Si hay algo que detesto en particular es el sonido de mi alarma cuando he bebido la noche de antes. Pensé mil veces en colocar alguna canción que me gustase como una forma de amortiguar aquello, pero temía que terminase odiándola. Me incorporé de forma perezosa observando los rayos de sol entrando tímidamente por mi ventana aquella fría mañana. Suspiré cansado y tiré de toda mi fuerza de voluntad para levantarme totalmente de las sábanas que me atrapaban, suplicando que volviese a envolverme en ellas y ofreciéndome ese calor que no encontrabas en otro lugar y menos en otoño. Cuando lo primero que haces en el día es aguantar una misa de una hora se te quitan las ganas de inmediato. Siempre dude de la existencia de Dios, entonces estar ahí parado delante de una cruz que ocupaba gran parte del altar me producía sensaciones encontradas. Si existiese un señor que escucha mis plegarias lo único que podría pedirle ahora mismo son fuerzas para bostezar. Me arreglé lo más rápido que puede, tenía el tiempo encima, siempre iba apurado a todos los sitios, una mala costumbre que nunca he logrado erradicar. Salí de mi habitación caminando por el inmenso pasillo buscando a Josh y a Saul. Para mi suerte, los encontré a mitad de camino y los tres fuimos con los demás chicos del curso, poniéndose en fila india para proceder a pasar a la enorme capilla que se encontraba en la planta baja de Graceland.
El primer en entrar fue Oscar Mcburney, el hijo del director, era un tío de esos muy altos, de los que sabes que van para jugadores de Basket, tenía el cabello castaño oscuro y unos ojos
azules saltones bastante feos. Aunque simpático era un rato. El año pasado me tocó realizar un proyecto con él y el chaval no sólo era trabajador sino también muy agradable. Tuve suerte. Lo
que más me gustaba de él es que jamás te venía con el rollo de lo fantástico e increíble que era su padre. Probablemente él más que nadie sabía que era un gilipollas. La capilla era monstruosa, de verdad, una sala gigante con miles de asientos que podría ocupar unas cinco aulas. Apenas estaba alumbrada dándole un aspecto muy tétrico. La enorme cruz de madera se situaba en el centro del altar iluminada parcialmente por los rayos del alba que traspasaban la vidriera policromada. Su origen comenzó en el imperio Romano, pero recordé que leí que durante la edad Media se pusieron como una forma de manipular a los campesinos, la inmensa mayoría analfabetos, quiénes se quedaban asombrados, casi en estado de éxtasis, al entrar en una iglesia y ver como se iluminaba gracias a aquella vitral dándole un aspecto de divinidad y cercanía con Dios. Nunca me gustó la iglesia católica. Nunca me gustaron las religiones. Para mí eran una forma de meterse en la vida personal de cada uno, una forma de discriminar e incluso torturar al diferente con la excusa de que en los cielos un señor con barba lo ordena. Las barbaridades que se hicieron a nombre del Señor se contaban por miles. Estoy seguro de que si Dios existiera lo último que querría sería eso. Pero
claro la gente nunca se da cuenta de esto... Todos necesitan a Dios para sacar su odio, paradójicamente siendo él amor. Los chavales accedían de forman ordenada ocupando un total de siete personas por asientos. Estos crujían a más no poder, era muy insoportable aquel ruido que te taladraba el cerebro. A la par el techo era altísimo dándonos la sensación de que éramos muy pequeños. De que nuestra existencia era insignificante salvo para un ser todopoderoso. El Padre Darren se situó en mitad del altar, sentado mientras esperaba a que todos los demás nos colocásemos donde nos correspondía. Era un hombre mayor, de unos 60 años, regordete y desagradable. Él también nos daba la asignatura de religión que impartíamos prácticamente todos los días. Recuerdo el incidente que tuvo Saul con él mencionando la idea de Stephen Hawking. El universo está prácticamente lleno de «pequeños agujeros negros» y considera que estos se formaron del material original del universo. El padre Darren ni siquiera se dignó a que Saul terminara simplemente le hizo callar. Nada de debates, nada de dar opiniones contrarias a las del padre Darren. Si, Graceland daba asco por donde se le mirase.
Miré a Josh, quién estaba situado a mi derecha, tenía aspecto de haber salido del videoclip de Thriller de Michael Jackson. Las ojeras negras le rodeaban los ojos y su postura era la de alguien que pide a gritos volver a dormir. El muy tonto se quedaba hasta tarde jugando con su móvil, se había viciado a un juego de guerra o algo así, y claro jamás estaba espabilado al día siguiente. Ahora parecía inmerso en su mundo, sin escuchar en absoluto al padre Darren. La vocación fanática del viejo llenaba la capilla con todo tipo de ejemplos de lo que era pecado. De cómo debíamos actuar como cristianos y esas cosas... Con sus manos, un tanto arrugadas pero aún recias, sostenía una voluminosa biblia abierta por la mitad aproximadamente, pasando algunas hojas para encontrar los versículos por los que moldeaba su discurso.
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La solitaria tumba de Graceland
Mystery / ThrillerAidan es un joven inteligente y popular, estudiante del último curso en el prestigioso internado católico para niños "Graceland". Su vida transcurre con normalidad hasta este curso, donde conoce a un nuevo estudiante, Isaac, el cuál es todo lo contr...