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Un suspiro salió de sus labios. Era su última clase antes del proyecto final, en donde entregarían los nombres de las parejas. Catra estaba sumamente nerviosa.

– Tranquila, Wildcat —murmuró su mejor amiga, Scorpia, tratando de tranquilizarla.

Scorpia la había dejado sumamente nerviosa, por los comentarios, Adora era una de las chicas más hermosas de la universidad, sin nombrar de lo deseada que era.

Su atención se centró en la profesora cuando nombró su nombre.

– Catra, tu compañera será Adora —el salón se llenó de pequeños murmullos, cosa que a la nombrada le molestó—. Tercer año de modelaje, hoy vendrá a las cinco y treinta, en la sala seis.

Asintió nerviosa, sería un largo día.

•••

Eran las cuatro y treinta, Catra se encontraba en la sala seis, una pequeña sala de paredes beige y de piso de madera, con un ventanal en el cual se colaban rayos de sol.

Dejó su atril y materiales en una esquina, las pinturas estaban desparramadas al igual que los pinceles, era un caos.

Chasqueó su lengua al ver el desorden, quería dar una buena impresión. Acomodó su polera blanca, no tan blanca por las manchas de pinturas, y su típico short negro rasgado. No tenía mucha imaginación para vestirse.

– Permiso —una suave voz se escuchó por el lugar.

Era cálida y suave, Catra se giró y se topó con una muchacha delgada y de tez clara, ojos azules y cuerpo esculpido. Un escalofrío recorrió su cuerpo; era hermosa. Su cabello estaba suelto a un lado, era rubio y al igual que sus ojos; eran cálidos e intensos.

– Soy Catra —murmuró—, ¿eres Adora? —preguntó con nerviosismo.

Su mirada se sentía como un cuchillo atravesando su piel; quemaba.

– Sí, soy Adora. Un gusto, Catra —sonrió y entró.

Sus pasos resonaban por el lugar, haciendo eco.
Había un pequeño taburete y una tela con la cual debían jugar y crear una de sus mejores obras para el proyecto final.

– Siéntate —ordenó Catra y Adora asintió.

Tomó asintió en el pequeño taburete en silencio.

– ¿Qué tengo que hacer? —preguntó mirándola—.
Estoy a tu merced.

Las palabras se clavaron en Catra, estaba a su merced; era su musa. Tragó en seco, sumamente nerviosa. Limpió el sudor de sus manos en su short, estaba nerviosa.

– Sácate la ropa —sus ojos hicieron contacto visual, traspasando su corazón el cual latía frenéticamente—, y colócate esa tela.

Debía retratar a Adora desnuda tapándose con una tela, estaba nerviosa de verla desnuda, sin tapujos, vería su alma.

– Está bien —respondió mientras se paraba del taburete.

Vestía una polera negra, la cual le favorecía a su figura, unos jeans rasgados y converse. A pesar de la sencilla vestimenta, se veía preciosa a los ojos de Catra.

Su figura resaltaba entre el monótono beige de la habitación, sus lunares formaban figuras, era una obra de arte. Los ojos de Catra no se podían despegar de su figura.

– ¿Pasó algo? —preguntó con una sonrisa.

Sabía lo que provocaba en Catra.

– No, nada —respondió corriendo la mirada hacia el lienzo en blanco como la piel de Adora.

Quería sentirla, tocarla, poseerla, pero sólo podía observarla.

Paint me | Catradora Adaptación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora