Capítulo 6

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Cuando me quise dar cuenta una semana había pasado ya sin mayor complicación que la del encontronazo con Aiden en el duelo, y el viernes ponía fin a las clases. La teoría que íbamos manejando la controlaba sin mayor problema pues eran cosas muy básicas, aunque era incapaz de poner nada de lo que aprendía en práctica, a diferencia de mis compañeros de curso los cuáles ya empezaban a poder hacer hechizos más avanzados. Si bien es cierto que yo no disponía de la misma base que ellos no iba a dejar que esto me desanimara, así que seguiría intentándolo.

De tanto dar vueltas en la cama mientras sobrepensaba las cosas una y otra vez era incapaz de conciliar el sueño, por lo que me calcé y salí a dar un paseo por los jardines de la entrada. Tras un rato de andar por estos y pararme de nuevo a observar las mismas flores en las que me había fijado la última vez, la sensación de que Aiden se encontraba cerca volvía a mí, y como si alguien hubiese atado una cuerda a mi cuerpo y tirase de ella me veía atraído a la fuente de la misma.

Siguiendo lo que mi instinto me decía acabé en una especie de parterre de unos claveles sentimentales. Este tipo de flor era llamado así pues captaban las emociones de aquellos transeúntes que pasaran junto a estas, y adquirían una tonalidad correspondiente a dichas emociones. Era un lugar bastante concurrido por las parejas que habitaban la escuela como ya habíamos comprobado Blair y yo en nuestros largos paseos por esta zona, por lo que la mayoría del tiempo estos estaban teñidos de una especie de rosa claro reflejando ese amor puro y sincero de la juventud.

Ahora la escena denotaba un tono mucho más penumbroso. Todos y cada uno de los claveles que había allí tenían un azul oscuro tan profundo como la noche misma, como si la persona que hubiese estado paseando por aquí sintiese una tristeza voraz, capaz de acabar con el mundo en sí misma. Pero al acercarte a las flores podías vislumbrar un detalle casi incapaz de percibir a simple ojo humano, unos pequeños destellos dorados que se movían por los pétalos dándoles un brillo especial. Seguí el camino que los parterres a mis costados indicaban hasta llegar a una especie de arco sobre el que se podía ver toda la ciudad de Aeria.

Al final de este, una figura oscura emergía de entre las sombras como si de una especie de espectro se tratase. Pero no podía quitar mis ojos de encima, era como si tuviese algo que tiraba de mí para reunirme con ella, como si me estuviese llamando. Entonces empecé a escuchar una voz en mi cabeza, "Lune, Lune, ven a mí..." recitaba la voz una y otra vez, mientras la figura abría uno de sus brazos, dándome a entender que era ella quien me llamaba. Sin ser consciente de lo que hacía mis piernas empezaron a caminar por sí solas, atrayéndome cada vez más cerca hacia la figura.

Cuando ya quedaban pocos pasos para que ambos cuerpos colisionasen un rayo de luna se posó sobre la figura espectral, haciendo que esta desapareciese en el instante y cayese algo al suelo. Sin la presencia de la figura mi mente salió del trance en el que se había sumido, y por fin recuperé el control de mi cuerpo. Antes siquiera de pensar en que era lo que había pasado me fijé en el objeto que había caído, una pequeña lágrima sólida de cristal que brillaba con la misma luz del sol.

Cuanto menos este suceso había sido extraño, pero después de tal experiencia paranormal porque no sabría describirla de otra forma me dolía demasiado la cabeza, por lo que lágrima en mano emprendí el camino de vuelta hacia mi habitación. Allí solté la lágrima en el poyete de la ventana donde había colocado unas pequeñas plantitas, y me dispuse a intentar dormir lo poco que quedaba de noche. Me desperté destrozado después de no haber descansado casi nada, por lo que nada más levantarme fui directo a la ducha a ver si al menos conseguía despejar mi cabeza un mínimo. Al salir del cuarto secándome el pelo con una toalla no veía por donde iba, y una vez quité la toalla de mi vista un rayo de sol me deslumbró directamente a los ojos.

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