Capítulo 24

14 1 0
                                    


Nunca había sido de las que se desmayan, pero casi besé el suelo cuando soltó esa
pequeña bomba. Alterada y muy perturbada, volví a sentarme.

—¿Elijah es su padre? —El tono de Zayne estaba teñido por la impresión—.
Tienes que estar de broma.

—De ningún modo —replicó Abbot, y tomó aliento con cansancio—. No supe que el demonio era Lilith hasta que años más tarde encontramos a Layla en la casa de acogida.

Pestañeé con lentitud, pero la habitación seguía estando borrosa.

—¿Sabía que yo era su hija?

—Así es.

—Pero él… él me odia. —Me recliné sobre los cojines de flores—. Siempre me ha
odiado. —En cuanto las palabras salieron por mi boca, finalmente comprendí por qué —. Dios, debo de haberle recordado…

—¿Su falta de juicio? —Abbot fue hasta donde me encontraba, hablando en voz
baja—. Jamás pudo aceptar la parte de ti que era él.

Giré la cabeza.

—¿No quiso matarme cuando me encontrasteis?

Abbot apartó la mirada.

Tomé un aliento entrecortado.

—Sí que quiso. Vaya. Ni siquiera… —Mis ojos buscaron una respuesta en la cara
de Abbot—. ¿Evitaste que me matara y sabías que era mi padre?

Nuevamente, no dijo nada. Fue Geoff quien intervino.

—La cicatriz que tiene Elijah no se la hizo un demonio. Abbot lo detuvo aquella
noche y te acogió. Después de todo, tienes sangre de Guardián en tu interior.

—Oh, Dios mío. —Negué con la cabeza—. Esto es…

Demasiado.

Los ojos de todos estaban sobre mí, una mezcla de sorpresa y lástima. Era
demasiado descubrir aquello y no disponer de un momento para asumirlo realmente
sin tener público.

Me puse en pie y pasé junto a Abbot a ciegas. Alguien me llamó, pero no me
detuve hasta llegar a mi habitación. Me senté en la cama y miré una mancha en la
pared. Nada más parecía importar en ese momento. Elijah era mi padre; el Guardián
que me odiaba con la fuerza de mil soles, el mismo Guardián que quería verme
muerta. Probablemente hubiera ordenado a Petr que me matara.

Oh, Dios mío…

Noté unas fuertes náuseas. Petr había sido mi medio hermano. Ese asqueroso hijo
de…

Había tomado el alma de mi hermano.

Me tumbé de costado, me aovillé y cerré los ojos para detener la quemazón que no
tenía nada que ver con lo que había sucedido en el instituto. Un temblor comenzó en mi pierna y ascendió hasta mis dedos. Me los apreté contra el pecho.

¿Cómo asumía uno algo así? Dudaba que hubiera formas de sobrellevarlo que no
hubiera aprendido todavía. No sabía qué era lo que me ponía más enferma, que mi
propio padre hubiera querido matarme o haber tomado el alma de mi hermano.

* * *

Durante el siguiente par de días, realmente no llegué a comprender demasiado todo lo
que me habían revelado. No había forma de entenderlo. Lo único que podía hacer era no pensar en ello, pero aquello no resultaba tan fácil. Era como tratar de no respirar.

En los momentos más extraños, aparecía en mi cabeza y no había forma de sacármelo.

Mi propio padre quería verme muerta.

El beso del infiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora