La escuela de hechicería de Tokio, siempre ha sido un lugar de oportunidades para los hechiceros. Sayuri está dispuesta a tomarla, siempre que se aleje de su familia. El clan Iekami, está lleno de misterios y secretos que aún no conoce, pero que sol...
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-¡Sayuri! ¿Tienes la tarde libre? -preguntó Satoru en la distancia. Estaba en el campo de entrenamiento con Suguru. La había visto pasar y aprovecho para molestarla. Solo había dos personas a las que llamaba directamente por su nombre.
-No puedo. Hoy tengo una misión. -contestó con una sonrisa. Estaba realmente feliz por la noticia, tanto como para olvidarlo, como para no darle importancia al hecho de que volvía a llamarla por su nombre. Aún no se acostumbraba a esa confianza.
Por fin, después de haber pasado un mes, la consideraban lo suficientemente preparada para hacer misiones, al menos eso pensaban los altos mandos. Al ser nueva, tuvieron un poco de consideración y la misión iba a ser algo sencillo.
Sayuri se despidió de sus amigos agitando la mano. Los dos chicos la vieron irse un poco preocupados, era muy pronto... Ella aún era inexperta en ese nuevo mundo, al menos se consolaban con la idea de que no iría sola. Al principio, durante el primer año, todos los estudiantes iban a sus misiones acompañados. Según sus aptitudes, algunos acaban en solitario.
El objetivo de Sayuri era una calle poco transitada, donde al parecer habían detectado la presencia de una entidad de bajo nivel. No había matado a ningún humano, pero si había devorado mascotas como perros y gatos. Lo más grave ocurrió hace una semana cuando un hombre de mediana edad acabó herido de gravedad por un accidente. El hombre se encontraba en coma. Era cuestión de tiempo que alguien desapareciese, devorado por la maldición. Es por ello que los hechiceros debían actuar.
Sayuri iría acompañada de otra estudiante, Mei Mei. Una chica de cabello largo y claro, siempre recogido en una coleta alta, con dos mechones libres a ambos lados de su rostro. La había visto en varias ocasiones, pero no había tenido oportunidad de hablar con ella. La consideraba una chica seria, no recordaba haberla visto sonreír en algún momento.
No iba a negar que se sentía emocionada por tener una misión, quería demostrar su valía y no había mejor momento que ese. Ir tras la caza de una maldición no era tan diferente a lo que hacía en su clan. Aunque al mismo, había diferencias en cuanto a la forma y técnica. Ella estaba acostumbrada a rastrear, atacar y matar. En la escuela era diferente, parte de ese trabajo ya se lo daban hecho.
Se subió al coche junto al profesor Yaga y Mei Mei. Al verlo de nuevo, recordaba las palabras de su profesor. La había llamado personalmente y le explicó que debía hacer, pero sobre todo le recordó su posición:
-Tú no eres una estudiante normal. Eres consciente de ello ¿no? - Sayuri asintió. Ambos se encontraban solos en el aula. Ella, de pie frente a la mesa de su profesor.- Estás aquí porque hay un pacto. Los altos mandos de la hechicería tienen sus ojos puestos en ti. Depende de cómo te clasifiques harán una u otra cosa contigo.
-¿Qué planean hacer conmigo? -ella frunció el ceño.
-Ni siquiera yo lo sé, lo más seguro es que te manden a misiones privadas. Asuntos secretos que ni siquiera yo conozco. -reconoció Yaga encogiéndose de hombros.
