"Llevo años viéndola, encontrándome con su sonrisa llena de misterio. Esa criatura, de ojos profundos como la noche y cabello negro como el ébano, debe ser la ruina del diablo. La primera vez que la noté, intentaban quemarla por bruja, por gitana, por pecadora. Su piel era pálida como el alabastro, los aldeanos gritaban y la apaleaban en la plaza empedrada del pueblo. Coincidieron nuestras miradas y se oscureció su rostro, como si una sombra hubiera cruzado su semblante. El cielo, antes despejado, se cubrió de nubes negras y vigiló aquel diluvio insólito. Salí perturbado de allí, el olor a miedo y a lluvia fresca se quedó impregnado en mi ropa. Ese momento me sigue desde que soy un niño, como un eco persistente en el tiempo.
Tengo pesadillas, despierto en la noche buscando un refugio en las sábanas frías, el sudor frío pegando mi camisa al cuerpo. No hay paz para las almas en pena, ni para las que, como yo, han visto más allá del velo de la mortalidad.
La segunda vez, fue en aquel barco de madera desgastada, rumbo a las Indias. Nunca permanecía mucho tiempo bajo el sol ardiente, siempre buscando la sombra, como un gato cauteloso. Nadie se le acercaba por los rumores de aquella extraña enfermedad que asolaba Europa. ¿Qué querrá esta vez? ¿Matarme? He puesto un crucifijo de plata en la puerta de mi departamento para alejar malas vibras, pero eso ya le importa poco. Se mudó hace pocas semanas al edificio del frente, de ladrillos rojos y ventanas grandes, y riega rosas rojas desde entonces. ¿Cuándo es desde entonces, desde siempre?
Debería haberla dejado morir en aquel naufragio, en aquel mar enfurecido, eso hubiese evitado que me mordiera. ¿Dejará de buscarme? Toma una rosa con la mano, la sangre corre por sus manos sin importarle. Lame el líquido carmesí y lanza al vacío la flor. Congela mi mirada. Vive con la muerte en los ojos. Qué ironía, que ahora me persiga la muerte yo que la traje otra vez a la vida.
Espero a que caiga la noche. Dejo el balcón abierto, el frío viento de la noche acaricia mi rostro. Es la hora. Veo su sombra trepar las paredes del edificio frente al mío, moviéndose con una gracia felina. Aparta las cortinas de mi ventana con una delicadeza casi maternal. -Eres un vampiro, ¿verdad?- susurro en la habitación, mi voz tiembla ligeramente en el silencio. El silencio hace del ambiente su presa. Su cuerpo levita detrás de mí, puedo sentir el frío que emana de ella. Trago en seco. -No, otra vez no. No fue mi culpa, yo nunca te denuncié- comienzan mis sollozos a impedir que salgan las pocas palabras -por favor... no.
-Te diré un secreto, pequeño- su aliento es una mezcla de sangre, rosas, vida y muerte. Se acerca a mi oído y susurra con una voz que parece una melodía triste -mamá está aquí otra vez, ¿quieres que cante aquella vieja canción de cuna?
La habitación se llena de un silencio ensordecedor, solo interrumpido por el latido desbocado de mi corazón.
La oscuridad de la noche se cierne sobre nosotros. Las lágrimas comienzan a deslizarse por mis mejillas, cada una llevando consigo el peso de un miedo inconfesable. Con la promesa no dicha colgando en el aire, me doy la vuelta lentamente para enfrentarla. Y entonces, en una voz apenas audible, comienza a cantar el estribillo de una vieja canción de cuna, su tono melódico teñido de perturbadora tristeza que se desliza por la habitación como una caricia fantasmal."
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Los cuentos de Honjok
Cerita PendekLos cuentos de Honjok desarrollan narrativas íntimas y personales que exploran la soledad y la autodescubrimiento. Si persigues inspiración y buscas transmitir esa misma sensación de introspección y exploración interior aquí encontrarás lo que nece...