Capítulo 9

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-Caes, te levantas y sigues

Si te preguntaran: ¿perdonar vale la pena?

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Si te preguntaran: ¿perdonar vale la pena?

¿Serias realmente honesto con tu respuesta o, por lo contrario, optarias por evitar responder?

Tus acciones pueden traer consigo cosas buenas para tu benéfico o simplemente cosas malas para el beneficio de otros. Cualquier caso sería totalmente aleatorio y no hay nada que puedas hacer.

Al final de tu vida, solamente serás parte de la nada.

Solamente nada.

Saber eso viene por defecto, incluso si no hay nadie quien te diga, la vida te hará saberlo y quizás de la manera más cruel posible.

¿Realmente vale la pena perdonar?

...

En un rincón de la modesta localidad, tras el edificio educativo y junto a uno de los escasos puntos de transporte colectivo, la amargura humana se manifestaba en su forma más cruda

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En un rincón de la modesta localidad, tras el edificio educativo y junto a uno de los escasos puntos de transporte colectivo, la amargura humana se manifestaba en su forma más cruda.

Se contenía de emitir cualquier sonido, pues el dolor se agudizaba con cada insulto y golpe propinado por sus atacantes. Su extremidad yacía inmovilizada bajo la planta del pie del individuo que lo había agredido primero.

Era objeto de maldiciones injustificadas, o al menos así lo percibía él.

—¿No tienes nada que decir, imbecil?— Habló uno de los agresores.

No podía ni siquiera articular palabras, se sentía sumamente dolorido incluso después de que los golpes habían cesado.
Para su fortuna o desgracia,  una señora se aproximaban al lugar de los acontecimientos, por lo que los agresores optaron por retirarse para evitar la vergüenza o cualquier reprimenda. Por supuesto, no sin antes lanzar sus últimos insultos.

—No creas que olvidaremos esto, maldita escoria.

«Como los odio a todos...»

Pasó su mano débil por su rostro y luego por los lugares donde lo habían golpeado antes. ¡Dolía como el demonio!

En cuanto a la vieja, simplemente lo miró con pena y salió corriendo tan pronto como lo vio en el suelo. Ni siquiera se molestó en pedir ayuda o hacer algo para ayudarlo.

¿Quién ayudaria al hijo de un criminal?

Nadie.

El joven se quedó un momento en el suelo, tomando aliento. El dolor aún latía en su cuerpo, pero sabía que tenía que moverse. Con un esfuerzo, se puso de pie, apoyándose en la pared más cercana. La calle estaba vacía, y la parada de bus, un mero espectador de su lucha.

Comenzó a caminar, cojeando, cada paso un recordatorio de los golpes recibidos. Su casa no estaba lejos, pero en ese momento parecía estar al otro lado del mundo. Se detuvo un momento, cerró los ojos y tomó una respiración profunda. “Solo un poco más”, se dijo a sí mismo.

Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, llegó a la puerta de su casa. La abrió y entró. Se dejó caer en el sofá, cerró los ojos y soltó un leve quejido.

Su padre no se encontraba en casa, como era habitual.

Debería contactar a sus vecinos, una pareja que solía cuidarlo cuando su padre estaba ausente, y ahora necesitaba urgentemente atención médica, pero...

No deseaba ser una molestia.

No era la primera vez que la gente desataba su ira contra él, por lo que tampoco sería la primera vez que la pareja tratara sus heridas.

—Mal... maldición... Necesito algo para curarme...

El joven se arrastró hasta la cocina, apoyándose en los muebles para mantener el equilibrio. Abrió el botiquín con manos temblorosas, buscando algo, cualquier cosa, que pudiera aliviar el dolor y desinfectar las heridas.

—Vendajes... Esto debería servir... —murmuró para sí mismo mientras reunía los suministros que sus vecinos le habían regalado en caso de emergencias.

Con manos que apenas obedecían, envolvió sus heridas con los vendajes, un acto de autopreservación en medio de la soledad.

Una vez que terminó, se sentó en el suelo frío de la cocina, apoyando la espalda contra los gabinetes. El silencio de la casa era un contraste marcado con el caos de la calle.

«¿Por qué siempre a mí? »

Cerró sus ojos con fuerza, su cuerpo estaba quieto pero su mente estaba inquieta.

—Si mi padre me encuentra en este lugar, seguramente se preocupará...

No podía levantarse, ya había gastado sus fuerzas y energía.

Era completamente inútil.

Sus ojos se sentían pesados por el cansancio, indicando que estaba a punto de rendirse.

La visión de la puerta entreabierta fue lo único que retuvo en su mente antes de perder el conocimiento. Se lamentó por su descuido al dejar la puerta sin cerrar por completo.

 Se lamentó por su descuido al dejar la puerta sin cerrar por completo

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