∆ DOS ∆

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Digamos que no estuvo tan mal, para ser un reencuentro de una banda que tenía sus años en la industria, cuatro de los cuales estuvo sin movimiento alguno. Es sorprendente lo mucho que los fans esperan tanto de una banda.

Algunas canciones me gustaron mucho. Hasta logré disfrutar de un par y seguirle el rollo de gritona a Ross, pero después tocaron unas cuantas que al primer impacto no fueron de mi gusto. No estaban mal. Me dió por un momento jaqueca y luego se me pasó. Disfruté más observando las reacciones de las demás. Desde la cara sonrosada de mi acompañante, que miraba con ojos brillantes al grupo, de hecho, hasta puedo asegurar que estuvo a nada de llorar de la emoción. Las demás no salieron del mismo esquema, excepto por la típica que grita:

-¡Cásate conmigo!.

Los gritos nunca cesaron, y las voces acompañaron a los integrantes en ciertas partes de las canciones. Fué algo inolvidable para ellas, lo sabía por como sus ojos resplandecían con felicidad.

Me sobe las cienes. El dolor de cabeza ya iba disminuyendo pero no se iba del todo.

Miré a mi alrededor.

El estadio estaba lleno, pero la firma de autógrafos, ufff eso fué otra guerra aparte. La fila para poder estar cerca de ellos, y que nos firmarán algo era descomunal. Al igual que para conseguir nuestros asientos, Ross se abrió paso a costas de mi para llegar a una distancia decente. Estaba como a cuatrocientas personas de la banda pero al menos no éramos las últimas.

Me restriego los ojos con cuidado de no estropear todo el maquillaje.

-Dios, Ross - me quería quejar, quería irme, pero no podía-. Esto está a reventar. Mira lo que nos espera, son como cuatrocientas personas.

Negó.

-Ciento cincuenta, quizás un poco más.

Abrí los ojos con sorpresa.

-¿Los contaste?.

Asintió.

Bueno, me pasé por doscientas cincuenta. Y cuatrocientas sí fué mucho. Pero estar en una fila se sentía como un camino sin fin. Una espera infinita.

-No hay mucho que hacer mientras tanto.

Respiré profundamente, para calmar mi creciente mal genio.

-Mis piernas no van a aguantar tanto en pie.

Rodó los ojos.

-Ve a caminar por ahí, yo te aviso cuando estemos más cerca- me entregó mi teléfono, el cuál me quitó en medio del concierto por estar mandando mensajes en lugar de prestar atención-. Y deja de quejarte por un momento. Pareces una niña.

Nisiquiera me moleste en pelear contra eso porque el hecho de estar parada ahí simplemente discutiendo por algo así me daban menos ganas que el de caminar por ahí, o hacer otra cosa que estar ahí unas tres horas solo por una firma y una sonrisa tiesa. Y a eso súmale lo irritable que son las personas cuando tienen un buen tiempo esperando.

Entonces sí, en conclusión, yo me largaba de ahí.

-Me avisas.

Mejor que no, estaría genial que nisiquiera me llamara para eso, pero por educación y amistad soportaría la hipocresía de un artista.

Salí del bullicioso salón lleno de gritonas y emocionadas fanaticas, para dirigirme a lo que suponía yo era el camino al baño. El salón del que acababa de salir era grande, entraban todas con facilidad. De hecho, tenía la ligera sospecha que la mitad de los que asistieron al concierto se habían ido apenas terminó. Porque la cantidad que estaba adentro no se comparaba con el del estadio.

El Concierto de Nuestras Vidas. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora