Capítulo 2

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En el momento en que desaparecimos por el portal que Blair había creado en la Tierra aparecimos al otro extremo de este, donde ya se encontraban varios de nuestros profesores y antiguos compañeros junto a nuestros padres esperando para recibirnos en la plaza principal del pueblo. Fitzer y Meredith, los padres de Blair, se lanzaron a sus brazos en cuanto esta echó a correr hacia ellos, mientras que mi padre me esperaba pacientemente en el sitio en el que se encontraba. Una vez estuve lo suficientemente cerca de él tiró de mi brazo y me pegó a su cuerpo, envolviendome en un abrazo que expresaba todo lo que me había echado de menos en estos tres años.

No había sido consciente de cuánto lo había echado de menos hasta el momento en el que me encontraba entre sus brazos, y un torrente de lágrimas corría por mis mejillas por el tan esperado reencuentro. Me giré para mirar a Blair y verla charlar con sus padres, haciéndome sentir nostálgico una vez más en el día. Mi madre no se encontraba aquí, sino que estaba en Fria, la región del norte a la que se habían recluido los elfos después de la Gran Guerra. Este fue un suceso en la historia de Liberia que la gente parece haber dejado atrás, pero sus huellas se han quedado marcadas en la tierra de por vida.

Hace diez años, los elfos se encarnaron en una cruenta y sangrienta batalla contra fey y nimalz por el control de las tierras del sur, acabando en una retirada táctica por parte de los primeros al ver que eran incapaces de ganar. Esta guerra se llevó las vidas de muchos inocentes por delante, dejando familias destruidas y un espíritu de resentimiento contra esta raza por lo que habían hecho. Por mi parte no compartía dicho sentimiento, ya que mi madre era una elfa y por lo tanto eso me hacía a mi mitad elfo y mitad fey, aunque la única característica notoria que tenía de esta raza eran mis orejas puntiagudas.

El rey de los elfos al perder dicha guerra decidió impedir la entrada de cualquier ser sin sangre élfica a sus tierras, y la vuelta de todos aquellos elfos a dicho territorio salvo aquellos con causas justificadas. Tras unos minutos mi padre cortó el abrazo, posando una mano sobre mi hombro mientras hablaba. "Es un placer tenerte de vuelta hijo,"-"El sentimiento es mutuo, papá". Ambas familias nos despedimos del resto de personas que nos habían recibido y empezamos a andar hacia nuestras casas. "¿Qué tal lo habéis pasado en la Tierra?" preguntaba Meredith mientras nos miraba a mi y a Blair. "Genial, ha sido una experiencia muy enriquecedora y para nada lo que me esperaba." Seguimos con la pequeña charla hasta que llegamos a mi casa, donde nos despedimos de ellos y entramos.

Nada más entrar Misha corrió hacia la puerta y empezó a ronronear mientras se restregaba entre mis piernas. La cogí en brazos y la levanté, dándole un abrazo lo más fuerte que pude. Misha era una nimalz, pudiendo definir esta raza como una criatura mágica que tiene forma animal pero puede adoptar una forma humana. Siempre la he considerado como una hermana, aunque es cierto que a ojos de todos parece una mascota. "¡Cuánto te he echado de menos!" grité mientras la aplastaba y le daba besos por toda la cara. Esta me los devolvía e incluso ronroneaba aún más fuerte.    

Mi padre y yo nos sentamos a la mesa a tomar un café y hablar sobre que había hecho durante todo esto tiempo. "Bueno, cuéntame algo interesante, ¿has tenido algún amorío por esas tierras?" preguntaba indiscretamente arqueando las cejas mientras me miraba. "No papá, sabes que no soy de ese tipo de chicos," obviamente si los había tenido, pero no le iba a contar a mi padre todo lo que había estado haciendo en la Tierra. "Me voy a echar un rato, estoy bastante cansado del viaje," recogí las tazas de la mesa y me despedí de mi padre con un beso en la frente, subiendo las escaleras en dirección a mi cuarto.

Me eché en la cama y a los pocos segundos me quedé dormido debido al cansancio acumulado que traía del viaje. No sabría decir en qué momento pasó, pero el sueño que estaba empezando a ver era uno más que recurrente en mi vida.

Una elfa de la más blanca y pura piel que puedas encontrar en todo el reino estaba situada frente a un trono. En este, un hombre ya bastante ajado por la edad se encontraba sentado, aunque eso no quitaba el hecho de que este fuese imponente, en especial por la corona y atuendos que llevaba. Extendiendo la mano frente a dicha mujer depositaba una perla naranja sobre su mano, la cuál la cogía. Una vez la perla en su mano, esta daba unos pasos hasta llegar a una pequeña cuna que había junto al trono, y allí dejaba la perla junto al bebé que dormía plácidamente, aunque no era capaz de ver la escena bien del todo.

Me desperté de la pequeña siesta sudando, e instintivamente mi mano fue hacia mi cuello. Allí levanté el pequeño cordel que siempre estaba colgando y observé a través de la luz la perla que de él colgaba. Tenía la misma forma y color que la que aparecía en el sueño, pero esta la encontramos Blair y yo cuando éramos pequeños jugando en un parque. La noche había empezado a caer, así que me di una ducha y bajé a preparar la cena. "¿Estás mejor hijo?" preguntaba mi padre al verme bajar las escaleras. "Sí papá, voy a ponerme a hacer la cena"-"No,de eso nada, siéntate a descansar que ya me ocupo yo"

Estuve jugando con Misha y una vez mi padre terminó cenamos juntos, mientras discutíamos acerca de mañana. "No me puedo creer que acabes de llegar y ya te vayas a ir, es tan precipitado todo," su voz acompañaba a su cara, siendo ambas una expresión de pena infinita. "No te preocupes papá, ahora estaré mucho más cerca y podré venir a visitarte cuando quieras"-"Eso espero, que no te olvides de tu padre." Solté una carcajada y me levanté a recoger los platos.

Si que era una pena, pero mañana Blair y yo empezaríamos nuestro viaje hacia Aeria, la capital de Caleia, para inscribirnos en el colegio y poder al fin empezar nuestros estudios mágicos. Si bien me costaría adaptarme a la rutina, no podía esperar a que llegase mañana para partir y estar un paso más cerca de llegar al sitio donde por fin podría aprender a controlar mi magia, el colegio Montaigne.

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