A la mañana siguiente, Sovieshu, de diecinueve años, se despertó sin saber nada de lo ocurrido durante la noche. Aun así, podía suponer que el Sovieshu de la noche se había ocupado de cualquier asunto urgente antes de volver a dormir. Tras pedir que le trajeran el desayuno, Sovieshu comió en su mesa mientras repasaba su trabajo. Había pospuesto muchas cosas, sabiendo que le faltaba experiencia. Pero en algún momento pensaba cumplir con sus deberes él mismo. Para ello, tenía que estudiar tanto como pudiera.
Una vez que ordenó al sirviente que recogiera los platos, uno de sus secretarios entró para informarle sobre Ahn. «Su Majestad, encontramos los registros que pidió de cuando Ahn fue vendido como esclavo, los cuales explican a dónde fue.»«Tráelos.»«Sí, Su Majestad.»'Este Ahn del que hablan es supuestamente el primer hijo de esa mujer llamada Rashta. ¿Por qué Navier estaría buscándolo?'El Sovieshu del día no sabía que Rashta y Ahn eran prácticamente desconocidos. No entendía la petición de Navier, que el Emperador Heinley le había transmitido. En cualquier caso, lo vio como una oportunidad de utilizar al niño para ponerse de nuevo en contacto con Navier. En contacto... pensar en ello le recordó la irritante carta enviada por el Emperador Heinley. Arruinado su humor, Sovieshu caminó solo hacia el Palacio Oeste. Fue a la habitación que una vez utilizó Navier, aunque no recordaba nada. Sentado solo en el suelo descubierto, en una habitación desprovista de muebles, estiró las piernas. En el momento en que imaginó las conversaciones íntimas que Navier y él pudieron haber mantenido en esta habitación, le invadió la envidia. Dio un fuerte pisotón en el suelo mientras intentaba reprimir el inesperado dolor punzante.«¡Ack!» Se apretó la cabeza. Sovieshu tardó mucho en poder bajar las manos. La expresión que mostraba ahora era mucho más sombría. Los dolores de cabeza comenzaron después de ver a Navier. Sentía como si truenos pasaran por sus oídos. No era tan doloroso como para no poder soportarlo, pero era una sensación sumamente desagradable. Antes, se habría limitado a pedir un analgésico. Pero ahora sabía que en realidad no tenía diecinueve años. Cada vez que llegaba el dolor, Sovieshu sentía más miedo. Vivía aterrado ante la idea de que llegara el día en que no despertara más. De que llegara un momento en que el Sovieshu original ocupara tanto el día como la noche, y él dejara de existir. El Marqués Karl y los otros secretarios eran los hombres del Sovieshu de la noche. No podía consultar con ellos. Si les contaba sus preocupaciones, felizmente encontrarían la manera de deshacerse de él. 'Necesito un confidente...'Sovieshu se puso de pie y se acercó a la ventana. Se agarró al marco. El jardín, teñido por las coloridas hojas otoñales, era hermoso, a pesar del frío viento.'Necesito un subordinado que siga mis órdenes y guarde silencio sobre mi situación. 'También necesitaba pastillas para dormir. Pastillas que le hicieran dormir toda la noche, sin despertarse. Tal vez entonces su personalidad de la noche desaparecería lentamente. ***Heinley se había marchado a recuperar otra piedra de maná, pero regresó tras encontrarse con una fuerte lluvia. «No pasa nada, mi reina. Todo lo que necesito es un té y dormir bien.»Lo dijo completamente empapado. Pero al día siguiente, su estado empeoró hasta el punto de que ni siquiera podía hablar. Aún conservaba su agudeza mental, era más un fuerte dolor de garganta. Después de que el médico del palacio lo trató, Heinley se agarró la garganta, angustiado por no poder comunicarse. Podría haber soportado la fiebre, pero no poder hablar era agonizante para él. Me dolía verle así, así que le tomé la mano. «Yo cuidaré de ti. No te preocupes, Heinley.»McKenna trató de disuadirme. «No puede, Su Majestad. Sería terrible que se resfriara. Yo cuidaré de él.»Pero Heinley estaba tan afónico que no podía comunicarse con nadie. En momentos como éste, debía quedarme con él. Después de todo, podía entenderlo como a un libro. «No te preocupes, McKenna. Yo cuidaré de Heinley. Sería difícil para ti, porque no lo entiendes. Él me necesita a su lado, ya que puedo saber lo que quiere.»Tal como ahora. Visto cómo Heinley agitaba desesperadamente los brazos, él prefería que lo cuidara yo antes que McKenna.Los ojos de McKenna se abrieron completamente al mirar a Heinley.«Pero... ¿no lo entendería yo mejor?»Su afirmación era absurda. No le creía, pero me contuve y le dije a McKenna que Heinley deseaba que yo cuidara de él. Dado que McKenna no comprendía las señas que él me hacía, al final acordamos que ambos cuidaríamos de él juntos. ***
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La Emperatriz Dicorciada 2
FanfictionEstas es la segunda parte de la emperatriz divorciada