Después de lo que parecieron los minutos más largos y más cortos de mi vida, por fin conocí a Walter. El intimidante hombre de metro ochenta con lentes sobre su cabeza, cabellera rubia, ojos celestes, contextura delgada, y con el semblante más intimidatorio que había visto en mi vida. Era apuesto, aunque su expresión era de rechazo total, parecía no querer que nadie se le acercara. Y cuando notó mi presencia al entrar en silencio al camerino, fué como ver un cubo lleno de moscas. Un problema que no le gustaba a plena vista. Alzó una ceja y su rostro mostró su total desagrado.
No tardó ni dos segundos en arrastrar la mirada por el salón en busca de explicaciones.
Me encogí en mi asiento.
Su mirada de pocos amigos me había amilanado.
En cambio, los chicos apenas y le prestaron atención. Victor lo miró como miraría a alguien igual o inferior a él, su rostro estaba relajado, casi parecía aburrido. Thomas había optado por tener cara de fastidio, de esas que pones cuando tienes un buen rato esperando y no llegan. Jeffrey y Rick por otro lado, estaban dormitando por ahí, nisiquiera se percataron de la llegada del hombre.
Walter dió unos pasos en dirección a la mesa de comida. En el camino dejó sobre el respaldo de una silla su abrigo gris, siguió y tomó un palito de manzana, lo miró, no se lo metió a la boca, en su lugar distrajo su atención en él.
—Alguno me puede decir quién es la jovencita que está sentada allá— no hubo falta de siquiera señalarme, era obvio que era yo. Después de todo era la única chica ahí.
Se subió con tranquilidad las mangas de la camisa, sin soltar el bastón de manzana.
Jeffrey se removió, despertando de su leve siesta.
Respondió por el grupo dado el caso de que los gemelos se negaron a decir nada. Para mí sorpresa sí que había notado la llegada de su manager.
—Es una amiga de Victor.
Apartó su atención del trozo de fruta para verme de reojo. Un escaneo rápido, una mueca y fué suficiente para él. Vaya, al parecer no le fué de agrado mi presencia, su postura y su rostro tieso lo dice todo.
Me crucé de piernas muy incomoda con su presencia.
Decidió finalmente que le parecía lo suficientemente agradable la fruta como para darle un mordisco. Mastico un par de veces antes de tragar y terminar de comerse el resto de la manzana. Se limpió las manos con lo primero que agarró, lo cual fué una servilleta, terminó, la lanzó al bote de basura mas cercano y se acomodó la camisa, dejó salir un bajo y cansado.
Se peinó el cabello con los dedos.
Noté que bajo sus ojos habían unas pequeñas y difuminadas manchas moradas. Quizás no descansaba bien.
—Si ya se terminaron de poner al día, despidanse de ella. Tenemos que irnos.
Apreté los labios. Estaba nerviosa y solo pude fijar mis ojos en la única persona en la que tenía una leve esperanza de que me diera alojamiento. Si eso no pasaba tendría que buscar donde quedarme gratis, puesto que dinero no tenia. Y mi cartera estaba con Ross.
¿Y si les pedía por lo menos algo de dinero?... No, no podía. No tenía el coraje para hacerlo ¿Con qué cara podría pedirles tal cosa?. No podía. Simplemente no.
Noté un movimiento. Alcé la vista.
Victor se levantó, caminando con tranquilidad hacia la mesa donde Walter estaba apoyado. El gemelo siguió su lenta y para nada nerviosa caminata hasta la comida. Tenía sus manos en sus bolsillos, nisiquiera lo miró cuando se detuvo a un lado de él, sacó una mano y tomó unas uvas, mirando con asco los trozos de manzana en el proceso.
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El Concierto de Nuestras Vidas. ©
Romance¿Qué podría suceder si acompaño a Ross a ver a esa banda carismática que mantuvo cautivados a todos en la década de los 2000s? Exacto, no va a suceder nada. ¿Cierto?. Después de todo ¿Qué podría ser lo peor que pudiera ocurrir? Ni que fuera a telet...