(𝐈𝐕)

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IV

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IV

Tras insistir varias veces en que estaba bien y que no hacía falta que pasaran toda la noche con ella, Jane y Maura hicieron caso omiso a su petición y decidieron permanecer toda la noche a su lado.

Pensaron que era lo justo, ya que, en el tiempo que llevaban siendo amigas Bárbara les demostró ante todo que era una persona muy atenta, siempre dispuesta a ayudarlas si lo necesitaban. Y no menos importante, el haber visto cómo había peligrado su vida les hizo darse cuenta de que llevaban mucho tiempo aparcando la atracción y la intensa conexión que sentían con ella. Qué irónico les parecía tener que haberla visto en peligro para decidirse por fin a hacer algún movimiento.

— Necesito darme una ducha, mientras lo hago, os he dejado unas camisetas para que uséis de pijama— les informó la detective O'Reilly mientras abandonaba la habitación.

***

Un suspiro contenido abandonó sus labios mientras cerraba la puerta del baño y abría el grifo de la ducha.

Le costaba controlar la forma en la que las miraba cuando las tenía cerca y aun más cuando ellas la miraban también con tanta intensidad, pareciendo que al hacerlo le arrancaban la ropa. Se duchó con agua fría para ordenar un poco sus pensamientos. Reconoció lo que calló durante meses : las deseaba como jamás había deseado a otras mujeres con las que estuvo. Pero tenía un gran inconveniente y ese era trabajar juntas, mientras tanto, secaba su cuerpo con una toalla.

— ¿Y si alguien se enteraba?, ¿le despedirían? — pensó.

Sabía que estaba en una posición difícil porque era la recién llegada al departamento de policía y se sentía atraída por sus dos compañeras de trabajo.

***

Maura y Jane se aproximaron nada más verla y sin decir nada, la abrazaron. Bárbara se sintió a salvo porque sabía que ese hombre no volvería a tocarla jamás porque Jane haría lo que fuera con tal de defenderla y Maura estaría a su lado para brindarle palabras de apoyo y cariño.

— Cielo, ¿necesitas algo? — preguntó Jane sin soltarla.

— Una copa de vino, la verdad — contestó Bárbara sonriendo a ambas mujeres.

Bárbara fue a la cocina, seguida por ambas. Abrió el frigorífico y sonrió con satisfacción al ver que tenía ahí guardada una botella de su vino blanco favorito. Cerró el frigorífico y no reparó en que debía coger copas para servir el delicioso vino. Siguió deambulando por su cocina y encontró en uno de los cajones su abre corchos y sin más esperas, abrió la botella. Se la aproximó a los labios, bebió un trago y disfrutó de la sensación del helado vino blanco descendiendo por su garganta. Se relamió los labios para quitarse los restos de vino y les ofreció la botella para que degustaran el vino.

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