Infiltración

98 12 7
                                    

Tras enterarme por Rose y Mastas de los problemas que estaban teniendo con los cortesanos del Imperio Oriental, reflexioné mucho sobre los acontecimientos. Luego fui a la oficina y ordené llamar a McKenna.

Una vez que McKenna entró en la oficina, cerré la puerta con fuerza y le pedí que se sentara.

«McKenna, hay un trabajo que necesito que hagas.»

McKenna, que se había sentado con una expresión de desconcierto, murmuró sorprendido al oír la palabra 'trabajo'.

«Su Majestad... ¿cómo puede Su Majestad hacerme esto?»

Cualquiera que lo mirara pensaría que lo había traicionado.

«No, no es un trabajo común. Es un trabajo importante.»

Sacudí la cabeza mientras contenía la risa que me producía su cara, pero McKenna murmuró aún más decaído.

«El Emperador Heinley también suele encargarme los trabajos importantes.»

¿Heinley... presionaba tanto a McKenna? Sin embargo, me sentí mal porque la persona a la que busqué también fue a McKenna, así que me apresuré a decir.

«Puedo hablar con Heinley para encontrar a una persona que te ayude a disminuir la carga de trabajo. ¿Qué te parece?»

McKenna suspiró resignado y finalmente habló con más seriedad.

«¿Para qué me necesita Su Majestad?»

En vez de responder de inmediato, me senté en la silla frente a McKenna y le pregunté.

«Los cortesanos que vinieron con el Emperador Sovieshu. ¿Cuántos son en total?»

«Hmm... no recuerdo el número exacto. Sólo recuerdo que trajo aproximadamente el mismo número que traen las familias reales importantes de los países vecinos cuando hacen visitas no oficiales.»

«¿Ese número excluye a los caballeros?»

«Sí, sólo teniendo en cuenta a los sirvientes. Excluyendo a sus hombres de confianza como los caballeros y el Marqués Karl.»

«He oído que esos cortesanos han estado causando problemas últimamente.»

La expresión de McKenna se volvió incómoda en un instante, y entrelazó sus manos con fuerza.

«No es tan serio como para llamarlos problemas.»

Evitó mirarme a los ojos.

«Eso sería una exageración por nuestra parte. Es sólo que no nos llevamos tan bien. Hemos tenido algunas discusiones.»

Parece estar en la misma línea que Mastas y Rose, quienes no querían insultar a los cortesanos delante de mí ya que, después de todo, soy del Imperio Oriental.

Por mucho que me acepten, siempre tendrán cuidado con sus palabras delante de mí, dado que el Imperio Oriental es mi país natal.

Era inevitable.

Después de murmurar por un rato, McKenna finalmente me preguntó con cautela,


«Su Majestad, ¿por qué lo pregunta?»

En vez de hablar también con cautela, le pregunté deliberadamente de manera casual.

«¿Han comprobado si esos cortesanos son realmente cortesanos?»

«¿Qué?»

Con una mirada de incredulidad, McKenna comprendió lo que quise decir y respondió con el ceño fruncido,

La Emperatriz Dicorciada 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora