La escuela de hechicería de Tokio, siempre ha sido un lugar de oportunidades para los hechiceros. Sayuri está dispuesta a tomarla, siempre que se aleje de su familia. El clan Iekami, está lleno de misterios y secretos que aún no conoce, pero que sol...
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En el clan Iekami, cuando existía algún tipo de problema se solucionaba con la violencia. Lejos de parecer caótico y problemático, en realidad tenía resultados muy positivos. Existían los llamados duelos, aquellos hechiceros que tenían problemas descargaban su ira y frustración mediante estas peleas. Podía ser con la persona que te había molestado o con cualquiera. La idea era que dos hechiceros que habían tenido problemas entre ellos podían solucionarlos en la arena, una zona destinada solo al entrenamiento. Era una ceremonia muy controlada y ritualizada. Debían saludarse con respeto antes de comenzar la pelea. Incluso había reglas como no usar las técnicas malditas, ni matar.
Esos duelos tenían una doble función. En una aldea aislada, los problemas y las tensiones entre los miembros podían ocasionar una rebelión. Al final, aunque no hubiese guerra, y llevasen siglos aislados, seguían siendo guerreros, lo suficientemente buenos como para que el mundo les tuviera miedo.
Así que los duelos le servía como una manera de entrenar sus habilidades físicas, descargar emociones negativas y resolver conflictos. A veces incluso en casos extremos había servido como forma de ejecutar a los hechiceros que habían cometido crímenes. Algo poco frecuente.
Sayuri había crecido en ese clan, puede que otros lo viesen como una locura, como si fueran unos salvajes. Lo sabía porque algunos hechiceros la habían mirado así, pero para ella veía una belleza en la muerte. Su familia creía que la muerte solo era un paso más en el eterno ciclo de la vida, porque sí, ellos creían que reencarnarían de nuevo. Según su clan, sólo aquellos hechiceros que aún tenían arrepentimiento reencarnarían para solucionar lo que no pudieron en su vida anterior.
En su corta infancia ella había visto varios duelos e incluso había llegado a participar en dos. Perdiendo desastrosamente. Sayuri no conocía otra forma para gestionar sus emociones que no fuese pelear. Satoru solía molestarla con mucha frecuencia, pero había aprendido que él simplemente era así. Nunca había llegado a sentirse tan enfadada como ese día...
Un grupo de hechiceros había llegado a la escuela, se quedó mirándolos, su ropa no era muy diferente a lo que usaban en su aldea. Era poco habitual y a la vez familiar. No sé ocultó mientras curioseaba. Su forma de andar, sus expresiones, todo en ellos daba a entender que eran importantes, pero Sayuri no tenía idea de quienes eran.
- ¿Te interesa los Zenin?
El rostro de Satoru se asomó por su hombro sorprendiéndola brevemente, no lo había sentido, aunque quizás estaba demasiado concentrada en los recién llegados como para sentirlo. Igual que siempre, llevaba sus gafas de sol, como si así pudiera ocultar o disimular sus ojos.
-¿Quién?
Satoru señaló con la cabeza al grupo.
- No sé quiénes son. Es raro ver a otros hechiceros por la escuela.
- Vendrán a ver al director.
- Tú conoces mejor el mundo de los hechiceros. -él alzó las cejas esperando una pregunta.- Yo ni siquiera entiendo sobre otros clanes.
