Meeting

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Deseaba que fuera un sueño, sin embargo, sabía que no lo era

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Deseaba que fuera un sueño, sin embargo, sabía que no lo era. 

Sabía que lo que sea que estaba pasando no era una pesadilla.

Un sudor frío corría por su piel, el incesante dolor punzante en sus pies seguía a pesar de estar acostado y los rasguños en sus piernas y mejillas dolían como miles de cortes en su piel.

¡No podía creerlo! Y de sólo recordar un escalofrío recorría su espina dorsal y volvía a lo mismo; la forma en la que la mar se recogió, las gaviotas volando desesperadas por todas partes y el frío viento que lo envolvió. Todo esto podría haber sido normal, pero estaba ese brillo.

Un brillo que podría ser una ilusión.

Era algo tan inexplicable, tan inusual, tan mágico y perfecto. Porque, aunque no se atreviera a pensarlo, ese destello fue algo que nunca vio en su existencia.

Félix cerró los ojos tratando de calmar su mente o calmar el temblor en sus piernas.

Escuchó leves golpes provenientes de la puerta, ¡Como era posible! No era capaz de articular palabra.

—¿Félix?— Llamaron, a continuación, la puerta fue abierta —¿Estás bien?— le preguntó Sebastián desde la oscuridad. En sus adentros Félix agradeció que en ningún momento su primo entró, sólo se quedó parado en la distancia —Escuché un portazo, creí que te había pasado algo.

—Estoy bien— respondió firme, ni siquiera supo cómo su lengua se las arregló para pronunciar esas palabras.

—Oh, bien —dijo poco convencido —, descansa — Félix sonrió consciente que no podía verlo.

Esa noche sólo pudo estar tranquilo al escuchar la puerta de su cuarto cerrarse. Él estaría a salvo dentro de esas cuatro paredes.

En la mañana Félix se miró al espejo de cuerpo completo

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En la mañana Félix se miró al espejo de cuerpo completo. Él realmente no se sentía muy bien. Estaba cansado por las pocas horas que durmió esa noche, su cabello era un desastre, una cicatriz yacía en su mejilla por una de sus caídas; la toco con las yemas de sus dedos e hizo una mueca antes de suspirar y continuar con su rutina de la mañana.

Diez para las once recién iba bajando las escaleras. En la cocina ya lo esperaban Sebastián y Oscar; no fue más que un saludo porque ya había salido dejando a los dos chicos con el entrecejo fruncido.

Cruzó la calle y el calor de la arena penetró sus sandalias. Miró el cielo, el sol ya se encontraba en su punto y brillando más que nunca. Vacilo entre el pensamiento si debía volver a aquel lugar, sacudió su cabeza iba a ir de todos modos.

Comenzó con pasos lentos, iba por la orilla del mar disfrutando de la brisa salada. No entendía por qué sus piernas se movían cada vez más rápido, por qué sus manos estaban en puño y lo más extraño era la sensación en su pecho.

No sabía qué era, nunca sintió algo como eso y aunque fuera un sentimiento desconocido le gustaba.

Aceleró el ritmo una vez que estuvo más cerca. Todo lucía pacifico, aves volando con tranquilidad y la brisa casi ni se sentía. Como si la noche anterior nunca hubiese existido.

Como si nunca vivió aquella escena.

Sólo a unos pocos pies de distancia, sobre una roca descansaba una red, tal vez olvidada por un lanchero. Era increíble, y no, no hablamos de la red, sino de la criatura que estaba atrapada allí.

Escamas de un color azul mezclado con turquesa. Piel pálida, cabello rubio siguiendo las facciones de su rostro: sus pestañas largas y fascinantes guiándolo hasta sus ojos. Nunca vio ojos como esos.

Unos ojos hermosos, pero tan llenos de miedo.

Félix reacciono después de unos segundos y el único movimiento que hizo fue quitar la red. La criatura atrapada allí se sumergió quedando fuera de la vista del chico.

—¡No!— gritó, su cuerpo ya no sentía el miedo que había vivido ayer por la noche. Su cuerpo temblaba más por la ansiedad que por lo fría que estaba el agua.

Se sintió frustrado, quizá ya no la volvería a ver, sin embargo, Félix no notó que la chica se había escondido detrás de una roca.

Félix pasó sus manos por su rostro y negó varias veces.

—Estoy loco— pensó.

Estaba a punto de irse creyendo que debía dormir un poco más, cuando unas manos se apoyaron en esa roca y un cuerpo apareció detrás de ésta.

Quedó estático. Félix siente que a menudo se encuentra con la muerte, así que sólo espera. No puede luchar contra tan bella criatura. Sus ojos se encontraron, ninguno de los dos miraba otra cosa que no fueran los ojos del otro. Félix se acercó con cuidado hasta estar a dos pies de distancia. Pronto se atrevió a hablar:

—No eres una ilusión.

—No soy una ilusión.

—No soy una ilusión

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Love In The Water || Riverducción || Adaptación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora