido es un tonto —aseguró. —Lo bueno es que solo es un osito.

—¡No lo pises!

—¿Y si se multiplica? ¡No podemos confiar en las rarezas que aparezcan!

—Pero es tan pequeñito... ¡Es como yo! —se apuntó a sí misma con sus patas y sus atenitas se sacudieron. —¿Acaso tú me aplastarías?

—No, claro que no. Eres una polilla, de hecho.

—¿Y por qué a una gomita sí?

—Porque pueden...

Haerin dejó de hablar y se alejó unos pasos más atrás cuando sintió más golpes en sus zapatos, los cuales no eran dolorosos, pero sí constantes y peculiares. Miró hacia abajo y entonces lo vio; ahora eran más de diez gomitas de osos tratando de atacarla.

—¡AAAH! —de forma agresiva lanzó una patada para alejar a los dos que estaban subiendo por las medias de su uniforme. —¡Son más, se están multiplicando!

kang haerin y sus deseos mal hechos | daerinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora