Chisorongo 1

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Nacido en una camada de gatos grises en la que pocos sobrevivieron al clima frío del invierno, especialmente porque su madre siempre fue una gata negligente debido a sus adicciones.

Chiari, madre de cinco gatitos de los cuales cuatro fallecieron días después de su nacimiento, decidió llamar a su único hijo "Chiario", quien más tarde cambió su propio nombre porque simplemente lo olvidó gracias a que su madre casi nunca se refería a él, de todas formas no estaba lo suficientemente presente en su vida para quejarse al respecto, era un niño indocumentado.

Él sabía que era producto de un embarazo indeseado. Chiari hizo un acuerdo con su dealer por cocaína a cambio de sexo y claramente no usaron protección.

No, Chiari jamás se deshizo de su adicción y por ello sufrió de una sobredosis en el living de su departamento mientras Chisai estaba jugando con palitos en la calle, imaginando que eran dos katanas. El niño a la vuelta de su casa tenía una figura de acción de un samurai con katanas en la ventana de su habitación para que todos los chicos que pasasen por ahí pudiesen verla y claramente Chisai estaba encantado por ello.

Él no tenía el vocabulario con el nivel de desarrollo de un niño de su edad, por esa razón se le dificultaba hacer amigos en su barrio. Envidiaba los grupos que otros felinos formaban para jugar juntos, además de que todos usaban la misma ropa y él también quería ser parte de algo así. Quizá ese fue el detonante de su siguiente acción:

Soltar sus katanas, mirar a los niños que estaban sentados en una ronda en la vereda de en frente enseñando sus juguetes y jadear emocionado por la nueva idea que había llegado a su cabeza, tal vez si conseguía uno podría juntarse con ellos.

Se dirigió hacia la casa de su vecino dando saltitos de felicidad, abrió la ventana con sus dedos dejando marcas de tierra y sudor en ella, para luego arrebatar la figura del samurai con dos katanas que ese niño había exhibido por tanto tiempo y cerrar la ventana porque no era ningún criminal, nuevamente ensuciando el vidrio.

Se alejó de la escena y observó la figura con una expresión de disconformidad, al poner sus manos en ella se había llenado de mugre, se veía feo.

Intentó limpiarla con su camiseta que también estaba bastante sucia, pero en lugar de quitar la mugre, rompió uno de los brazos de la figura.

Su llanto alertó a los niños que jugaban en la otra vereda y a las madres que estaban cuidando de ellos. Una de ellas cruzó la calle y se acercó a Chisai para consolarlo, era un gatito muy pequeño y delgado, las señoras solían verlo y sus corazoncitos se encogían de tristeza, pero no conocían el tipo de mujer que su madre era ya que nunca estaba en casa cuando ellas intentaban preguntarle sobre la vestimenta sucia de su hijo y su apariencia tan descuidada, además de que el niño parecía no saber contestar a sus preguntas. A ninguna le importaba lo suficiente para llamar a las autoridades.

Apenas puso una mano en él, Chisai abrazó a la mujer y soltó la figura para apretar las prendas de la híbrida, chillando incluso más fuerte ahora que tenía en dónde llorar y ahogar su voz por primera vez en su corta vida, moviendo su cabeza de un lado al otro y diciendo cosas sin sentido alguno.

Ella, sin saber cómo consolarlo, abrazó al niño y acarició sus orejitas, palmeó su espalda e ignoró la suciedad que había dejado estampada en su vestimenta blanca. Lamentablemente la adorable escena y su robo no pasarían desapercibidos.

El momento se vio interrumpido por la chillona voz del celoso hijo de aquella mujer, que odiaba ver a su madre abrazando a un cualquiera como él, gritando que estaba ensuciando la ropa de su madre y que debía soltarla, corriendo hacia ellos, tomando los brazos de Chisai para alejarlo de ella y dándole un pequeño empujón.

Antes de que la madre pudiese regañar a su hijo un segundo niño con apariencia de lobo se acercó a ellos y tomó la figura del piso para luego romper en llanto, llamando a su mamá, quien no tardó en aparecer detrás suyo, notando que su hijo sostenía la figura que tanto amaba, ahora rota y sucia.

La intimidante loba observó a Chisai con clara molestia, el pequeño se encontraba abrazándose a sí mismo, cabizbajo, podía escucharlo hipar, su ropa estaba estirada y sucia. Incluso si estaba enojada no podía desquitarse con él, si alguien tenía la culpa era su madre.

Tomó al gato por las orejas para llevarlo a su casa, casi arrastrándolo. Al apretarlas notó como sus dedos se empolvaban y la orejita del niño que parecía ser gris oscura, era en realidad casi tres tonos más clara. ¿Por qué estaba tan sucio? Frunció el ceño.

Subió las escaleras junto al niño hasta llegar a su departamento y golpeó la puerta tres veces, una más fuerte que la otra. "¿Tu madre está en casa?" Preguntó estresada, el gatito no colaboraba. ¿Por qué no respondía algo tan simple? Literalmente era una pregunta de sí o no, pero Chisai no paraba de llorar.

La puerta estaba abierta desde el principio pero nadie entra a una casa ajena sin permiso, aunque esa ocasión en realidad lo ameritaba así que simplemente dejó ganar su molestia y entró al departamento, encontrándose con una escena horrible.

Una gata casi esquelética, boca arriba en el sofá.
La mesa estaba llena de agujas, la casa estaba repleta de cajas, bolsas de comida vacías, ropa sucia y olía terrible. ¿Ese gatito había estado viviendo así?

Incluso antes de gritar horrorizada cubrió los ojos del niño y se apresuró en llevárselo afuera de la casa. Él no entendía, de un momento a otro enviaron a los niños a sus casas y las señoras se reunieron a su al rededor, más tarde llegaron hombres con un traje azul a hacerle preguntas que no supo responder.

Lo más importante, jamás volvió a ver a su mamá.

Intentó de todo para recibir su atención y ahora se había ido sin él... ¿Cómo habrían sido las cosas si ella le hubiese querido? Se preguntó. ¿Por qué no le había dejado abrazarla si la mujer de hoy no parecía disgustada por ello? ¿Quizá si no hubiese estado tan sucio las cosas serían distintas?

Su vocabulario era más que simple, sólo sabía decir su nombre aunque ni siquiera lo recordaba correctamente.

El pobre "Chiai" le dió una lección a todas aquellas mujeres que ignoraron su situación a pesar de haber notado la negligencia de su madre, necesitaron cuidar del pobre niño para calmar la creciente sensación de culpabilidad que no les dejaba pegar el ojo.

El pequeño niño dormía en un hogar durante las noches, por las mañanas aquellas señoras colaboraban con comida, ropa, dinero y lo más importante, higiene y educación...

Pero en realidad las cosas serían un poco más complicadas cuando tuviese consciencia de su situación.

LOREWhere stories live. Discover now