Capítulo 21

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Bajó del cielo y aterrizó grácilmente frente a nosotros.

El impacto agitó los coches que estaban aparcados cerca, añadió otra grieta a la
calle e hizo que los pocos humanos que había por ahí salieran corriendo en busca de refugio. Las alas del Guardián estaban extendidas y medían cerca de dos metros y
medio, si no más. El ancho pecho, del color del granito, estaba lleno de cicatrices,
pero su cara era suave y hermosa.

Nicolai.

Sus ojos amarillos, con las pupilas verticales como las de un gato, se dirigieron hacia Roth. Soltó un gruñido que hizo que me temblara el pecho por dentro.

—Demonio.

—Felicidades —replicó Roth, tenso—. Sabes de qué especie soy. ¿Quieres una
galletita?

Nicolai entrecerró los ojos, y una voz que nunca le había oído salió de él.

—¿Cómo te atreves a hablarme, alandlik demonio?

El cambio al estonio, la lengua nativa de Nicolai, me pilló con la guardia baja. Y,
sinceramente, con todo lo que había pasado, no tenía ni idea de por qué. Mi cerebro tardó en procesar lo que estaba sucediendo y, antes de que pudiera comprenderlo, otra sombra cayó.

—Layla —dijo, levantándose del suelo y flotando como un ángel retorcido. Sus
alas no produjeron ningún sonido mientras se movían por el aire. Lo único que dijo
fue mi nombre, pero había tanto peso en esa única palabra que tenía que saberlo.

Todo.

El miedo me golpeó en las tripas, pero no por mí.

Nicolai se giró hacia Roth, mostrando los colmillos. Hubo un segundo, una
fracción de tiempo, en que mis ojos se clavaron en los de Roth y el aire se me escapó de los pulmones. Él me miró fijamente, como si no pudiera creerlo. Su mirada mostraba la traición que sentía, atravesándome como un cuchillo.

—No —susurré con voz ronca.

Roth se giró en el último segundo, y desvió el ataque de Nicolai con un solo golpe
del brazo.

—No quieres hacer eso —rugió. Sus pupilas se dilataron mientras empujaba a Nicolai—. De verdad.

—No tienes ni idea de con quién te estás metiendo —gruñó el Guardián.

Roth soltó una risa fría.

—Ay, odio tener que decírtelo, pero no eres tan especial.

Solo él podría ponerse en plan listillo en una situación tan seria.

Se lanzaron el uno contra el otro. No tenía ni idea de cómo lograba Roth sujetar la
Llave Menor mientras atacaba a Nicolai. La pelea fue brutal. Volaron los puñetazos.

Las garras rasgaron ropa y piel. La sangre, del mismo tono y textura, salía volando de
los dos.

No podía permitir que aquello sucediera.

—¡Parad! ¡Por favor! —Me lancé hacia delante, pero Abbot salió de la nada y me
agarró desde atrás. Debía de haber llegado cuando no estaba mirando—. Tenéis que
parar. No es…

—¿Un demonio? —preguntó Abbot junto a mi oído con voz áspera—. ¿Te has
olvidado de la sangre que fluye en tu interior?

Le clavé los dedos en el brazo, pero no sirvió de nada. Su piel era como piedra. Le
pegué un pistón, y él soltó una sonora maldición. Aflojó el agarre, me liberé y salí
corriendo hacia donde luchaban el demonio y el Guardián.

No logré llegar.

Abbot me alcanzó en un segundo, me sujetó el brazo y me apartó de los dos. No
estaba preparada para la fuerza que utilizó, así que perdí el equilibrio y caí sobre la
acera con un fuerte golpe. El dolor estalló sobre mis rodillas y solté un jadeo agudo.

Roth se giró con un rugido, y vi que sus ojos emitían ese resplandor de un amarillo iridiscente. La distracción le costó cara. Otro Guardián cayó junto a él y le
arrebató la Llave Menor de entre las manos, pero a Roth no pareció importarle. Salió disparado y golpeó a Abbot en su forma humana, derribando al Guardián en un remolino de mandíbulas chasqueando y alas.

Me puse en pie tambaleándome, y el corazón me dio un vuelco al ver que Roth
estaba rodeado. Por muy poderoso que fuera, no podía derrotar él solo a todos los
Guardianes. No a menos que liberara a Bambi o al dragón, pero yo tampoco podría soportar ver a mi familia herida.

El aire se agitó a mi alrededor y noté un soplo caliente en mi espalda. Supe sin
mirar que Zayne había llegado.

El beso del infiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora