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La vida de Kotetsu experimentaría un cambio inesperado tras llegar a esa mansión y conocer al enigmático joven dueño de ella. No obstante, no pensó en convertirse en la...
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Aunque tenga escaso interés en general, ese joven le evoca cierta familiaridad con algo o alguien. La imagen de aquel muchacho con una exquisita flor le trae a la mente de manera difusa a una mujer que llevaba la misma flor adornando su cabello.
El de ojos color menta tomó la iniciativa de entablar amistad con Kotetsu, sin embargo, este último respondió con una actitud notablemente distante. Si no fuera por el insistente de Kanamori, en esos precisos momentos estaría en componiendo otra canción o estaría considerando rogarle a Ginko.
Su mano se deslizó hacia el hombro del joven, y una simple pregunta fue suficiente para perturbar la tranquilidad reinante: "¿Cuál es tu nombre?"
Indignante.
Un bufido de disgusto por Kotetsu fue su respuesta. Milagrosamente no reaccionó mal, eso es un avance positivo.
El lejano pero claro sonido de llantas pasando por el pavimentado camino hacia su casa llenó de curiosidad al más joven.
“¿Será Haganesuka?” —Pensó Kotetsu.
El joven cantante, aún inclinado a reiterar su pregunta acerca del nombre, se vio abruptamente interrumpido por el sonido del timbre de la puerta.
Ambos jóvenes intercambiaron miradas, con la incertidumbre de quién asumiría la responsabilidad de iniciar la acción de abrir la puerta. El persistente timbre comenzaba a generar estrés en el chico de ojos oscuros, por lo que optó, a regañadientes, por abrir la imponente puerta.
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Su mirada de color menta permanecía fija en él; lo que antes había sido una sonrisa, se transformó en una amalgama de confusión y molestia. Su presencia en la casa no fue recibida con agrado, y resultaba evidente que había intentado cerrarle la puerta en la cara, pero la fuerza de su padre le jugaba en contra, así que no hizo más nada que permitirle el paso a lo que sea que fuese hacer en su hogar.
—Me alegro que estés viviendo bien, hija—Su voz, fría y áspera como siempre.
—¿Qué haces aquí?
— ¿Acaso no puedo venir a ver a mi hija?
Una respuesta a esa pregunta tan vaga podría desencadenar el humor de ambos, pero antes de que eso sucediera, un hombre de ojos carmesí y una serenidad sorprendente apareció.
—Oh, señor Tsugikuni... Es un placer conocerlo. —Su voz tranquila tuvo un efecto calmante en la mujer, que parecía ser su esposa, mientras que el mencionado permanecía imperturbable.
—Voy a preparar té para usted.
—No hace falta, solo vine a asegurarme de que todo esté en orden.
—¿Viajaste hasta aquí solo por eso? —Preguntó la mujer con el ceño fruncido y una mirada de desconcierto.
—Sí, ¿y qué?
La situación se volvió incómoda para los tres adultos; la relación tumultuosa entre hija y padre sorprendió al hombre de ojos carmesí, quien al mismo tiempo se sentía culpable de haber contribuido a empeorarla. Sin embargo, su presencia añadía una capa adicional de tensión a la ya delicada situación.
— Mi cielo, él es tu padre; creo que no es adecuado dirigirte a él de esa manera... Además, los niños podrían estar escuchando.
— ¿Niños? — Inclinó ligeramente la cabeza, mostrando su curiosidad.
La puerta se abrió lentamente, revelando a dos pequeños niños con miradas curiosas y nerviosas.
El padre de los niños se adelantó, con una sonrisa orgullosa en su rostro.
—Señor Michikatsu, permitame presentarle a nuestros niños, Yuichiro y Muichiro. Son tus nietos —dijo, señalando a cada uno de los niños con ternura.
Michikatsu los miró con atención, evaluando a sus nietos con su mirada penetrante. Por un momento, su expresión fría pareció suavizarse ligeramente, pero luego volvió a su semblante imperturbable.
Los gemelos permanecieron en la entrada, observando con curiosidad y timidez a su abuelo, mientras la atmósfera en la sala se cargaba de una tensión palpable.
—Hola... —respondió Yuichiro con cautela, sin acercarse demasiado.
Muichiro, por su parte, se escondía detrás de su hermano, asomando solo la mitad de su rostro para observar al anciano. Su timidez era evidente, y su torpeza se manifestó cuando dio un paso adelante y tropezó con la alfombra, siendo rápidamente estabilizado por Yuichiro.
—Buenas tardes —murmuró Muichiro, su voz apenas un susurro.
El padre de los niños, buscando facilitar la conexión entre los nietos y su abuelo, intervino con una sonrisa alentadora.
Pero el tiempo pasaba lento para otros.
—Padre, mamá debe de estar esperándote en casa. No la hagas esperar por favor. —Volvió abrir la puerta, incitando que el mayor saliera de su casa.
La mirada sorprendida del progenitor de los niños había llegado a la joven mujer. Tenía miedo de que aquel hombre reaccionara negativamente ante eso.
Pero lo hecho, hecho ya está.
Se acercó a la puerta y cerró esta misma, sin antes dedicarle una mirada a los niños.
Michikatsu se había retirado.
—Solo fueron 15 minutos... Pensé que se quedaría un rato más.
—Lo mismo decía yo. —Esto último fue en un susurro ahogado.
Los niños aún perplejos por la situación, volvieron a su habitación compartida por orden de su madre.
En la mente de un niño no duran pensamientos o ideas de quien era realmente el señor, ¿abuelo? Nunca habían escuchado de sus padres eso. No sabían que tenían uno. Sin embargo, si sabían de la existencia de una abuela; progenitor de la madre de los niños obviamente.
Es curioso que llegue un señor a tu casa y diga que es el padre de tu madre.
Que curioso.
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